Inspirada libremente en la historia real de Imanol Larzabal, en La voz del Faquir (Seix Barral) Harkaitz Cano (San Sebastián, 1975) ficciona la vida del cantautor en una novela sobre la libertad individual y el compromiso con uno mismo. De Imanol Larzabal a Imanol Lurgain en la ficción, explica que por las libertades que se ha tomado no le “parecía justo mantener el apellido”. Conserva su nombre, eso sí, porque “Larzabal fue importante durante mi adolescencia: me llevó a conocer muchos poetas gracias a sus canciones y no quería hurtarle ese pequeño homenaje”, comparte.
Conocido por su militancia como cantante en los primeros años de ETA y su oposición abierta al franquismo, Imanol vivió durante años exiliado por la dictadura. Más tarde, cuando se posicionó abiertamente en contra de la violencia de la organización, fue vetado, boicoteado y amenazado por el grupo terrorista. Murió a los 56 años en Alicante, donde permanecía desde el año 2000, obligado a abandonar su País Vasco por la presión de ETA. Su historia es la excusa de la que se sirve el escritor para recrear aquella época, previa a la democracia, y explorar los límites del arte y la cultura como herramienta de cambio en esta novela, traducida al castellano por Jon Muñoz, que ha obtenido el reconocimiento de Mejor Libro del Año en euskera por la Asociación de Librerías de Navarra en 2019.
Pregunta. Después de haberse empapado de la vida del cantante, ¿cómo definiría a Imanol Larzabal?
Respuesta. Era un hombre radicalmente libre y comprometido con su voz y su vocación. Un cantante fascinado por la bohemia y la chanson française, y hasta cierto punto, también siervo de su talento.
P. ¿Qué fue lo que más le sorprendió de su historia?
R. Su personalidad ácrata y sus rasgos de ingenuidad. Sus arrebatos, que podían serlo de valentía o de rabia… Hay dos hitos en su historia: en 1985 ofrece un concierto en la prisión de Martutene tras el cual se fuga oculto en un bafle el poeta Joseba Sarrionandia, y en 1986 canta en un homenaje contra el asesinato de Yoyes a manos de ETA, desencadenando un fuerte boicot y amenazas contra su persona. Tras esa historia oficial que es casi de mito griego, he tratado de indagar en pequeños detalles, más humanos y microscópicos, en los que me detengo.
P. Imanol tuvo que vivir parte de su vida huyendo del franquismo primero, de ETA después, ¿el precio de permanecer fiel a unas ideas resulta, a veces, casi impagable?
R. Creo que era una persona de difícil encaje en cualquier tipo de organización, ya fuese una agrupación musical o política… Los cantautores, con sus conciertos clandestinos y sus letras comprometidas, cumplieron durante el Franquismo un papel de concienciación y agitación que a mi juicio nunca se ha reconocido suficientemente. En el fondo, Imanol siempre estuvo en el mismo sitio, fue el mundo el que cambió.
"Necesitamos más que nunca una redefinición de lo que es o no cultura".
P. Sin embargo, también tuvo sus propios claroscuros y contradicciones, ¿no?
R. ¿Quién no las tiene? Son esos claroscuros sobre los que se construye la novela. Y también nuestra vida. Tratando de iluminar el personaje desde distintos ángulos uno no tiene más remedio que enfrentarse a sus propias contradicciones y al modo en que vivió o dejó de vivir los años del conflicto armado. Como novelista, me gustaría pensar que conduzco al lector hasta el corazón del bosque y lo abandono allí para que piense un rato.
P. ¿Qué aporta la historia de Imanol al relato del País Vasco?
R. Creo que un profundo alegato contra el gregarismo. Matices de humanidad y una reivindicación de la libertad individual, esencial e irrenunciable en el caso de todos, y consustancial al trabajo del artista.
P. ¿Y qué quedan de aquellos años en el País Vasco actual?
R. Como rasgo positivo, queda la capacidad organizativa no gubernamental, lo que aquí llamamos "auzolana", capacidad para el asociacionismo y el trabajo comunal desinteresado en pro de la comunidad.
P. Además, en su novela explora los límites del arte y la cultura como herramienta de cambio, ¿a qué conclusiones llega?
R. Que la cultura es profundamente transformadora si uno tiene los medios y el tiempo para llegar a ella. Es decir, que los libros son peligrosos y pueden cambiarnos. Pero para eso hay que leerlos.
P. ¿Cree que en los tiempos actuales la cultura y el arte son más necesarios que nunca?
R. Lo son. También es más necesaria que nunca la necesidad de una redefinición constante de lo que es o no es cultura. Y cierta autocrítica por parte de los autores, arrastrados por lo que demanda un sistema de producción veloz y voraz…, y precario.
P. ¿Qué importancia tiene la voz, más allá del título, en su novela?
R. Me interesa la voz desde su fisicidad misma: no hay dos iguales y es difícil de moldear. Uno puede tener una intuición, pero es la voz la que la desmiente o la reafirma, ya sea al pronunciar esa idea de viva voz o al verterla estilísticamente en una novela. La voz que nos viene dada esculpe en gran medida nuestra personalidad y nuestros complejos. Dudo que me aventurase a escribir la historia de Imanol si éste hubiese sido escultor o escritor… Lo que hace un cantante sucede aquí y ahora. Un cantante es más consciente de su fragilidad que otros artistas y también más neurótico en su "lucha con la eternidad" cada vez que graba un tema que quedará "embalsamado" para siempre, por utilizar la expresión de Jean Pharos, el técnico de sonido y fiel escudero del protagonista de la novela.
P. ¿Hay que distinguir como dice Pharos en su novela la voz de un cantante de su propia vida? ¿La obra del artista?
R. Existen en el caso del artista muchos tipos de celos: quizá los más paradójicos son los celos con respecto a su propia obra. Se ve mucho en el caso de los cantantes que triunfan tempranamente y no consiguen despegarse de un hit extremadamente popular que acaban denostando o imitando ad nauseam… También está el hecho de intuir que uno siente y hace sentir cosas sobre el escenario que fuera de él difícilmente conseguiría… ¿Por qué siguen en activo los Rolling, después de todo?