Las Afueras. Barcelona, 2019. 123 páginas. 16,95 €
Magalí Etchebarne (1983) es argentina, y
Los mejores días es su primer libro aunque ya había publicado relatos en antologías y revistas literarias. Por lo que cuenta en algunas entrevistas, se inició en la lectura de adultos con el provocador escritor y periodista Jorge Asís y aunque en la actualidad duda de que esa fuera la entrada correcta para una niña (tenía 11 años cuando leyó
Flores robadas en los jardines de Quilmes), en ese libro, dice, “encontré algo que me incomodaba y a la vez me hacía sentir libre, transgresora”. Es curioso (tal vez no), pero los ocho cuentos que configuran el breve volumen
Los mejores días rezuman a un tiempo transgresión y libertad.
Los ocho cuentos que configuran 'Los mejores días' rezuman a un tiempo transgresión y libertad
Etchebarne tiene una voz muy personal.
Escribe desde una primera persona íntima y sosegada, y observa la realidad con una mirada apacible, desde un lugar al margen de la sorpresa. En sus relatos, la vida es aquello que sucede mientras alguien la contempla desde una escalera, en una casa en medio de un bosque; o lo que ocurre en una isla desierta habitada por un hombre que busca en la locura su zona de confort; o lo que le pasa a una joven que vive un amor clandestino del que no sabe si la complace más que su pareja. Las historias que cuenta Etchebarne, a pesar de su especificidad, son universales, y eso las hace atemporales e idóneas para que cualquier lector advierta en ellas algo propio. Son relatos que tratan del amor, de las incertezas, de los silencios y, sobre todo, de la vida ignorada que fluye mientras vivimos, de los detalles que permanecen ocultos porque nadie se fija en ellos. Como cuando éramos niños y ningún adulto reparaba en nosotros, ocupados en mantener las formas y las conversaciones superficiales. Solo que los niños crecen y, cuando se hacen mayores, descubren aquello que pasó inadvertido para sus padres. Quizá sea esta la seña de identidad de los relatos de Etchebarne, esa ocultación de lo que de verdad importa, de las cosas que están ahí, agazapadas, y que ella consigue hacer visibles con su luz de ambiente; atenuadas, como si fueran sombras.
Todos los relatos que conforman Los mejores días tienen como fondo el tema del amor, y están llenos de frases antológicas que el lector se afana en subrayar porque recogen la esencia inasible de nuestra realidad como individuos, padres y/o enamorados. “¿Cuánto puede durar una historia de amor si sabemos cuál es la verdad que nos une?”, se pregunta la narradora de “Que no pase más”; “entendí que vivir con alguien era eso, era vivir con todo, con todo el amor y el odio juntos”, dice la voz que relata “Cosita preciosa”. Estas historias son como la vida de cualquiera: nacen, crecen, se entrecruzan con otras, se llenan de personajes y subhistorias, y mueren. A veces lo hacen de forma abrupta, dejando al que lee insatisfecho e invitándole a terminarlas por su cuenta. Historias abiertas, entrecruzadas y contadas al bies. Interesante libro, sugerente, misterioso y lleno de epifanías.