Ya en su época, la escritora y periodista Emilia Pardo Bazán (A Coruña, 1851-Madrid, 1921) tuvo que convivir con una inusitada colección de tópicos. Radicalmente independiente y libertaria en cuestiones de pensamiento y moral, su gusto por meter baza en todas las polémicas contemporáneas, especialmente las políticas, hizo que le lloviesen críticas desde todos los frentes en la polarizada España del siglo XIX, pues para los conservadores no era suficientemente reaccionaria y rigurosa moralmente, y para los progresistas era una beata católica, cosa que nunca fue. Pero el peor prejuicio de todos, y el más injusto, fue el que le acompañó por ser una mujer escritora, y encima exitosa y de calidad, lo que le hizo blanco de numerosas ofensas perpetradas por los popes literarios de la época.
Presa de este cóctel de medias verdades y opiniones sesgadas cayó durante un tiempo la catedrática e historiadora Isabel Burdiel (Badajoz, 1958), ganadora del Premio Nacional de Historia en 2011 por una estupenda biografía de Isabel II, que en el pueblo pontevedrés de Cambados, donde pasó su infancia y adolescencia ya descubrió los comentarios y risas extrañas que acompañaban al personaje. "Luego se me difuminó el interés porque la catalogué como una señora muy conservadora y católica que había escrito algunas cosas que estaban bien", explica a El Cultural. "Pero cuando los editores de la colección Españoles Eminentes pensaron, por fin, que estaría bien incluir a una mujer de repente se me hizo la luz y aproveché la ocasión. Así nació esta monumental biografía Emilia Pardo Bazán, editada por Taurus y la Fundación Juan March, donde la historiadora explora las contradicciones de la vida de Pardo Bazán, marcada por una radical independencia, y las innovaciones e influencia de su muy vigente obra literaria.
Escarbando en el personaje, Burdiel descubrió la complejidad de acercarse a una mujer conscientemente ambigua y refractaria a las definiciones. "Cuando empiezas a tener la sensación de que la conoces se te pierde, pero esa indefinición y ambigüedad calculada que mantuvo en muchos ámbitos es también lo que la hace tan divertida, tan transgresora, y tan capaz de decir cosas nuevas. Pardo Bazán no te aburre nunca y ni te parece sabida", valora Burdiel. Sin embargo, con el bagaje de siete años de trabajo, se atreve a intentar delinearla, por lo menos literariamente, en unas pocas palabras: "la definición fundamental es que es una extraordinaria escritora, una maravillosa cuentista y una novelista fantástica. Fue clave para el cambio de registro de la novela en el siglo XIX, a la altura de Galdós y Clarín sin duda".
"Pardo Bazán fue clave para el cambio de registro de la novela en el siglo XIX, a la altura de Galdós y Clarín sin duda"
La biografía de Burdiel no aporta datos nuevos sobre una vida más que conocida y documentada, en su mayor parte por la propia escritora, pero sí asegura haber hecho "una reinterpretación, una recomposición de lo sabido. He analizado punto por punto la recepción crítica de su obra en su momento, es decir, los debates que suscitó en su época, explorando la idea de ubicar al personaje totalmente en su tiempo y ver cómo se leía entonces", explica. La historiadora se centra de este modo, además de en la importancia literaria, en su papel político como columnista y periodista. "Aparece un personaje mucho más político de lo que conocíamos hasta ahora. La política y toda la cuestión de la construcción de la nación española le interesaban muchísimo y monopolizaron loa mayor parte de sus escritos en prensa. Lo dejó muy claro desde el principio: 'yo estoy contribuyendo a crear una nación'".
¿Católica y feminista? Pues sí
En este sentido, Burdiel encuentra muy importante intentar "descubrir por qué sus pregunta políticas en general, incluyendo una muy importante que es la de la emancipación de las mujeres, llegan hasta la actualidad, qué tiene que decirnos todavía Pardo Bazán y por qué se la puede leer en el siglo XXI con plena vigencia". Preguntada sobre qué corriente política o ideológica actual sería de su gusto, Burdiel asegura que a pesar de lo anacrónico de la pregunta no tiene ninguna duda de que "sería claramente feminista. De hecho, en su día tuvo una disputa irreconciliable con los liberales, pues creía que al conceder derechos sólo a los hombres y dejar a la mujer en la esfera privada abrían una brecha enorme entre ambos sexos".
Otro aspecto clave de su personalidad, y muy atacado por los círculos progresistas, fue su catolicismo, que Burdiel enmarca en una esfera lógica en aquellos años además de privada. "Era católica, como la gran mayoría de españoles de la época, y la religión era para ella importante como una manera de orientarse espiritualmente, pero no fue nunca ni beata ni supersticiosa", afirma. "De hecho, tiene afiladas y brillantes páginas escritas en contra de la beatería y la superstición femeninas, e incluso plantea que los grandes liberales españoles eran muy liberales en cuanto a ellos mismos, pero a la hora de buscar mujer elegían siempre a una centrada católica".
