Luciano BerioTraducción de R. Rius y P. Salvat. Acantilado. Barcelona, 2019. 144 páginas. 14 €
Aparece ahora, gracias a Acantilado, la versión española de Un ricordo al futuro. Lezioni americane, uno de los tres libros que la editorial Giulio Einaudi ha dedicado a los escritos del italiano Luciano Berio (1925-2003). Reúne las seis lecciones que Berio, uno de los compositores clave del siglo XX, dio durante el curso 1993-1994 en la cátedra de poética Charles Eliot Norton de la Universidad de Harvard. Antes y después de cada una de aquellas conferencias se interpretaba en el aula una de las catorce Sequenze para instrumentos a solo del propio Berio. La manera en que él se refería a estas audiciones nos da una muestra de su finura de pensamiento: no las llamaba ilustraciones, sino comillas musicales, lo que ponía la charla, efectivamente, entre comillas y la situaba en otro plano de realidad. La ambigüedad del título del libro está ya en Italo Calvino, libretista de la ópera de Berio Un re in ascolto, cuyas últimas palabras son, precisamente, un ricordo al futuro. Tanto Calvino, que murió la víspera de su viaje a Harvard, como el otro gran amigo de Berio, Umberto Eco, así como sus admirados Stravinski, Cage, Bernstein y Rosen, habían sido invitados antes que él a dar estos cursos.
Sobre la música se viene reflexionando desde que se inventó, pero los compositores de la segunda modernidad, la de los años 50 y 60 del siglo XX, han sido seguramente los que más se han preocupado sobre la razón de ser del oficio de compositor y del acto de escucha que lleva a cabo el espectador. Berio fue uno de los más lúcidos de su generación y estas Lecciones americanasresultarán estimulantes a los que gustan de “pensar la música hoy”, como decía Boulez.
Un tema favorito de Berio es el de la música como lenguaje. “En la lengua, el nombre de la cosa no es la cosa misma”, dice, en plan Saussure. “En cambio, la palabra musical, lo que la música pronuncia, es siempre la cosa misma”. En música, el significante coincide con el significado. En otra conferencia, desgrana el jugoso concepto de traducción aplicado a la música, que comprende cosas tan diversas como tocar o cantar una partitura, copiarla a mano, transcribirla para instrumentos distintos de los originales y otras muchas actividades que le sirven al autor para hacer calas muy profundas en el meollo del arte musical.
“La verdad de la que no se consigue hablar, hay que cantarla, hay que decirla con la música” afirma Berio parafraseando a Wittgenstein
Cuenta Berio que, en un almuerzo con profesores de Harvard, uno le espetó a bocajarro: “Dígame, Berio, ¿qué es la música?” y él acertó a responder: “Música es todo lo que escuchamos con intención de escuchar música”, lo que además de pasarle la pelota al espectador, confirma que la música, como las demás formas de arte, es una actitud, una intención. Es interesante, también, la extensa reivindicación que hace Berio del olvido, de la amnesia voluntaria y activa, en contraste con la pulsión que siente nuestra época por recordar y poseer todas las épocas y todos los lugares.
Se habla a menudo de la capacidad transformadora de la música. En el prefacio a este libro de su marido, Talia Pecker, Berio dice que existe un “poder de la música para atravesar distancias”, refiriéndose a los juegos de reflejos entre pasado y presente y entre recuerdo y olvido que abundan en estas conferencias. En las últimas páginas, cerrando el arco sobre el poder de la música, el propio Berio parafrasea la conocida advertencia de Wittgenstein -“de lo que no se puede hablar, más vale callar”-, afirmando: “La verdad de la que no se consigue hablar, hay que cantarla, hay que decirla con música”. Unas páginas antes, había desentrañado la en su día novedosa Sequenza III para voz sola, que inyecta sentido musical a los sonidos vocales cotidianos (carcajada, tos, hipo, llanto, suspiro...), igual que hacen los coreógrafos con los gestos y movimientos corporales. Por el hecho de estar construida así, Sequenza III ha quedado libre de referencias a la tradición del canto, es una música sin memoria, vacía de historia, una ausencia sonora que invita a escuchar de manera incondicionada, “a participar en el milagroso espectáculo del sonido que se convierte en sentido”. ¿Una verdad cantada?