Image: Joaquín Berges: El culto a lo real ha sustituido a la imaginación

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Letras

Joaquín Berges: "El culto a lo real ha sustituido a la imaginación"

22 noviembre, 2018 01:00

Joaquín Berges

Si con La línea invisible del horizonte o Una sola palabra, Joaquín Berges abandonaba la comedia de sus anteriores novelas y se ponía serio, con Los desertores el escritor emprende un viaje que va de la ficción a la realidad. O viceversa.

Si con La línea invisible del horizonte o Una sola palabra, Joaquín Berges (Zaragoza, 1965) abandonaba la comedia de sus anteriores novelas y se ponía serio, con Los desertores (Tusquets) el escritor emprende un viaje que va de la ficción a la realidad. O viceversa. Un salto, eso sí, a medias. "Hay una parte real, que está en el pasado, en 1916. Y una parte ficticia que está en el presente", explica el propio Berges.

En ella cuenta la historia de dos soldados, Albert Ingham y Alfred Longshaw, que se alistaron en el ejército para combatir en una de las batallas más sangrientas de la I Guerra Mundial, donde murieron más de 600.000 personas. Es, de hecho, en la tumba de uno de ellos, Albert, donde el escritor encontró la inspiración para escribir esta novela en las enigmáticas palabras que el padre ordenó inscribir en homenaje a su hijo. "Vi que ahí estaba la historia", comenta. A partir de ese punto, creó el personaje de su protagonista, Jota, un maduro abogado que revive sus propios fantasmas en el viaje que emprende hacia esta historia del pasado. "Él es un hombre de 2018, contemporáneo, que tiene unas insatisfacciones, unas debilidades, unos sentimientos encontrados a nivel familiar -analiza el autor-. Cuando se entera de esta historia de los desertores se conmueve y decide hacer una peregrinación hacia allí para poder leer esas palabras en directo".

Según el propio Tolkien la ciénaga de los muertos que aparece en el 'Señor de los anillos' es el campo de batalla del Somme"

Pregunta. Como su protagonista, también hizo esa misma peregrinación al Somme para escribir esta novela, ¿cómo vivió esa experiencia?
Respuesta. En realidad era una obligación moral para mí porque no me gustaba documentarme a través de internet más de lo estrictamente necesario. Me parecía una injerencia hablar sobre una zona sin haberla visitado. Lo que hice fue ir de vacaciones en el verano de 2017 al Somme. Allí hay un montón de sitios para visitar. Hay monumentos funerarios de los ejércitos para sus soldados y campos de batallas con sus trincheras y agujeros de obuses y cráteres de minas que explosionaron. Y hay cementerios, muchos cementerios, 155 cementerios de soldados. Y por supuesto fuimos a visitar las tumbas de los dos protagonistas de la parte real de la historia, Albert y Alfred, que están allí enterrados. Fue un momento muy emocionante porque yo ya había escrito la mitad de la novela cuando fui y ya los había tratado de alguna manera. Al llegar allí me di cuenta de que no eran personajes de ficción, eran personas que habían existido de verdad. En ese momento, la ficción y la realidad se juntaron, o quizás se separaron del todo.

P. ¿Y quiénes eran Albert y Alfred?
R.- Los dos soldados formaban parte de los batallones de camaradas. Se llamaban así a una forma de reclutamiento que se inventaron los ingleses que consistía en prometer a las familias, a los amigos, si se alistaban juntos, que se entrenarían y combatirían juntos. Con un sistema tan sencillo lograron reclutar a más de 200.000 jóvenes. Les hablaron de una batalla ideal donde la artillería iba a destrozar las líneas alemanes y poco más que había que ir a hacer algún prisionero y hacer un balance de daños. Eso es lo que les contaron. La realidad fue muy diferente.

P. ¿Qué falló?
R. La artillería no fue tan efectiva como ellos creían ni muchísimo menos y al final lo que resultó fue una carnicería. Todos los que habían ido cantando acabaron muertos o llorando. Las cifras hablan por sí solas. En la batalla del Somme murieron 600.000 jóvenes ingleses, franceses y alemanes entre 20 y 30 años. Una generación entera perdida. Hubo unos cuantos desertores. Algo totalmente comprensible. Lejos de mostrar cobardía estos desertores demuestran valentía. La valentía de hacer valer su condición de individuos frente a esta colectividad militar que estaba totalmente fuera de la realidad. Ellos lucharon por su vida, realmente. Por sobrevivir. Lo que pasa es que fueron capturados y no tuvieron ningún futuro.

