Desastres naturales, hambrunas, guerras, crisis humanitarias como el ébola o matanzas terroristas como las de Boko Haram... Ésa es la realidad cotidiana que los medios nos acercan habitualmente sobre África, perpetuando una visión sesgada que alimenta nuestros prejuicios sobre un continente que es mucho más que dolor. Una obviedad de esas que debemos recordar constantemente, como afirma el periodista Xavier Aldekoa (Barcelona, 1981), que en su libro de crónicas Indestructibles (Península) recorre más de 20 países narrando historias dramáticas y felices, sobre seres humanos que no se rinden, que en lugar de víctimas son protagonistas de sus vidas.
“Al poner a todo un continente en esa etiqueta de víctima lo que creamos precisamente es una víctima”, explica el periodista. “Si vas con la idea de entrevistar a una víctima probablemente te encuentres con una víctima al otro lado, por eso tenemos que tratar de cambiar nuestra mirada, porque al abrirla veremos que África es un continente que tiene una gran diversidad y riqueza que muchas veces no sabemos advertir por estos prejuicios”.
Corresponsal de La Vanguardia, reportero para varios medios y cofundador de la Revista 5w, Aldekoa empezó a soñar con viajar a África a raíz de las historias que su padre les contaba a él y a sus hermanos de niño. Con 20 viajó a Malí por primera vez, y desde entonces lleva casi dos décadas recorriendo el continente de punta a punta. De adolescente, a principios de los 90, leía las crónicas de otro corresponsal, Alfonso Armada (Vigo, 1958), que tras cubrir la Guerra de Bosnia aterrizó en África para narrar uno de los mayores dramas de su historia, el genocidio de Ruanda, como refleja en sus ahora reeditados Cuadernos africanos, donde además del horror también hay espacio para la esperanza.
“Me llamaba mucho la atención que en un periódico como El País, que dedicaba tanto espacio a información internacional, no se hablara casi nada de África. En Europa, nuestro interés por el continente era básicamente aventurero, nacido de los libros de Salgari, Verne, Conrad, de Tintín y los mapas, un interés más literario y geográfico que político o social”, recuerda Armada. “Había una lucha constante para persuadir a los jefes de que África era importante, de que estaba ahí al lado. A fuerza de insistir, cuando llegaron a empezar noticias pavorosas de Ruanda, acabé yendo allí en 1994, siete días después de que fueran asesinados los presidentes de Ruanda y de Burundi, y acabé siendo corresponsal durante cinco años”.
Mirar más allá de la cicatriz
En este punto, Aldekoa recuerda que África “es un continente que está en continua evolución. Son unas realidades muy cambiantes donde la media de edad son 15 años, y además está inmerso de lleno en un cambio tecnológico y social, con el auge de los movimientos feministas y sobre todo la cuestión educativa. Es un continente cada vez más educado y esa es la palanca de cambio definitiva en cualquier sociedad”. Como ejemplos positivos de este cambio cita países como Sudáfrica, “que hace 30 años era el pozo de racismo del mundo, o la propia Ruanda, donde estaba ocurriendo uno de los mayores genocidios de la historia de la humanidad, y han cambiado radicalmente. También Etiopía, que era un país que vivía hambrunas terribles de manera cíclica y ahora es la gran esperanza económica, social y de derechos humanos del continente con la mitad de su gobierno formado por ministras y con una presidenta”.
Miedo vs. Oportunidades
En este sentido, ambos reporteros comparten que normalizar nuestra relación con África pasa también, sin caer en el paternalismo que citaba Armada, en mantener intercambios de todo tipo como con el resto de países del mundo. "En lugar de temer a la inmigración, Europa debería advertir y aprovechar las grandes oportunidades que ofrece el continente. Por ejemplo, aquí estamos usando el banderín demográfico del miedo, algo que no tiene sentido en un país con los problemas demográficos que tiene España", apunta.
Además, asegura que este repliegue nacionalista de Estados Unidos y Europa está siendo aprovechado por países como China, Rusia o India. "China es muy hábil, pues se está garantizando materias primas para su gran crecimiento económico, y además apoyo político en Naciones Unidas para evitar injerencias internas, y está sacando mucho rédito político de su interés en África", advierte.
En definitiva, "debemos hacer negocios con ellos, informar sobre qué ocurre allí y potenciar los intercambios culturales y literarios. Prestarles atención política y económica para que dejen de ser invisibles, porque la información sobre África sigue siendo como un gran Guadiana que aparece y desaparece. Es un continente que está ahí al lado, con el que tenemos un montón de lazos culturales e históricos, y es el momento de volcar nuestra atención un poco más al sur", concluye.