María Zambrano (Vélez, 1904 - Madrid, 1991) tenía 86 años cuando escribió su obra sobre el exilio, Los bienaventurados (1990). Murió al año siguiente. Ella misma había pasado más de la mitad de su vida exiliada en el extranjero antes de regresar a una España que empezaba a reconocer su valía. Primero con el Premio Príncipe de Asturias en 1981, más tarde con el Cervantes (1988). Pero a la fiel discípula de Ortega y Gasset lo que le interesaba era el pensamiento. Con un espíritu inagotable, también en aquellos tiempos, y aunque con ayuda de terceros, siguió escribiendo. Fruto de aquella etapa son sus seis obras finales sobre la razón poética de la filosofía que publica hoy Galaxia Gutenberg.
Aunque echó a andar en 2012 salvaguardando los restos del naufragio, fue hace diez años, en 2009, cuando el proyecto de reunir las obras completas de María Zambrano en una publicación empezó a fraguarse. Publicado en una cuidada edición crítica y rigurosa, aquella aventura que comenzó con medios muy precarios, alcanza su plenitud hoy, con la presentación de este cuarto volumen, repartido en dos tomos, que reúne, por tanto, los seis últimos títulos que la filósofa escribió entre 1977 y 1990. Por orden, Claros del bosque (1977), De la Aurora (1986), Senderos (1986), Algunos lugares de la pintura (1989), Notas de un método (1989) y Los bienaventurados (1990), componen este título que aglutina la madurez filosófica de su autora.
Avalada por el respaldo de la crítica y los lectores, según señala el director de la editorial, Joan Tarrida, "María Zambrano sigue despertando cada vez más interés, tanto aquí como en Latinoamérica". Algo que se ha traducido ya en la reedición de varias de sus volúmenes anteriores y que da pie para proseguir con este proyecto que concluirá, confían, en 2022 o 2023, con la publicación de otros tres libros.
El camino, no obstante, no ha sido fácil. Figura poco reivindica -la propia Academia "no sabe qué hacer realmente con ella", señala el director de estas Obras Completas, Jesús Moreno Sanz-, tal vez su condición de mujer, republicana, no doctora, o una mezcla difusa de todos estos componentes, unido a que ella misma cultivara "todas las imprudencias político-sociales posibles", ha provocado que se haya escatimado, en parte, en el esfuerzo por enfatizar la memoria de esta pensadora española que, en palabras del crítico, es una de las grandes filósofas de nuestra cultura. "Primero Unamuno, después Ortega y luego está ella", afirma con seguridad.
Acompañados, durante la presentación de estas obras, por el decano de filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, Juan Antonio Valor, el profesor, que ha reivindicado nuestra tradición filosófica y la edad de plata de la cultura española, ha recordado precisamente que "autores como ella nos dan un sello propio reconocible tanto en Europa como en el resto del mundo".
Con todo, aunque, como señala Tarrida "no se publican muchos volúmenes de obras completas en España" por las dificultades propias que este tipo de proyectos presentan, sorprende, cuanto menos, que hasta ahora Zambrano estuviera "muy mal editada", según incide el director del proyecto. Una falta de rigor que incluye incluso la supresión de citas o de páginas enteras, como es el caso de la página y media perdida sobre la nada, "tema absolutamente capital" en la trayectoria de la filósofa.
Es, de hecho, el propio Moreno Sanz el primero en entonor el mea culpa y ponerse como ejemplo de esta mala gestión. "Yo estaba convencido de que había hecho una excelente edición de De la Aurora, en el año 2004 porque la primera edición -1986- fue un desastre. Y lo fue porque María tenía mucha prisa en sacarla, no se quería morir sin publicarla". El resultado de aquella experiencia fue tan desastroso que, dieciocho años después, él mismo volvió a reeditarla con una segunda edición que tampoco tenía "el rigor", afirma, que sí que alcanza ahora.
Pero más allá de las prisas de la autora por publicar, Jesús Moreno Sanz apunta a que la mala edición de su obra se debe "en general, a los avatares del exilio" que sufrió Zambrano. Además, "María tenía que contar siempre con ayudas, era un desastre escribiendo a máquina, basta ver los manuscritos". Unos documentos que particularmente junto a Pedro Chacón y Fernando Muñoz se han encargado de "machacar" para la actual publicación hasta conseguir descifrar cada palabra.
"Esta obra es cualquier cosa menos sencilla -precisa Moreno Sanz-, es muy compleja pero muy coherente y de una gran continuidad". El gran problema de la filósofa, concluye, "es que hay que entender cada palabra".