Pero más allá de ideologías, de la religión, e incluso de su condición de noble, Pardo Bazán, que recibió una educación ampliamente progresista, rompió en muchos aspectos la encorsetada moral que asociamos directamente al siglo XIX. Aunque quizá no tanto como se ha dicho, pues como reconoce Burdiel, "desde el punto de vista de la moral, tenemos una idea demasiado estereotipada del siglo XIX. En este sentido, y sobre todo en su ambiente social de alta alcurnia, no era nada inhabitual que las mujeres tuvieran amantes. Era más raro entre la clase media, mucho más puritana", apunta. "De todas maneras", prosigue, "esa imagen de Pardo Bazán como devoradora de hombres y promiscua es totalmente incierta. Tras separarse de su marido tuvo varias amistades masculinas, pero casi ninguna de carácter amoroso, excepto dos, una de ellas con Galdós. O sea, que no fue un carrerón", bromea.
Sobre esta relación, de la que se han vertido océanos de tinta, empezando por las muchas cartas cruzadas entre ambos protagonistas, Burdiel sólo tiene buenas palabras. "Hicieron algo muy bonito juntos, intentaron construir una relación entre iguales en la que se combinaba lo emocional, lo imaginativo, lo literario y lo amoroso", valora. "Duró lo que duró, pero tras romper se respetaron y se protegieron siempre de la maledicencia literaria, ella a él en los ambientes conservadores, y él a ella en los liberales".
Además de mujer, escritora
Por el contrario, Pardo Bazán se lanzó en el inicio de su carrera literaria a escribir novelas naturalistas, que ya eran entonces escandalosas si las escribían los hombres, para más las mujeres. "Intentó competir en la primera línea del mundo literario de su época, en el que eran todo hombres. Capacitada estaba de sobra, pero ellos eran refractarios", incide Burdiel. Por ejemplo Clarín, que comenzó siendo amigo suyo y admirándola mucho, cuando su fama y su éxito fueron creciendo y discutiéndole a él se convirtió en su enemigo. No fue el único. "En el caso de Clarín influyeron los celos, pues hay que recordar que La regenta no tuvo éxito hasta mucho más tarde", explica la historiadora, que insiste en que "es importante recordar que tuvo muchos apoyos. Hubo muchos misóginos, pero otros tantos que no lo eran, a pesar de lo que se dice de la época. Los auténticos grandes, como Giner de los Ríos, fundador de la ILE y muy amigo suyo a pesar de las diferencias ideológicas, Rafael Altamira, y Galdós, por supuesto, fueron incondicionales suyos".
Buena parte de estos detractores lo eran por razones de prestigio e influencia, pues Pardo Bazán gozó muy pronto de un rotundo éxito acompañado de multitud de lectores y un sorprendente número de traducciones a varios idiomas. Ella, que entendía la literatura como un campo de libertad, se planteo, y consiguió, vivir de su escritura y ser escritora profesional. "La literatura fue lo fundamental de su vida, su gran pasión. Fue muy leída y muy célebre en su época, y entró en el canon literario relativamente pronto, tuvo una realización enorme y fue muy feliz con sus éxitos", reconoce Burdiel. Pero además, su trayectoria literaria tuvo la importancia de ser pionera en varios ámbitos.
"La literatura fue lo fundamental de su vida, su gran pasión. Fue muy leída y muy célebre en su época y cosechó un gran éxito"
"Su influencia fue fundamental", afirma rotunda la historiadora. "Asentó el realismo de corte inicialmente más naturalista, que luego hizo evolucionar a una novela de más psicológica con fuerte influencia de la novela rusa, que introdujo asimismo en España", enumera. "Además, fue autora de unos cuentos muy modernos y fue fundamental para el prestigio literario del género. Pero también supo evolucionar y abrazar con el tiempo corrientes como el modernismo. Sus dos novelas de principios de siglo, La quimera y Dulce dueño tuvieron una gran influencia en el modernismo español, y en ese sentido es difícil infravalorar, a no ser que se quiera, su importancia", remacha.
Un humor sin cinismo
Sin embargo, al final de su vida sintió, "como le pasa a todo el mundo al envejecer, que ya no era su tiempo y empezaba a ser el de otros", explica Burdiel, que concede gran peso en la biografía a este declive. "Tuvo que tirar de su muy acusado sentido del humor y la ironía, nunca en el cinismo, para contrarrestar la melancolía que le producía ir perdiendo pie en el mundo". Su figura como otras de entonces, se fue desdibujando algo con los años durante el siglo XX. "Ya desde la generación del 98 hubo una especie de desprecio por los escritores decimonónicos realistas y por la propia idea de realismo", afirma la historiadora. "Los escritores de las Vanguardias, llamaban a Galdós 'escritor garbancero', y si Galdós, que es un escritor enorme, era pensado así, ella también, claro. El cambio de ritmo literario hizo que esta generación fuera un poco abandonada, pero hoy por hoy todo el mundo reconoce su grandeza".
Una grandeza que para Burdiel trasciende lo literario en el caso de Emilia Pardo Bazán. "Por una parte, deja el enorme legado de una extraordinaria escritora que renovó la novela de su época, porque hay que recordar que el realismo era lo moderno en el siglo XIX en contra del romanticismo antiguo", apunta. "Un legado literario extraordinario de vitalidad enorme y un ejemplo de dinamismo, pues ningún escritor de su generación se reinventó a sí mismo tantas veces como ella". Pero también, y quizá en ciertos aspectos más importantes, es para Burdiel su trayectoria personal, donde destaca una cosa por encima de todo "el valor de la libertad, el valor de la búsqueda de la libertad a pesar de los costes con la confianza de que merece la pena". Como fue su caso.