Cuando Mariana Enriquez (Buenos Aires, 1973) leyó por vez primera a Silvina Ocampo, “de niña y por casualidad”, sus cuentos le parecieron “rarísimos, como si Cortázar se hubiese vuelto loco. Me encantaron pero no se convirtió en una autora de cabecera para mí. No se puede devorar a Silvina: es demasiado intensa. Sus cuentos se leen poco a poco”, recuerda ahora.
Fascinada por el personaje, hace cuatro años publicó, por encargo de Leila Guerriero y para la Universidad Diego Portales La hermana menor, el libro que ahora recupera Anagrama sin cambio alguno, porque, para empezar, no cree “entenderla mejor hoy. Hay distancias de todo tipo, de edad, de clase, de círculos literarios, que son insalvables”. Le hubiese gustado conocerla, eso sí, y sabe que el libro es único, porque muchos de los amigos de la escritora argentina a los que entrevistó, como María Esther Vázquez, novia de Borges, murieron poco después.
Pregunta.- ¿Cómo es la Silvina Ocampo que emerge de estas páginas? ¿Sigue siendo una autora secreta?
Respuesta.- La que emerge es una versión de Silvina. Creo que ella quería ser secreta. Deliberadamente elegía mantener un aura de misterio. Y su obra tiene algo tan peculiar que, creo, siempre será misteriosa. Elegí una polifonía: muchas voces de distintas fuentes cuentan su versión de Silvina, la Silvina que conocieron (o sobre la que escribieron, cuando usé fuentes escritas). No siempre coinciden y elegí mantener ese prisma. Hay ciertas imágenes cristalizadas de Silvina: su excentricidad, cierta morbidez asociada a sus cuentos crueles, su sexualidad ambigua. El libro a veces confirma estas encarnaciones y otras veces las desarma. Trabajé con la memoria de los otros y de otros lejanos a su círculo más íntimo: su marido está muerto, también sus hermanas, y su hija, y la mayoría de la gente que la conoció íntimamente. Sus nietos la conocieron poco. De todos modos no busqué entrevistarlos. No escribí una biografía, no necesitaba ser tan exhaustiva.
Un aire de familia
P.- ¿Qué tienen que ver sus propios personajes con los de Ocampo, con esos niños crueles, asesinos, abusados, perversos?
R.-Yo no encuentro una influencia directa de Silvina en mi trabajo de ficción, pero los escritores nunca se dan cuenta de sus influencias subterráneas. Supongo que hay un aire de familia entre ella y yo. Si tengo que decir conscientemente de dónde salieron mis niños y adolescentes, digo sin dudar: de Stephen King. Es Carrie, son los niños de It, es el niño de El resplandor. Pero quizá, por genética rioplatense, sean también los de Silvina Ocampo. O un híbrido anfibio.
"Silvina le sacó el mejor partido posible a estar en segundo plano. Cuando se dio cuenta fue libre, hizo y escribió lo que quiso"
P.- A Silvina se la ha retratado siempre como el vértice menos interesante del triángulo Borges-Bioy-Ocampo: ¿es una visión machista, prejuiciosa...?
R.- Es una visión machista, sin duda. El tema de qué prefirió ella es complejo. Quedó en las sombras un poco por temperamento y otro poco porque los otros dos, o tres, porque Victoria Ocampo era una figura monumental, la dejaban en un segundo plano. Si a ella le gustaba esto, me permito dudarlo. Creo que sí le sacó el mejor partido posible. Cuando se dio cuenta de que no tenía los ojos públicos sobre ella, fue libre, hizo lo que quiso y escribió lo que quiso. Fue inteligente en su manejo del segundo plano. En mi opinión es mejor escritora que Bioy. Más atrevida, más original, con más gracia. Me gusta Bioy Casares, pero Silvina es mejor.
Mariana Enriquez destaca que la hermana de la escritora, la legendaria Victoria Ocampo, y Bioy jamás se entendieron por cuestiones estéticas pero también personales: “Creo que a ella Bioy le parecía un frívolo; él solía decir que Victoria era ‘mandona', lo que delata cierta irritación frente a una mujer fuerte. Supongo que a Victoria no le gustaba que Bioy tuviera tantas amantes siendo el marido de su hermana. Los Bioy eran sumamente caseros, además; a Victoria en cambio le gustaban las novedades, las fiestas, la vida pública, la política. Eran incompatibles.
Olvidar lo que se olvida
P.-Al retratar sus últimos años, recuerda una frase aterradora de Silvina, enferma de alzheimer: “Envejecer es no poder olvidar lo que se olvida” ¿Fue esa su peor condena, mayor que las traiciones de Bioy o las dudas sobre su talento?
R.- No creo que haya dudado de su talento o en todo caso dudaba como es sano dudar: si nos creemos geniales somos patéticos. Creo que un grado de inseguridad, para un artista, es normal y saludable. Supongo que los miedos, quizá incluso fobias, la paralizaron un poco. Pero vivió muchos años, tuvo muchas encarnaciones. Empezó a publicar a los treinta y cuatro años. Antes de eso tuvo una vida de la que se sabe francamente poco.
P.- Recuerda en el libro que había quien describía a Ocampo como una Borges femenina, como una autora que escribe y piensa como un hombre: ¿es un retrato machista o acaso pudo ser esa fue su intención alguna vez?
R.-Es totalmente machista, por supuesto. Lo que quiere decir esa descripción es que, como era buena escritora, tenía que tener cerebro de hombre. Y lo decia Wilcock, que era su amigo y era gay. Pero el machismo, en aquella época, era la reacción normativa. De todas maneras Silvina era, creo, como todos los grandes escritores, un ser andrógino. Sus cuentos, hacia el final de su carrera, directamente ignoran el género de los narradores. A veces incluso el/la protagonista cambia de género y no es siquiera una persona.
P.- Tras décadas de silencio, vuelve a reivindicarse a una autora como Lispector, con la que Silvina tiene tanto que ver: ¿ha llegado al fin su hora?
R.- ¿Cómo saberlo? Ojalá, porque Silvina era maravillosa.
P.-¿Cuál de todos sus libros de relatos debería leer quien no la conozca bien, y por qué?
P.- Lo mejor es empezar por La furia. Son sus cuentos más ocampianos: agudos, demenciales, inteligentes, con muchísimo humor y muchísima crueldad. Tiene su cuento más famoso, “Las fotografías” y el más increíble por su negrura y sexualidad retorcida, “Mimoso”.
Rumores, mentiras
P.-Vayamos con los rumores: ¿qué hubo de cierto en el supuesto romance entre Silvina y Marta Casares, la madre de Bioy?
R.-Es uno de los chismes favoritos de la literatura argentina, y de los más picantes. Juan José Sebreli asegura en un libro que se lo contó Arturito Álvarez, un dandy de la época. El rumor era que una mujer de alta sociedad, para evitar el escándalo, había casado a su hijo con su amante. Desde entonces se repite. Más que un rumor es una leyenda. Creo que, en parte, pudo surgir de cierta percepción sexista sobre la relación de Bioy y Silvina: ella era mucho mayor que él y aunque guapa, no era especialmente coqueta y era bastante andrógina.
P.-¿Y en el triángulo entre el matrimonio y su sobrina Genca?
R.-También hay varias versiones, lo que le sirvió a mi libro. Depende de quién lo cuente, la valoración o el juicio son diferentes. Que Bioy fue amante de Genca no hay duda, él lo consigna en sus diarios. No menciona, sin embargo, que Genca también fuese amante de Silvina. Sí lo mencionan amigos, algunos familiares, periodistas... Muchos dan por cierto que este fue el motivo de la distancia entre Victoria y los Bioy. También cambia la mirada sobre Genca según quien cuente el rumor: para algunos, ese romance destrozó a Genca, para otros ella era una mujer libre que no fue arrastrada a ninguna situación que le disgustara. Elena Garro lo ficcionaliza en su novela Testimonio sobre Mariana y ella no es muy amable con Silvina pero, Garro estaba enamorada de Bioy.
