Chus Visor. Foto: Antonio Heredia

Mil poemarios suma ya la venerable orden de las cubiertas negras de la Colección Visor de Poesía. Nació hace casi cincuenta años de la mano de Jesús García Sánchez, mucho más conocido como Chus Visor. "Empecé porque entonces en España no encontraba libros de los poetas que quería leer", recuerda el editor. "Como nos ha pasado a todos, de joven era un poquito vanguardista", recuerda Visor. Los primeros títulos de la colección lo evidencian: Rimbaud, Cavafis, Breton, Mallarmé...



El proyecto le fue creciendo entre las manos sin darse cuenta, avanzando como una rueda y ampliando su abanico de poéticas, y no fue hasta otro número redondo, el volumen 400, con motivo de un monográfico, cuando Visor echó la vista atrás y se dio cuenta de la magnitud de la colección.



Si se le pregunta al editor por los hitos de este Visor de Poesía, a bote pronto se le viene a la cabeza el fichaje de uno de los máximos exponentes de ese tipo de poesía clara y comprensible que no renuncia a la hondura, el del uruguayo Mario Benedetti: "No quería por nada del mundo ser publicado en la España de Franco. Aunque ya estábamos a finales de los setenta o principios de los ochenta, el régimen todavía era franquista. Me costó mucho convencerle, pero finalmente aceptó que publicáramos El inventario. Me llevé una gran alegría. Años más tarde me enteré de que había solicitado muchos informes para enterarse bien de quién era yo", reconoce el editor. "Y lo mismo me pasó con Jorge Guillén".



Pero, curiosamente, en ese mar de poemarios destacaba hasta ahora una ausencia: la de Antonio Machado, uno de los autores españoles más importantes del siglo XX y uno de los más queridos y respetados a ambas orillas del Atlántico. Por eso, Visor ha querido celebrar los 1.000 títulos de la colección con un volumen muy especial en el que hasta 85 poetas, miembros de la casa o amigos de ella, rinden tributo a Machado creando poemas nuevos a partir del célebre verso encontrado en el bolsillo del gabán del poeta muerto: Estos días azules y este sol de la infancia, que sirve también de título al libro.



En su prólogo, Visor valora la altura literaria y humana del poeta que murió en Colliure (Francia) en 1939, al poco de comenzar su exilio forzoso. "Antonio Machado sigue siendo un verdadero ejemplo para todos, lectores y ciudadanos. Por suerte las aguas del olvido no han podido arrastrar ni su palabra ni su magisterio".



Casi todos los poetas contactados aceptaron el encargo de Visor y, así, encontramos una larga y excelsa lista de la que forman parte José Manuel Caballero Bonald, Juan Bonilla, Cristina Peri Rosi, Antonio Colinas, Luis Alberto de Cuenca, Luis García Montero, Clara Janés, Raquel Lanseros, Antonio Lucas, Reina María Rodríguez, Elvira Sastre, Joan Manuel Serrat... Abre la colección la recientemente fallecida Claribel Alegría, y no llegó a tiempo, aunque quiso participar, Pablo García Baena.



Para Visor, este volumen demuestra que "la poesía española vive un auge como nunca hasta ahora ha tenido. Los medios de comunicación prestan a la poesía mucha más atención que antes y las redes sociales y los blogs han ayudado mucho a promover la poesía en los últimos años", celebra el editor.



A continuación reproducimos cuatro de los poemas contenidos en Estos días azules y este sol de la infancia. Poemas para Antonio Machado.



Joan Margarit. Tío Luis

En el fango del Ebro, el heroísmo.

Pero también contaba, aún para los vencidos

-y ya con pobres ropas de civil-

tener aquellos ojos, tez morena,

chulo de barrio de sonrisa fácil.

Lo destierran y lo meten en un tren.

En las largas paradas de la noche,

sentado entre fusiles,

siente cómo la guerra es una fiera

que en sus garras lo lleva hasta Bilbao,

sin equipaje, nada en los bolsillos.



Así lo dejan solo en el andén.

Cansado por el viaje y la derrota

se lava en una fuente: del fondo de sus ojos

surgen de nuevo su épica y las armas

de antaño, viejas armas de los bailes

de patios de domingo en Montjuïc.



Busca las calles de antros y fulanas.

Ya está muy cerca de ella. Su perfume barato

y la oscura mirada de unos ojos

en los que el rímel iza

negras banderas de anarquistas muertos.

Uñas de un rojo sucio

Son bandera que el Ebro iba arrastrando.



Y yo estoy orgulloso de escribir

como en sus buenos tiempos hizo la poesía,



los versos de una puta que salvaba

a un hombre y a ella misma por amor.

Esto ocurría al acabar la guerra.

Durante los que fueron para mí

estos días azules y este sol de la infancia.



Ida Vitale. Plazos

Ha pocas horas que pasaron

los minutos -inútiles- de paz.



Hace una vida que empecé

a ser, por puro azar, un río

que abrazó con sus aguas

otro entretejido cauce.



Siempre fue poco el tiempo que duró

aquel gentil rebatir tiempos.



Hace ya más de un año infinito

que empezó la insondable

soledad con cenizas.



Ahora, pasa "estos días azules

y este sol de la infancia",

la muerte sembró sombras

donde para aparezca.



Ana Merino. Cenizas

Estos días azules

y este sol de la infancia
,

este cuerpo cansado

que arrastra laberintos

y sombras desgraciadas.



Este rincón del mundo

donde todo se acaba

y yo vuelvo a ese anhelo

de risas dibujadas

que enhebraban los juegos

de mi niñez lejana.



La luz sobre los párpados

de mi alma asustada,

la soledad de un hombre

que se quedó sin nada

y solo tiene el tiempo

de la vida pasada,

invisible y dichosa,

esa vida inventada

de juegos y canciones,

de risa iluminada

en los días azules

que habitaban las infancias.



Joaquín Pérez Azaústre. Casa del sol naciente

Estos días azules y este sol de la infancia

me pregunto, hijo mío, qué será de nosotros,

con qué temblor o fiebre tocarás otras manos

y nadarás en aguas de mantas peligrosas

con lenta oscuridad en la arena fina

que tú sacudirás con tus pies fuertes.

Porque tú ya eres fuerte, ya eres tierno y hermoso

y eres mejor que yo

en todo cuando puede serlo un hombre.

Pero la vida, hijo, no te ha tocado aún, salvo en el beso

de una caricia ungida por su labio marino

y no hay calor o frío, hambre o sed que no queramos

presagiar para ti.



Hoy que la fiesta escampa su lluvia matinal,

hoy que nadas el mar de los aviones

con salvaje osadía, en valiente carácter

porque no tienes miedo,

hoy que danzas conmigo y tu madre en el canto

de panderetas viejas como un planeta en hombros

de cuero y nervios crudos, de músculo y acero

en los dedos sensibles, hoy que agitas las flores

y las hueles y besas con su miel prodigiosa,

quiere decirte, hijo, que vendrán los días duros.

Y habrá caminos anchos que recorrer a solas,

mientras tú los escuchas y golpeas en silencio.

Quiero decirte, hijo, que todos dejaremos

maletas sobre el rastro de los pasos nocturnos, poemas

inconclusos

como esta misma carta que no acabaré nunca

a tu madre y a ti. Pero la estoy escribiendo.

Pero la viviremos. Y yo estaré contigo

en tu sombra despierta que es mi mejor calor,

mi cobijo y mi amparo. Porque ya me has salvado

sin tener que escribir: todas tus noches

nos calienta la luz sobre la selva de los gatos dormidos

con ese brillo azul sobre tu casa

pura de sol naciente.



@FDQuijano