Miguel Albero. Foto: RTVE.ES
Además de los libros de poesía Sobre todo nada, Lista de esperas y Volver, el bibliófilo y diplomático Miguel Albero (Madrid, 1967) ha publicado los cuentos de Cruces; las novelas Principiantes, Ya queda menos, Lenta venganza y Mal; y los ensayos Enfermos del libro, Instrucciones para fracasar mejor, Godot sigue sin venir, Roba este libro y Esto se acaba. Este último está escrito en paralelo con la obra que reseñamos. Es la forma de proceder de Albero, que centra sus libros en temas monográficos. Aquí, como señala Juan Bonilla, la meta puede ser el examen de “la espera” o el de “la fugacidad del todo” y por lo tanto la sustancia del tiempo”. La atención se fija en “lo fugaz”. “Palabras en el tiempo que (…) van tallando epitafios de las cosas, las experiencias, la vida, para agarrar al menos la sensación de que se ha vivido”. Por su parte, el poeta escribe a propósito de la efimeridad: “Lo fugaz es siempre visto como un sueño”. Aunque esta poesía recia, de temas graves, que se atreve con “la brutalidad” (Bonilla dixit), adopta un tono elegíaco, conviene resaltar el humor (y su envés, la ironía), clave en Efímera, título tomado de un insecto neuróptero que vive un día. Y a los elementos fugitivos dedica Albero sus poemas, agrupados en siete partes de cinco poemas cada una que se cierran con uno en prosa con aires de microrrelato. Así, la nieve y la escarcha, la espuma (“Aire en lugar inesperado”), el arcoíris, las pompas de jabón (“Que no hay final feliz, / Sólo trayecto”), un amor de verano (“Si sé que es para siempre ya me aburre”), el instante (que, porque permanece en la memoria es “toda una vida”), los castillos de arena (“Y arena es el nombre de lo frágil”), los cerezos en flor (“No lamentan su temporalidad, / más bien la exaltan”), el fuego, los atardeceres, los sueños, un tornado, la estrella falaz… Sin olvidar nunca que “lo pasajero permanece”. Estos versos fiados al oído más que a la métrica, de estirpe borgeana y línea clarísima, ocurrentes e imaginativos, con tacos, donde un haiku se transforma en soneto y se homenajea a Gracián: “No, / lo breve no es necesariamente efímero, / Es solo breve”, se cifran acaso en este par: “Y descubrir lo efímero es una forma / sutil de descubrir la muerte”. Por eso, “Vive, no esperes, vive”.