Memorias taurinas
Cmentadas en su pasión taurina, las memorias de abella reivindican el potencial artístico de un arte acorralado
6 septiembre, 2019 14:47Las Memorias taurinas de Carlos Abella (Barcelona, 1947) tienen como cimiento, claro, su afición por el mundo del toreo, sostenida con pasión y perseverancia toda una vida. Pero en muchos momentos trasciende ese sugerente hábitat y cobran el vuelo de unas memorias al uso. Las suyas son las de hombre notable, que ha desarrollado su carrera profesional en edificios tan emblemáticos como la Moncloa, el Banco de España, la sede de la presidencia de la Comunidad de Madrid en Sol, el Estadio Santiago Bernabeu y la Plaza de las Ventas. Aunque su afición se gestó –qué ironía– en su Barcelona natal, del brazo de su padre y su abuelo, que lo llevaban a la Monumental y a la Plaza de las Arenas. Ahí se le inoculó el “veneno” de la tauromaquia, que no ha podido (ni querido) purgar nunca. Abella reivindica su potencial artístico, que puso en valor en su etapa como director gerente de Las Ventas, organizando exposiciones, ciclos de cine… Y con libros como La influencia del lenguaje taurino y en el coloquial (tanta).
Ciertamente, Abella es uno de los grandes investigadores y divulgadores de esta tradición cada vez más acorralada en las últimas décadas. En su rememoración revela algunos de los intríngulis de la gestación de las tres biografías de insignes toreros que ha firmado: Paco Camino, Luis Miguel Dominguín y José Tomás (¡menudo cartel!). Para escribir esta última no contó con la colaboración directa del huidizo diestro madrileño pero sí con la de su padre y figuras de su círculo más estrecho.
A partir de sus testimonios y su seguimiento por las plazas, trazó un texto ya canónico, una referencia básica para adentrarse en el misterio tomasiano, que Abella esgrime en sus memorias como uno de los máximos exponentes de las virtudes del toreo: valentía, sacrificio, éxtasis, belleza, ética y voluntad.