Rosario Villajos
Mr. Griffin. León, 2019
224 páginas. 20 €
Rosario Villajos (Córdoba, 1978) gestiona dos perfiles de Facebook: el suyo propio y el que atribuye a Ramona Ucelay, protagonista de esta Ramona que ha supuesto la puesta de largo de una elegantísima colección, Mrs. Danvers, dentro del sello Mr. Griffin. Es un desdoblamiento deliberado que pone en cuarentena las lecturas en clave autobiográfica del libro, tan tentadoras, además de incidir en otro tipo de lectura mucho más fértil: es cierto que esta novela cuenta la infancia ochentera y la adolescencia y primera juventud noventeras de su protagonista, pero esa es solo otra forma de decir que Ramona supone una prospección en el yacimiento de una memoria generacional del que han surgido el desencanto, el cinismo y la repolitización tardía y a trompicones de quienes hoy rondamos los cuarenta años.
2019 pesa sobre estas páginas en una proporción no menor al período que recrea, aunque sin necesidad de mencionarlo de forma explícita. Ese es uno de sus méritos. El segundo (quedarán al menos dos más por mencionar) también puede explicarse a partir de las intervenciones de la autora en redes sociales, donde comparte con regularidad unas pequeñas piezas artísticas: se trata de desnudos femeninos delicadísimos compuestos con el pelo que le cae en la ducha, al que da forma sobre los azulejos blancos cuando todavía está húmedo. ¿No es la cosa más inverosímil que han leído hoy? Sin embargo, no solo son exquisiteces que podrían recordar a un Egon Schiele reconciliado con las curvas, sino que representan la conversión de lo cotidiano (no, mejor: de lo escatológico, excrementicio, o simplemente corporal) en belleza contemporánea, es decir: irónica, leve, obsolescente. Como Ramona hablando de su regla, sus pajas, la polla insatisfactoria de algún novio, las cacas de los perros del vecindario.
Ramona es una prospección, sin nostalgia pero con amargura y humor, en la memoria de la generación que hoy ronda los 40
Contada mediante una primera persona de estilo muy directo (“dándolo todo”) que se muestra especialmente dotada para el cabreo y el sarcasmo, Ramona acumula en su protagonista toneladas de carácter. Esta voz y la viveza del personaje son la tercera virtud de la novela, en la que se nos cuentan infinidad de anécdotas de la vida en un barrio periférico andaluz (valdría “español”) cuando aún existía EGB, y ya sé que todos estamos fatigados de orgías de nostalgia. No hay nostalgia aquí, aunque sí una mezcla de amargura y humor que permite establecer conexiones familiares. Por ejemplo, me parece revelador que Villajos escogiera a Elvira Lindo para presentar el libro, puesto que aquí hay algo de sus mejores pasajes populares. Tampoco sería un disparate encontrarle un aire de proximidad con la magnífica Vozdevieja de Elisa Victoria e incluso con Cambiar de idea de Aixa de la Cruz (son muy distintas en cien sentidos, pero comparten apuntes lucidísimos sobre el descubrimiento y superación de las dinámicas de poder y rencor, auspiciadas por una cultura patriarcal que lo infecta todo). Pero esto apenas son pistas laterales, porque el registro de Ramona es propio, el de alguien capaz de escribir una carta a Faemino y Cansado como gesto académico serio o de describir así sus mejores orgamos: “Eran como si Dios le suplicara a Camarón que te cantara La leyenda del tiempo sobre el clítoris”.
La frase anterior, sin duda destinada a ser la más citada del libro, da la medida de su sentido del humor, última virtud importante de Ramona, que a veces se condensa en algún revés irónico de sutileza genial: “Raymundo estaba haciendo FP y no necesitaba creerse nada” es una frase que encierra catorce años de política educativa socialista en un aforismo. Sobre los cuatro ejes comentados se levantan unos capítulos-píldoras que muestran las jerarquías de una familia convencional, la vida escolar como una cadena trófica, el aprendizaje sexual y afectivo como un laberinto irreductible a las convenciones conservadoras, la tentación de ser otras, las instituciones que nos han forjado: familia, país y Súper Pop. Villajos, que es autora de la novela gráfica FACE (Ponent Mon) incorpora al texto una serie de dibujos que representan a la protagonista encarnada en una serie de animales y en el pene del David de Miguel Ángel: la vida como sucesión de transformaciones inconclusas.