P.- De hecho, es la peor derrota que vivió el ejército británico en sus tropas, ¿no?
R.- Sí. Sigue siendo considerada la peor derrota del ejército británico. Fue tal así que el mismo Tolkien, que estuvo allí cuando tenía 24 años, dijo que la ciénaga de los muertos que aparece en El señor de los anillos es el campo de batalla del Somme. Él quedó horrorizado por lo que vio. Y también se dice que la batalla final del libro está inspirada en esa batalla. Tiene una repercusión no solamente en la vida real de los soldados sino incluso en la historia de la literatura.

P.- Es la primera vez que no escribe solo ficción, ¿cómo se ha sentido tratando con hechos reales?
R.- Es un debate que me parecía muy interesante porque antes la ficción estaba por encima de la realidad en la literatura y en el cine. De hecho se decía que cualquier parecido con la realidad era pura coincidencia. Era un culto a la ficción y a la imaginación. Sin embargo, ahora desde hace muchos años, lo que prima es la realidad, el basado en hechos reales. Hay un culto a lo real que ha sustituido a la imaginación. Nada puede ser más grande que lo real. Yo quería participar de ese debate, por eso construyo dos historias separadas por cien años en el tiempo, una real y otra de ficción. De hecho, lo que hace mi protagonista es un viaje en el tiempo, pero también de la ficción a la realidad.

P.- Pero ¿es cierto eso de que la realidad es peor que la ficción?
R.- Considerando el dramatismo que se vivió en este caso en concreto, la realidad se impone a la ficción. Pero he tenido la suerte de encontrar también otras sorpresas que no me esperaba, también reales, como por ejemplo la participación de los poetas de la guerra, los war poets, que son una generación de poetas que estaban muy bien formados en los mejores colegios y universidades. Ellos fueron a la batalla, también se alistaron con el mayor entusiasmo y, por supuesto, murieron la mayoría. Fue una generación literaria perdida. Muchos de ellos escribieron sus poemas allí, en las trincheras, y son un testimonio sumamente interesante por la subjetividad, por la visión y las imágenes que son capaces de transmitir con emoción y conmoción.

P.- Hábleme de esos poetas de la guerra que incluye en esta novela, ¿por qué decidió incluirlos?
R.- En realidad, son soldados que quizás nunca hubieran escrito nada en su vida, pero al estar cerca de poetas profesionales en la intimidad de las trincheras, se animaron y escribieron sus versos. Lo que yo he visto es que la poesía es una liberación intelectual, emocional y lírica y, en este caso, en esa pesadumbre de las trincheras, con fango, con frío, con ratas y con muerte, más que nunca es una liberación. Los soldados en las trincheras se dedicaban a dos cosas: escribir y leer. Esa era su liberación. Ellos escribían cartas y escribían y leían poemas. Me pareció tan sorprendente que entre semejante penuria hubiera una luz que no he podido menos que incluirlos.

P.- Los desertores, como su propio título indica, habla además del abandono, ¿era un tema que le interesara?
R.- Creo que todos somos un poco desertores. Creo que es un comportamiento típicamente humano. No es lo mismo la deserción en tiempos de guerra, que se hace para salvar la vida, que en tiempos de paz, que es para salvar la identidad, la memoria o la libertad. Pero tenía mucho interés. Por eso construyo una familia de personajes muy insatisfechos.

P.- Desde que publicó su primera novela, El club de los estrellados ha trabajado la comedia, el drama o, como ahora, la épica, ¿hay una evolución más hacia el drama?
R.- Parece una evolución, porque es verdad que las primeras novelas son más cómicas, después está La línea invisible del horizonte que es un poco más seria, hay un juguete cómico en medio que es Nadie es perfecto y después viene Una sola palabra y Los desertores, este dramatismo ya más épico. Y parece que hay como una evolución hacia el drama proviniendo de la comedia. Pero no me gusta verlo así porque en cualquier momento voy a volver al humor. Yo aspiro a tener dos voces, dos tonos, uno más dramático y otro más cómico. A nivel creativo me viene muy bien tener dos voces. Es un poco la alternancia pierna derecha y pierna izquierda para caminar. Me da como una inercia narrativa. Lo que pasa es que también es verdad que va conmigo. Procuro que en mi vida haya humor. No deja de ser una forma de modificar la realidad, de deformarla. Conviene deformarla de vez en cuando para hacerla un poco más liviana.

@mailouti