Féliz J. Palma

Conocido por la Trilogía Victoriana que le encumbró al éxito con más de 100.000 lectores en todo el mundo y presencia en más de 25 países, Félix J. Palma (Sanlúcar de Barrameda, 1968) se aventura por primera vez en el género negro con su última novela, El abrazo del monstruo (Destino), en la que incorpora algunos elementos fantásticos. Una historia sobre un escritor, Diego Arce, que diez años atrás triunfó con su primer libro, Sangre y ámbar, en la que narraba el relato de un cirujano psicópata. Apodado el Monstruo, ahora su personaje cobra vida en la ficción para vengarse del autor y secuestrar a su hija, cuya integridad corre peligro al menos que su padre acceda a cumplir todas sus exigencias.



Confiesa el escritor que tras los siete años que estuvo con la Trilogía victoriana, "con una labor ingente de documentación", sometido a una voz narrativa que, aunque le divertía mucho escribirla, "tras tres novelas y cerca de dos mil páginas ya estaba un poco cansado de ella", le atraía cambiar de aires, "hacer una novela de la actualidad y a ser posible que se desarrollara en Barcelona".



Pregunta. En El abrazo del monstruo cambia además de registro y se separa de ese universo que creó en sus libros anteriores, ¿cómo abordó su escritura?

Respuesta. Suelo planificar mis novelas porque vengo de la escritura del cuento. Y el cuento que a mí me interesa escribir es el de un mecanismo de relojería donde todas las piezas encajan y conducen hacia un desenlace sorpresa para el lector. Me gusta engañar al lector honestamente, dándole de antemano todas las claves para que él mismo pueda adelantarse al resultado final. Intento ajustar mis novelas también a este tipo de mecanismo. Lo hice con la Trilogía Victoriana, donde continuamente hay vueltas de tuerca para el lector, y lo he hecho con esta en la que es mucho más fácil porque es un thriller. También intenté que fuera una novela contrarreloj. La novela transcurre en doce días y yo quería que el lector sintiera esa angustia y esa soledad que siente Diego en la responsabilidad que tiene.



P. ¿Y cómo ha resultado su experiencia con el género negro?

R. Desde el principio tuve claro que tenía que ser un thriller y eso me dio un poco de miedo porque hasta ahora había escrito literatura fantástica. Pero había leído novela negra y estaba familiarizado con ella. Al final, me puse a ello siguiendo sus mecanismos pero también intentando renovarlos un poco. Con la novela negra lo que pasa hoy es que casi hay una plantilla predefinida. Ya sabes, el culpable es el que parece más inocente... Una serie de convenciones que son muy difíciles de renovar. Entonces lo que intenté fue mezclarla con otro género, el fantástico, para que no solo fuera un thriller al uso sino que transcendiera un poco con la posibilidad del género fantástico, de que el personaje no sea alguien suplantando al monstruo sino que sea el propio personaje.



P. Ya que lo menciona... ¿cómo es ese monstruo del que escribe?

R. Por un lado, Diego se tiene que enfrentar a un monstruo real para saber quién es el secuestrador de su hija, pero a su vez quería que el lector comprendiera que también se está enfrentando a un monstruo metafórico, que es el monstruo que todos llevamos dentro. Es el que está hecho de los retales de nuestro egoísmo, de nuestra inseguridad y de nuestras pequeñas mezquindades. Ese es el monstruo que el escritor realmente tiene que vencer, prueba a prueba, para ser ese héroe que su hija necesita.



"El monstruo del libro está hecho de los retales de nuestro egoísmo, de nuestra inseguridad y de nuestras pequeñas mezquindades"

P. Además, comparte profesión con su protagonista, que es también un escritor, ¿qué tiene en común con él?

R. Creo que bastante. Una de las cosas que me gustó, al poner a un escritor capitaneando la novela, era, por un lado, que los escritores no somos animales de acción, pasamos el 90% de nuestra vida trabajando en un despacho, y me gustaba convertirlo en una especie de héroe de acción. Pero por otro lado, en cuanto a él como padre, no quería que fuera un padre modélico o ejemplar, porque eso le iba a quitar todo el suspense a la novela. Yo quería que fuera un hombre normal y corriente. Muchas veces me ponía en su lugar y me preguntaba si yo sería capaz de enfrentarme a ello. Me gustaba ponerlo en esa situación en la que el amor por su hija no fuera tan importante como su resistencia al dolor, por ejemplo.



P. Uno de los temas que toca su novela, de hecho, es la paternidad, ¿le interesaba indagar en ello con la ficción?

R. Creo que es un error tener el tema antes de la novela o el cuento, porque te encorseta demasiado. Yo nunca me planteo el tema a priori. El tema surge. Lo de la paternidad, lo que harías por una hija, el tema de que ella te ve como un héroe pero tú no te sientes héroe y disimulas... todo eso va llegando después, a medida que vas desarrollando la idea general. En esta novela aparece también mucho el tema de los monstruos de la infancia. El adulto es el resultado del niño que fuimos.



P. Precisamente la paternidad que se plantea, es una paternidad con inseguridades y desperfectos, ¿no?

R. Eso me permitía hablar sobre la figura del héroe. Ningún personaje, ni la madre ni la hija, dudan de que Rocamora -el inspector del caso- sea un héroe capaz de rescatarla pero de Diego, sí. Dudan todo el rato. Eso sí me interesaba mucho porque él de alguna manera tiene esa responsabilidad sobre sus hombros que le genera todo un dilema y que a la vez, a medida que va haciendo las pruebas, le sirve de catarsis.



P. Aunque de pasada, su personaje se queja en un momento de que critiquen su obra por una cuestión técnica de documentación, ¿qué importancia le da usted a estas críticas y al uso de la documentación en sus novelas?

R. En la Trilogía Victoriana me tuve que documentar muchísimo y es verdad que tuve algún comentario de algún lector que me señaló algún error de documentación. Eso se agradece siempre que te lo digan. Lo que ya no me parece bien son esos lectores que por errores de documentación consideran que la novela es mala. Porque los errores de documentación, a no ser que sean garrafales, los puede cometer todo el mundo. Pero lo que hace Diego ahí es un poco cuidarse en salud. Porque los pasajes de Sangre y ámbar a veces necesitaban que las cosas no fueran del todo como son en realidad para hacer ciertas escenas...



P. Y ya como lector, ¿le influyen las lecturas que realiza cuando está escribiendo?

R. Siempre intento leer lecturas relacionadas con lo que estoy escribiendo. En este caso, leí mucha novela negra y mucho thriller. Me puse al día. También me pasa que, cuando tengo el tono de la novela, me gusta leer autores que me estimulen para escribir. Autores que uno tiene de cabecera que con leer un párrafo suyo ya te dan ganas de escribir.



P. ¿Por ejemplo?

R. Nabokov, Martin Amis o Daniel Pennac son autores que siempre suelo releer porque me impregnan de una música y de una cadencia que a la hora de ponerme a escribir de alguna manera me contagia. Me pasa todo lo contrario con otros escritores. Si leo a Carver, por ejemplo, no me dan ganas de escribir. En cambio leer a Umbral sí me parece muy inspirador.



@mailouti