Beethoven
Los libros de divulgación musical se dividen en dos grupos: los que contienen pentagramas y los que no. A los de ciencia les pasa lo mismo con las fórmulas matemáticas. ¿A qué grupo pertenece este Beethoven de Jan Swafford? A uno intermedio: el de los que sí llevan corcheas, pero da igual, porque la inmensa mayoría de sus 1.500 páginas están dirigidas a personas que no leen música. Hay algunos pentagramas aquí y allá y no faltan análisis bastante minuciosos de algunas obras, pero el tono general es cercano al lector y al propio Beethoven a quien, más que estudiar, parece que acompañamos.Al situarse en la tierra de nadie entre la musicología académica y el periodismo musical, el profesor Swafford ha conseguido hacer una monografía seria que, sin embargo, se lee con facilidad y a menudo con avidez. En determinados capítulos, el libro se acerca incluso a lo que en Boston llamarían un page-turner, uno de esos que nos cuesta dejar en la mesilla.
A algún estudioso le parecerá que está demasiado narrado y que la obsesión por el relato prima a veces sobre la pulcritud del dato bien documentado, pero lo cierto es que Swafford no abandona nunca la honestidad histórica ni la dignidad musical.
Escribir de música para el público en general es muy difícil, porque la materia es tan abstracta que se te escurre entre los dedos si la tratas con el respeto debido o se te pringa de metáforas groseras si la intentas agarrar. Swafford ha sabido librarse de lo uno y de lo otro.
Jan Swafford (Chattanooga, Tennessee, 1946), formado en Harvard, Yale y Tanglewwod, es profesor de composición y musicología del Conservatorio de Boston. Colabora en medios de comunicación, escribe notas al programa para la Sinfónica de Boston y otras orquestas y es autor de dos biografías de éxito: sobre su compatriota Charles Ives y sobre Brahms. Ha dedicado 12 años a escribir esta tercera sobre Beethoven que Houghton Mifflin publicó en Massachusetts en 2014 y Acantilado presenta ahora en España con el cuidado editorial que le caracteriza. El lenguaje de la versión española fluye con suavidad, incluidas las partes de jerga musical. Es obra del polifacético Juan Lucas, escritor, guionista, cineasta y libretista de ópera, además de director de la revista especializada Scherzo y fundador de La Quinta de Mahler, una novedosa tienda de música que tanto tiene de tienda como de foro.
El Beethoven de Swafford es el que ya conocemos, "el viejo Ludwig van", como diría Alex en La naranja mecánica, pero se nos presenta de manera que podemos tratarlo con más familiaridad. Dice Swafford que le interesa mostrarnos "no al mito, sino al músico y al hombre". El libro no contiene revelaciones nuevas, documentos inéditos ni interpretaciones inesperadas. Se limita a recopilar el estado de la cuestión con eficacia y a veces con pasión, como contagiado del espíritu vehemente de su biografiado.
Beethoven viene al mundo en los años 70 del siglo XVIII, la década prodigiosa de la cultura germánica. Su Alemania es la de Kant y Goethe y su Viena, la de Haydn y Mozart. Como otros espíritus despiertos de su época, Beethoven se incendió como un arco voltaico entre dos polos opuestos, ambos igualmente cegadores: la luz de la Ilustración y el aluvión de emociones emancipadas que afloraron en dos oleadas: primero el Sturm und Drang y, en seguida, el movimiento romántico. Pero, a diferencia de casi todos los demás, Beethoven no se dejó arrastrar por estos acontecimientos, sino que cabalgó sobre ellos y se puso por delante en las célebres tres etapas creativas a las que todo historiador beethoveniano acaba ciñéndose.Presentar al hombre y músico, no el mito: he ahí un objetivo ambicioso que Swafford alcanza gracias a una estrategia combinada de rigor y entusiasmo
Primero, hasta el cambio de siglo, asunción y dominio del mundo clásico, el de Haydn y Mozart. Es el Beethoven virtuoso del piano, legendario improvisador y respetado compositor de las primeras sonatas, cuartetos y sinfonías.
Segundo, a partir aproximadamente del llamado "testamento de HeiligenstadT", en 1802, el Beethoven heroico, el músico que se va quedando sordo y, entretanto, inventa una manera de remover emociones mediante la música con potencia inaudita. Es la época bonapartiana de los grandes avances sinfónicos (la Heroica, la Quinta, la Sexta, la Séptima), de las sonatas apasionadas y de los cuartetos de grandes dimensiones. Y, tercero, en torno a la redacción de la célebre "Carta a la amada inmortal", en 1812, el Beethoven casi completamente sordo, que ha perdido la esperanza de formar familia y se recluye en una música nueva, más allá de toda pasión, que, de tan íntima, acaba subiéndose por encima de todo su siglo y del siguiente.
Paralelamente, Beethoven lidió como pudo con su sordera progresiva y con su torpeza para el intercambio social, que le impidió conocer el amor y disfrutar de la vida familiar. Su carácter espinoso le impidió igualmente convertir en afecto de personas concretas el inmenso prestigio que ganó como músico.
Además de poseer un extraordinario genio creador -¡y una incompetencia para la vida igualmente extraordinaria!-, Beethoven era consciente de ello y se juramentó para llevar ese don lo más lejos posible. La tarea resultó ser hercúlea, tanto como la de Bach. La diferencia está en el talante. Bach la abordó con la calma del patriarca esclarecido y en su calidad de probo funcionario al servicio del príncipe. Beethoven, en cambio, se arroja a ella con la exaltación del revolucionario iluminado, personificando el mito del artista-héroe que, en solitario, y con gran sacrificio personal, produce obras de arte apabullantes. Ejemplifica también Beethoven la deificación del artista, madre de la afectación y el esnobismo que, desde entonces, azota el arte musical y siembra de vanidad las butacas de los auditorios y los palcos de los teatros de ópera, pero nada de esto es achacable a Beethoven ni a los demás músicos, sino más bien a los ministros de su culto.
Esta es la apasionante peripecia que llena las páginas de este libro. Tormento y triunfo es el subtítulo que leemos en la portada interior de la versión española. En la original, iba en portada (Beethoven. Anguish and Triumph). Presentar al hombre y al músico, no el mito: he ahí un objetivo ambicioso que Jan Swafford alcanza gracias a una estrategia combinada de rigor y entusiasmo. En el libro, la vida de Beethoven se narra y, además, se recorre. La cercanía de la redacción da lugar a un trascurso tanto como a un relato. Las composiciones no se tratan aparte, sino que emergen con naturalidad de ese mismo recorrido vital y se muestran, por lo tanto, embebidas en su contexto. Con las composiciones de Beethoven, Swafford hace lo único que cabe hacer razonablemente con las obras de arte, máxime las de esta envergadura: vivirlas.
Se lanza a conocerlas, a asombrarse con ellas y, sin perder la distancia propia del cicerone, a gozarlas, con la esperanza -cumplida- de que el ejercicio resulte contagioso. ¿Está todo Beethoven? Casi. La vida se cuenta con mucho detalle y todas las obras importantes están tratadas y comentadas.