Alberto Conejero

La Bella Varsovia. Madrid, 2018. 68 páginas, 10 €

Alberto Conejero (Jaén, 1978) ya anunciaba un incendio en el teatro, ese cuerpo a cuerpo con la vida que no rehúye la piedra oscura en el dolor. Si descubres un incendio, ebrio de tejidos expuestos a una sal introspectiva, es su estreno poético. La cita de Tennessee Williams es perfecta en contenido y tono, porque asistimos a un incendio vital devastador como estallido previo a una resurrección.



Poesía alumbradora, con el tiempo cazando entre los árboles y un Héctor que asiste a su caída como revelación en las puertas de Troya, nos enfrentamos a lo que seremos en los estupendos poemas "Un café en la calle Kamergesky", con un espejo hondo y mercurial, o "Fin de la estación fría". Días de cal viva, Bizancio y Lola Flores, trenes que conducen a los nidos de nuestras ausencias, palabras abolidas con su alfabeto extraño y esa luz inicial del desamor fundando un nuevo tiempo entre los labios de María Zambrano. Hay una hermosa ingravidez en estos poemas que parten de una ruptura y crecen hacia una cosmogonía del espíritu.

Si descubres un incendio

Si descubres un incendio,

la clandestina vendimia de las

[llamas,

atento a sus indicios,

sabrás que ha llegado el momento

de otra vida, aquella que soñaste

en días ¡tantos!, en los que

[estuviste muerto



(Fragmento)