Ida Vitale esta mañana en la Biblioteca Nacional Como quien dice recién aterrizada y agotada por el viaje, pero con su excepcional lucidez intacta a los 95 años, la poeta uruguaya Ida Vitale ha acometido con enérgica sonrisa y fina ironía su primer acto en España. Una charla en la Biblioteca Nacional que es prólogo de una intensa semana donde recogerá mañana a mediodía de manos del rey Felipe el Premio Cervantes, y presentará el viernes 26 sus últimos libros (Shakespeare Palace, Resurrecciones y rescates y De Plantas y animales) en el Instituto de México, entre otros muchos compromisos. Entre disculpas por la demora y advertencias de que es un "bicho nocturno" al que madrugar desorienta y deja "en estado de lelez", Vitale ha confesado que "no soy buen improvisadora. Sigo improvisando la vida en estos días y todavía no sé muy bien qué es lo que se espera de mí. Pienso que por qué este premio no llegó diez años antes, cuando estaba en mejores condiciones para responder a esta abrumadora responsabilidad". No obstante, la escritora da luz verde a las preguntas, conminando a los periodistas a ser "todo lo indiscretos que quieran, que yo les pondré en orden". Recordando sus primeras lecturas, como comentaba en su reciente entrevista a El Cultural, debidas a una biblioteca familiar donde era más fácil hallar a Ariosto, a Verne o Guerra y Paz que libros para niños, la poeta reconoce que "tuvo una infancia bastante rara, leyendo cosas que no eran para mi edad", algo que considera beneficioso, porque "al leer es tan importante entender como no hacerlo, de ahí es de donde nace la curiosidad". Para Vitale, "un escritor debe ser claro, pero no demasiado. Es clave que quede una semilla de curiosidad y hallar ese equilibrio, porque si no entendemos nada de un libro lo cerramos, pero si lo entendemos todo nunca volvemos a él". Un breviario de la vida También reconoce la poeta que a Cervantes "llegué un poco tarde, ya en el liceo. Pero como le ha pasado a todo el mundo, encontré en él el libro de mi vida, un breviario donde está todo, y descubrí que es real", explica. "El Quijote es una especie de tratado de psicología que me ayudó a conocer a la gente y a escoger a los amigos. Empecé a buscar a Quijotes y Sanchos en la vida, donde hay, claro, muchos más Sanchos", ha apuntado Vitale, que cree que lo que une su obra con la de Cervantes es "sobre todo el buen humor con el que puedo asumir todos los riesgos". Incidiendo en su faceta pedagógica de antigua profesora reivindicadora incansable de la educación, Vitale cree que "habría que obligar a leerlo antes a los niños y explicarlo, porque es asombroso de qué modo contiene todo lo que es la vida". Del mismo modo, ha reivindicado el lenguaje del Quijote, que hace unos días le deparó otra nueva sorpresa, la palabra "pizmienta", que hace referencia a un color grisáceo. "Esta novela no es sólo el argumento o los personajes, sino que el lenguaje del Quijote era mucho más rico de lo que había descubierto hasta el momento en el español. Un lenguaje transparente que me hizo y hace pensar en ¿por qué no hablamos todos como Cervantes?". Poesía prescindible Cuestionada por su dilatada carrera, que se extiende desde 1949 cuando publicó el poemario La luz de esta memoria, Vitale ha asegurado no haber sido "una corredora de gran intensidad. Eso de carrera me pone un poco nerviosa, porque yo no trabajé lo suficiente. Fui muy lenta y nunca tuve la sensación de que nadie me podía exigir nada, pero me gustó mucho escribir", dice sonriente. Además, ha opinado que "eso que yo hago de escribir poesía no es imprescindible ni habitual. Yo no lo he logrado, pero sé que hay muchísima gente que ha vivido toda su vida su vida sin ella, que no la necesita". Echando la vista atrás, la poeta también se ha detenido a hablar de su relación con México, país donde se refugió durante años de la dictadura uruguaya. "Es casi como si me preguntan qué me aportó Montevideo. Menos a la vida, en México nací a muchas cosas. Fue, lo saben bien en España, un país de acogida, algo que ha aprovechado maravillosamente. Ha hecho un arte del recibir", ha opinado. "La rica cultura mexicana es producto de la reelaboración fructífera entre una cultura prehispana propia y la española, y es algo muy excepcional en toda América Latina. Es una patria más para mí, sin orden de importancia entre ambas". La España viva Tras concluir la charla de esta mañana, Vitale tenía otra cita en el Instituto Cervantes para depositar su legado en la Caja de las Letras. La elección de la poeta es un manuscrito de su maestro, el escritor español José Bergamín, con el que coincidió varios años en Montevideo en las clases de la facultad. Éramos un grupo de alumnos muy entusiastas y abusivos que nos pegábamos a él como lapas. Nos metió con total naturalidad en su mundo literario, plagado de anécdotas Con Unamuno y de lecturas de escritores alemanes y franceses", recuerda. "Fue alguien a quien yo y toda una generación de uruguayos quisimos mucho. Tuvimos la suerte de que le cayó bien el país, donde vivió tras huir de la guerra española, aunque estaba siempre quejándose al comparar uno con otro. Bergamín para nosotros representó esa España que conocíamos a través de Juan Ramón y Machado, pero viva", concluye Vitale. El manuscrito, titulado Crítica trashumante y que corresponde a una de las entregas de Disparadero español, y dos primeras ediciones de sus libros Oidor andante y La luz de esta memoria, está ya custodiado en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes.