Isla Correyero
Isla Correyero (Miajadas, Cáceres, 1957) se dio a conocer con el libro Cráter, al que siguieron Lianas, Crímenes, Diario de una enfermera, La Pasión, Amor tirano, Lepidópteros (antes Género humano) y Divorcio (antes Hoz en la espalda). A estos y a Ámbar, que permanecía inédito, pertenecen los versos de este florilegio que reúne, en rigor, lo sustancial de cuanto ha escrito, aunque no sean unas poesías completas, cuyo título hace referencia a la poesía y que prologa con solvencia el poeta salmantino Juan Antonio González Iglesias. Para él, estamos ante “un auténtico libro nuevo” que recoge los “poemas esenciales” de Correyero, llamado a representar el merecido reconocimiento de su autora. La desesperación y el mal están en el origen, señala, de esta poética hiperrealista y femenina, tan de ficción como autobiográfica, donde se aúnan la vida y el lenguaje, a quien se confía la búsqueda del sentido. Desde la sencillez y la compasión, porque en ella late una pulsión humanista que no desdeña aspectos morales y políticos. La antóloga de Feroces. Radicales, marginales y heterodoxos en la última poesía española (DVD, 1998) demuestra aquí que podría haber formado parte de aquella panorámica: por radical, marginal y heterodoxa. En obras como Ámbar (fechado en 1984, de amor lésbico), Crímenes (“un libro de terror”), Amor tirano (donde la relación es de vasallaje) o Divorcio (tal vez la más extrema: “No puedes estar muerto si estoy viva”), todas en torno a lo amoroso, y Diario de una enfermera (que se lee con un verdadero nudo en la garganta: “Yo estuve diez años en un hospital”, “Hay tanta muerte y tanto olor a muerte”, “Es misterioso ver morir a un niño enfermo”), La Pasión (una “poderosa sábana laica” del Cristo doliente) o Lepidópteros (alrededor del mundo de la moda). Un poema inédito cierra el volumen, “Luz de agosto bajo el nogal”, donde, por fin, el lector encuentra algo de sosiego. Es justo destacar las habilidades literarias de Isla Correyero: métricas, sintácticas, retóricas, rítmicas... Su sino es indudablemente romántico. Y su sesgo, trágico y melancólico al mismo tiempo (“Soy melancólica”). Dos versos dan fe: “Dentro del abismo. / Del peligro. Dentro”. Lean “El silencio”, “Qué vida”, “Emigrantes”. En voz alta, mejor. Y tiemblen.