"Me gusta creer que Pizarnik y Silvina tuvieron un romance, pero no pude confirmarlo. Sólo quedan esas cartas terribles y ardientes de Alejandra"
P.- ¿Qué pasó de verdad entre Silvina y Pizarnik? ¿Fueron los suyos amores imaginados, deseados, imposibles?
R.-No encontré ni un testimonio desde el “campo Silvina” sobre este romance. La versión aceptada es que Alejandra se enamoró perdidamente. Sí tuvieron una relación de amistad, se visitaban, hablaban por teléfono. Alejandra le regaló a Silvina un cuaderno que ella usó para anotaciones, citas, posibles argumentos y que después se publicó con el título de Ejércitos de la oscuridad y una dedicatoria a Alejandra. Silvina no llevaba diario, lo que complica las cosas. Los que dicen que fueron amantes son todos amigos de Alejandra: el poeta Fernando Noy, por ejemplo, está convencido de que hubo un romance apasionado y no entiende por qué todos lo callan. La cuestión está muy dividida. A mí me gusta creer que tuvieron un romance, pero no pude confirmarlo. Quedan esas cartas terribles y ardientes de Alejandra. Me niego a creer que las causó sólo su amor imposible y no correspondido, aunque tantos me digan que, en efecto, así fue.
P.-¿Para cuándo un nuevo libro de relatos de Mariana Enriquez?
R.- Acabo de terminar una novela y estoy escribiendo relatos, pero todo está en suspenso ahora, porque la novela acabo de terminarla y los cuentos recién los empecé. Así que no hay nada que anunciar, creo.
Algunos que aún no llegaron
P.- ¿Quiénes son sus maestros, a quiénes lee?
R.- Leo mucho y mi lista de favoritos es interminable. Faulkner, King, Carson McCullers, McCarthy, Bret Easton Ellis, Hubert Selby Jr, Dennis Cooper, Aickman, las Brontë, Virginia Woolf, Coetzee, Chinua Achebe, Margaret Atwood, Ursula K. Le Guin, Borges, Joyce, Fitzgerald, Ford, Oates, Ballard, Bradbury, Felisberto Hernández, Angela Carter... Me interesan mucho Helen Oyeyemi, Busqued, Muzzio, Laird Barron, Kelly Link, Gaiman, Carrère, Hebe Uhart, Fogwill...
P.- ¿Y poesía?
R.- Me gusta mucho, especialmente Yeats, Eliot, Louise Glück, Rimbaud, Antonio Cisneros, Pizarnik, Blake, César Vallejo, e.e. cummings, Anne Sexton, Stevie Smith. Una mezcla total. Admito que tengo debilidad por los autores anglosajones, posiblemente porque leo inglés desde niña. Pero lo que más leo es poesía y género negro.
P.-Dicen que la mejor narrativa en español se hace en Hispanoamérica: ¿a quién no deberíamos dejar de leer?
R.-Yo creo que mucho de lo mejor se edita en España, como Maximiliano Barrientos, que publica en Periférica. O María Gainza, en Anagrama. O Paz Soldán, S. Schweblin y Antonio Ortuño en Páginas de Espuma. Puedo recomendar a algunos que creo todavía no llegaron: Liliana Colanzi es interesantísima, de Bolivia; argentinos como Mariano Quirós, Eugenia Almeida, Luciano Lam-
berti, Marcos Herrera, poetas como Elena Anníbali o Mariano Blatt o Camila Sosa Villada. Esteban Catalán, de Chile. Pilar Quintana, Margarita García Robayo y Maria Ospina de Colombia. Y estoy siendo injusta con muchos...