Originaria de Bielorrusia, Natalia Litvinova (Gómel, 1986) se instala en Buenos Aires a la edad de diez años. Ha publicado cinco libros de versos. Traduce a Marina Tsvetáieva y Serguéi Esenin, entre otros escritores rusos. Codirige la editorial Llantén.
La primera parte de Cesto de trenzas empieza con una frase de la filósofa Hannah Arendt: "Dichoso quien no tiene una patria; la contempla todavía en sus sueños". Una docena de palabras bien elegidas para comprender el universo poético de Natalia Litvinova. Leemos una obra que, despojada de lo superfluo, conserva un fondo de misterio. Los familiares femeninos de la autora protagonizan varias páginas del poemario. Son mujeres que cavan hoyos o desentierran tubérculos mientras las raíces de las plantas gritan; seres que se arrodillan sobre gusanos. Guardan sus cabellos cortados en un cesto de trenzas. Viven en un pueblo de gente irascible. Tapan los espejos, temen maldiciones. Subida a un tejado, Litvinova mira a los hombres que trabajan en una plantación de lino. El padre y el bisabuelo de la poeta beben té y cantan en una yurta de nómadas. La estepa se introduce en las mentes de no pocos de sus habitantes: "Algunos / dejaron de hablar, / otros vagan / por la aldea / murmurando / o se sientan / al borde del camino / como si esperaran".
Natalia Litvinova nos dice que ha padecido un dolor antiguo. De esa experiencia nace su falta de miedo. Abre arcones y el caparazón de los escarabajos. Sin saber si es escuchada, reza con relinchos. Asegura que contiene a las personas ausentes. Como en el apartado primero, los animales abundan en la sección segunda del libro. La poeta menciona cerdos, una serpiente, un caballo, una liebre, un búfalo, potrillos. También reaparece la madre de cabellera roja que baila y después dispara su escopeta en los cerros. Su hija se siente acechada por los ojos de los animales abatidos y huye hacia nuevos páramos. Anota en la huida: "Los nidos de las urracas / caen al agua. / Atardece, / luz de aguardiente / salpica mi espalda".
Los treinta y ocho poemas de Cesto de trenzas carecen de título. Existe un hilo rojo entre todas sus composiciones: la originalidad. Queda confirmado que Natalia
Litvinova posee un mundo literario muy personal.