El Dorado. Una historia crítica de internet
Enric Puig Punyet
19 enero, 2018 01:00Señal china para proteger a los distraídos usuarios de móvil
Algo huele a podrido en el planeta internet. La red se está convirtiendo en una amenaza para los valores sobre los que se construyó la Modernidad. Para componer el relato que sostiene este aldabonazo, Enric Puig Punyet (Mataró, 1980) comienza en El Dorado por acotar y conceptualizar su territorio de investigación. De ahí que no atienda a la definición de internet como un conjunto de redes informáticas que de un modo descentralizado utilizan determinados protocolos que permiten la interconexión de dichas redes. Puig prefiere entender internet tal como lo percibe el usuario en su vida cotidiana. Una tecnología en constante cambio que va conformando un complejo y contradictorio entramado de información y emociones.Para hacer inteligible el territorio por el que discurre su tesis, Puig muestra la evolución de internet. En su trayectoria es capital la creación de Google por parte de Larry Page y Serguéi Brin. Ambos fueron capaces de entender que la base de internet reside en el hipervínculo. Por eso pusieron todo su empeño en crear un instrumento capaz de buscar información en el océano de la web. Con su algoritmo Page y Brin dieron a la sociedad una herramienta capaz de visibilizar y ordenar la inmensa cantidad de información que cada día se almacena en la red.
Los problemas comenzaron cuando poco a poco, Google fue estableciendo regulaciones y normas en su propio provecho. Todo fue a peor en 2001. La compañía fichó a un comercial y se montó AdWords. Google entró en la publicidad y se convirtió en el buscador favorito de la mayoría. Además de ser gratuito era capaz de interpretar, personalizar y memorizar las búsquedas de los usuarios.
Ya en el presente siglo, la aparición del lenguaje XXL contribuyó a inundar la red con bitácoras, blogs y páginas personales alojadas en diversas plataformas en línea. En consecuencia mutó internet: la información fue desplazada por quienes la hacían. La llegada de las redes sociales a partir de 2005 ilustra la afirmación de Puig. Con las redes sociales los usuarios hallaron la forma de exagerar sus egos. Los retratos inundaron la red. Se produjo una supuesta democratización que derivó en una banalización creciente de los contenidos.
"El deseo por el deseo del otro", tal como ya habían detectado Hegel y Lacan, sentó unas ansias de reconocimiento imposibles de alcanzar. Google lanzó un proceso que convirtió "el deseo por el deseo del otro en su modelo característico de negocio". WhatsApp emergería en el gran océano de las conversaciones en red convertido en el gran maestre del narcisismo. Y en un gran negocio: a más tráfico más ganancia.
En un mundo descrito por el autor como de pérdida de las estructuras jerárquicas de la Modernidad, la instalación del egocentrismo pornográfico es algo irremediable. Jóvenes con pocos escrúpulos, youtuberos y creadores de tendencias marcan, a finales de 2012 y durante todo 2013, un punto máximo de expansión. A partir de ahí, el deseo por mostrar intimidades es desplazado por el afán de hacer dinero. Subir a la cima de una red social y monetizar esa ascensión se convierte en algo ajeno a la moral de la Modernidad.
No está solo Puig en su crítica a la red. En estas páginas recogíamos hace medio año la valiente denuncia de Juan Soto Ivars. En su magnífico libro, Arden las redes, se posicionaba contra los nuevos métodos de censura que están tomando posiciones en el mundo virtual. El ya texto clásico de Evgeny Morozov, El desengaño de Internet, va en la misma dirección. Añádase a estas documentadas críticas el incesante goteo de abandonos, más o menos anónimos, que están sufriendo tanto Twitter como el resto de plataformas virtuales en estos últimos meses.
Profesor en la Universidad Abierta de Cataluña, escritor y activista cultural, Puig Punyet publicó en 2016 La gran adicción. Un fascinante conjunto de entrevistas a personas que se han sentido vampirizadas por la red y han optado por abandonarla. Entender mejor una tecnología puntera que, como internet, condiciona nuestras vidas, es el logrado objetivo de estas páginas.