A finales del siglo XV, con los muros de Granada, último bastión moro en la península, todavía humeando; los Reyes Católicos implementaron una ambiciosa política de homogeneización religiosa cuya consecuencia inmediata más evidente fue la expulsión de alrededor de 150 mil judíos. La mayoría de ellos no pudieron llevarse casi nada de sus bienes, pero en sus macutos, junto a las llaves de sus antiguas viviendas, marcharon al exilio con un patrimonio mucho más rico, su lengua. Desde el norte de África hasta los Balcanes, estos refugiados extendieron un idioma que, con ligeras contaminaciones a lo largo de los siglos, ha mantenido hasta el día de hoy la esencia y los modismos del español de entonces.
En la actualidad se calcula que el número de hablantes de judeoespañol o ladino ronda los 150 mil, aunque unas 400 mil personas tienen algún conocimiento de la lengua. Ante su franco declive, está considerado por la UNESCO como una lengua en serio peligro de extinción, la Real Academia Española, en colaboración con instituciones como la Autoridad Nacional Ladina o el Centro Sefarad-Israel, pretende crear una academia dedicada al estudio y la preservación de un idioma que, en palabras del director de la RAE, Darío Villanueva, es "un fenómeno cultural e histórico extremadamente importante" al ser un "vestigio de un estado del español anterior al moderno".
La creación de dicha academia, que podría producirse en la ciudad israelí de Tel Aviv durante el próximo año, sería el paso lógico tras el nombramiento de diez expertos en sefardí como académicos correspondientes que realizó la RAE en 2015. "Hemos dado los pasos para que esa realidad se pueda producir. Ya tenemos 10 académicos correspondientes extranjeros especialistas en judeoespañol y que pueden ser el núcleo de esa Academia", ha asegurado Villanueva. Y es que serían estos académicos los responsables últimos de la creación del organismo, que después la RAE admitiría en la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), presidida también por Villanueva, un órgano formado por 23 academias de varios continentes que colabora con la RAE para velar por la unidad de la lengua española más allá de la Península.
Resucitar un idioma
Esta noticia ha sido acogida con notable entusiasmo por parte de los hablantes de sefardita, que aprecian el reconocimiento que les infundiría esta institución, si bien la mayoría son conscientes de la dificultad de resucitar una lengua en vías de desaparición. "Pienso que el judeoespaño como lengua viva está llegando a sus últimas fases de vida. Hoy en día ya no nace gente que tenga el judeoespañol como lengua materna. Los que hablamos judeoespañol somos personas mayores, y nuestro interés es de carácter folclórico y está motivado por la nostalgia", asegura Avner Perez (Jerusalén, 1942) poeta en judeoespañol, filólogo y traductor, que desde 1992 dirige el el Instituto Maale Adumim para el estudio del judeoespañol y su cultura. En opinion del poeta israelí, "ya es demasiado tarde. La academia tiene justificación mientras la lengua esta viva y necesita reglas para su desarollo y normas para el uso de la lengua. El judeoespañol está herido de muerte por lo que ya no hay necesidad de una academia".
Por el contrario, Margalit Matitiahu (Tel Aviv, 1935), reconoce que "es una muy buena idea que me emociona. Siempre se dice más vale tarde que nunca. Si es posible la resurrección, revivir el idioma como lengua diaria, el tiempo nos lo dirá". Escritora en hebreo y judeoespañol y descendiente de la populosa comunidad sefardita de Salónica, que bajo el Imperio Otomano llegó a albergar a más de 50000 judíos; sus padres se establecieron en Israel tras el Holocausto, pero siempre conservaron el idioma que recibieron de generación en generación desde su huida de León en el s. XV. "La historia de la lengua judeoespañola es un fenómeno místico. Sigue viva debido al amor que mantuvieron los judíos hacia España durante 500 años, en los que continuaron pasando la lengua a las generaciones siguientes. Así, yo, nacida en Israel, recibí el amor a España de labios de mis padres".
