Simon Critchley: "El fútbol es una mezcla de deleite y asco"
Simon Crithley
El filósofo británico Simon Critchley publica En qué pensamos cuando pensamos en fútbol (Sexto Piso), un ensayo donde combina a Heideigger, Sartre y Gadamer con Zidane, Jurgen Klopp o Brian Clough para tratar de explicar qué es y qué experiencia proporciona el fútbol.
Pregunta.- ¿Cómo se aborda el fútbol desde una visión filosófica?
Respuesta.- Antes que filósofo soy aficionado, y aunque trate de sublevarme contra mis pasiones una de las fundamentales, probablemente la más intensa y constante es el futbol. Así que mi intención principal es tratar de dotar esta pasión de sentido. No he querido plantear una filosofía del fútbol, únicamente intento describir la experiencia que provoca desde un punto de vista fenomenológico, que es mi rama de estudio filosófico.
P.- Destaca el socialismo intrínseco en el fútbol, el sentido de comunidad que crea. ¿Sigue siendo así hoy?
R.- Sí y no. El fútbol se basa en contradicciones. Por un lado, la cultura del aficionado, que se remonta los orígenes del fútbol sí que es absolutamente comunitaria. Además, existe un socialismo en la naturaleza colectiva del propio juego, tanto a la hora de jugarlo como de presenciarlo. Sin embargo, esto entra en complejo equilibrio con el dinero, con un sistema capitalista, mercantilizado y corrupto. No debemos olvidar que el fútbol es un negocio que gira alrededor del dinero, dinero que muchas veces procede de fuentes más que cuestionables.
P.- Efectivamente, el fútbol cada vez mueve más dinero e intereses. ¿Qué queda del deporte sencillo de hace unas décadas?El fútbol es un negocio que gira alrededor del dinero, dinero que muchas veces procede de fuentes más que cuestionables"
R.- El fútbol siempre es una mezcla de deleite y asco. Se une la belleza del juego, de los cánticos de los hinchas, heredados de padres a hijos, del estadio a rebosar..., con la parte oscura que es el mercantilismo de los jugadores, la indecente cantidad de dinero que lo hace posible y la corrupción de las organizaciones corruptas como la FIFA. Sin embargo, en esencia creo que todavía permanece mucho del fútbol de los 70 o los 80. Está más internacionalizado, los jugadores están más en forma, beben menos, tienen más tatuajes, pero la esencia del juego es la misma. Siguen siendo veintidós tipos pateando un balón, y puede pasar de todo.
P.- Se culpa al fútbol de fomentar la violencia, el nacionalismo y el racismo. ¿Qué hay de cierto en todo esto?
R.- Puede ser cierto hablando de la violencia, ya que el fútbol en un juego físico y violento. Pero es una violencia controlada, disciplinada. Si no hubiera un ápice de violencia no sería fútbol. Pienso que todos los grandes futbolistas, como Zidane o Luis Suárez son un poco violentos. Sobre el racismo, pienso que ha sufrido un cambio espectacular y significativo en las últimas décadas y que en muchos lugares ya no existe. Todavía permanece en ciertos lugares, como Rusia, pero creo que dentro de otros veinte años será solo un recuerdo. Porque no tiene sentido en un mundo tan globalizado.
En cuanto al nacionalismo... es mucho más complicado. Es un sentimiento que depende mucho de los países, de la situación que vivan. Puede haber por ejemplo un nacionalismo irónico, como aquel que proclama Jean-Philippe Toussaint al decir, "Viva Bélgica", riéndose de un país completamente dividido. O puede ser cohesionador de una idea de país que no se uniría totalmente de otro modo, como ocurre en Sudamérica en general, en Rusia, o incluso aquí en España.
P.- Otro aspecto que destaca es que las conversaciones sobre él pueden aunar fe y razón, ¿cómo es esto posible?
R.- El fútbol consigue algo en lo que fracasa la religión y la política. Es cierto que está más relacionado con la fe, con la creencia ciega en tu equipo, pero a la vez está abierto a la razón, a la ecuanimidad. Puedo tener mucha fe en mi equipo, pero escuchando los argumentos de un fan contrario puedo cambiar mi opinión. Además tiene otra ventaja: su universalidad. Los líderes religiosos y políticos, los mitos, o el folclore son locales, pero el fútbol llega a todos lados.
R.- Opino que son viejos prejuicios elitistas, los mismos que trato de romper con mi trabajo hibridando todos los ámbitos de la cultura. El futbol ha sido visto durante mucho tiempo como patrimonio de la clase trabajadora, pero esto ha cambiado totalmente. Y ha cambiado no solo a nivel de público, sino a nivel de tratamiento especializado e informativo. Cuando era pequeño, la prensa deportiva tenía artículos muy predecibles y nada profundos, algo que ha cambiado radicalmente. También se han multiplicado las aproximaciones de pensadores y escritores, como el propio Toussaint o Eduardo Galeano. Así que espero que esa percepción de división entre alta y baja cultura, que ya está siendo cuestionada en muchos ámbitos, afecte también al fútbol.
P.- ¿Qué espera de un evento planetario como el próximo Mundial?
R.- Este Mundial encierra una de esas paradojas que hacen grande al fútbol. Sabemos que su celebración en Rusia es consecuencia directa de la corrupción de la FIFA, igual que lo será Qatar 2022 y que el amplio número de selecciones es producto del marketing. La FIFA ha decidido no potenciar ciertas regiones como África, cuyos combinados nacionales son menos potentes que muchos clubes europeos. Pero aún sabiendo esto, seguramente podremos disfrutar igualmente del Mundial. De nuevo contradicciones.
P.- Tras este análisis, ¿en qué pensamos al pensar en fútbol? ¿Qué genera la fascinación por él?
R.- La respuesta correcta es todo. Pensamos en todo. El fútbol es capaz de aglutinar todos los grandes temas filosóficos: el significado de la vida, el espacio, el tiempo, la racionalidad, las emociones, la pasión... Todo eso está en el juego. La fascinación creo que nace de dos aspectos que no tiene otros deportes más espectaculares. Por un lado, ver un partido te coloca durante una hora y media en un estado meditativo y proclive a la catarsis, estás a merced de que la aleatoriedad y el destino se impongan sobre el juego, un poco en consonancia con el teatro de la Gracia clásica. Por otro está esa esperanza constante, esa fe que te hace levantarte tras las derrotas y asimilar el perder. Por todo esto el fútbol es el deporte más grande del mundo.