Como ejemplo de que una lengua puede recuperarse pone el hebreo, idioma oficial del actual Israel, que hasta el nacimiento del país mediterráneo en 1948 llevaba sin hablarse como lengua coloquial desde el siglo II, aunque se mantuvo como lengua religiosa. "Hoy en día se hace todo lo posible por mantener la lengua y pasarla la nueva generación. Se estudia en tres universidades donde se habla de la herencia, la cultura y la música. En Israel se han publicado libros de texto en judeoespañol por primera vez después de más de 500 años", explica la escritora. Pero es precisamente en Israel donde el sefardita está perdiendo la batalla.
Es en el país donde se encuentra la práctica totalidad de hablantes a nivel mundial, Israel, la lengua de origen peninsular está siendo reemplazada por el antiguo, y ahora oficia, idioma del pueblo judío, cuya recuperación elogiaba hace poco David Grossman en su discurso de ganador del premio Man Booker. "La situacion del hebreo es completamente diferente. La lucha entre el hebreo y las lenguas judías, en primer lugar el yiddish, ya finalizó en Israel con la victoria del hebreo sobre las demás. No hay probabilidad de que resuciten ni el yiddish ni el judeoespañol", sentencia rotundamente Perez.
Más allá de Israel
Fuera de las fronteras israelíes, el anuncio también ha generado un vivo interés en los jirones de las antiguas comunidades sefarditas, una de las más importantes la radicada en la ciudad turca de Estambul, que cuenta con unos 15000 integrantes. A ella pertence el escritor Mario Levi (Estambul, 1957), quien a pesar de escribir en turco, es parte de una de las últimas generaciones que aprendió el ladino en casa de labios de sus abuelas. "Ellas no fueron obligadas a aprender turco, pero las generaciones posteriores sí, y la gente joven no sintió la necesidad de conservar el jueoespañol. Las élites judías de Estambul hablaban incluso el francés antes que el ladino, que era visto como una lengua de incultos. Fue una catástrofe". Levi, que defiende el idioma como la única patria del escritor, asegura que una de sus grandes ilusiones sería escribir en la lengua de sus antepasados. "Intento y espero escribir un libro de cuentos en dos idiomas, judeoespañol y turco. Los mismos cuentos, puramente literarios, en dos idiomas. ¿Cuándo? No lo sé. Pero tengo la fuerte esperanza que lo hare algún día".
Un caso similar al de Levi es el de Myriam Moscona (Ciudad de México, 1955), periodista, novelista y poeta, hija de judíos sefardíes nacidos en Bulgaria que emigraron a México en 1948. "La lengua la escuché en mi infancia. En ella me hablaban mis abuelos, que llegaron de Bulgaria ya mayores y nunca pasaron al castellano actual. Jamás les respondí en ladino. Como suelo decir, es una lengua que entró en mi oído, pero no salió por mi boca. Fue ya de mayor que me di cuenta del legado que podía redescubrir y hacer mío. Escribo en ladino por necesidad, es una deuda hacia mis muertos". No obstante, la escritora se muestra reticente al renacimiento y nuevo florecer del judeoespañol, que a su parecer ha dejado de ser una lengua de intercomunicación en la vida diaria. "Ninguna lengua sobrevive por decreto académico. Una vez que los niños han dejado de hablarla será una tarea imposible volver el tiempo atrás. Perder una lengua es una pérdida de identidad para la civilización, una tragedia. No sabe cómo desearía equivocarme, pero no creo que la academia reviva a los hablantes naturales del ladino".
Pervivir en la memoria
Por eso para estos escritores, último vestigio de toda una cultura con ricos periodos de desarrollo, el aspecto clave de la creación de una academia del judeoespañol y de cualquier iniciativa no es tanto la recuperación como la memoria. Una manera de hacer en el presente que el pasado pueda seguir vivo en el futuro. "El judeoespañol como lengua cultural tiene detrás 500 años de creación literaria. Ésta no desaparece, no se puede hablar de su muerte sino que seguirá siempre existiendo gracias a su herencia cultural", defiende Perez, que reclaca que en la actualidad el interés por el judeoespañol está basado en el folclore y en la nostalgia. "Tengo la sensación que a causa de su final trágico, delgran exterminio que fue el Holocausto, el potencial literario moderno de la lengua no tuvo la oportunidad de llegar a su maduración, pero espero que gracias a mi trabajo y al de otros como yo, en las próximas generaciones se mantendrá vivo el recuerdo de la lengua de mis antepasados, que desapareció de manera tan trágica".