“Soy un escritor frustrado, triste y melancólico. Mientras llega el momento de mi muerte […] me entretengo como profesor de Historia del Arte, gestor cultural, crítico literario y eterno aspirante a tirador de esgrima.” Así se retrataba en 2008 Miguel Ángel Hernández (Murcia, 1977) al publicar Demasiado tarde para volver en una edición no venal que se repartió entre los primeros viajeros del nuevo tranvía de la ciudad mediterránea. Ahora la editorial chilena Ril recupera este libro de relatos, sustanciosamente ampliado con cuentos inéditos y otros levemente alterados, para iniciar su aventura española. Y seguramente no podría haber elegido un título mejor, pues este breve volumen, una verdadera declaración de principios literarios, juega con el viaje imposible y las grietas de la realidad y rebosa intuiciones y hallazgos inquietantes mientras arroja una mirada descreída y perpleja sobre el mundo.
Como ya demostró en su libro anterior, la espléndida novela autobiográfica El dolor de los demás (Anagrama, 2018), Hernández difumina a fuerza de inteligencia, lirismo y humor las fronteras entre pasado y presente, entre sueños y certezas. Así, el protagonista sin nombre de muchos de estos relatos descubrirá que no es necesario salir de casa para errar eternamente, y que una vez iniciado el viaje no hay retorno posible aunque a veces regrese para buscarse. También que uno nunca vuelve a ser el mismo; que es demasiado sencillo naufragar en los abismos más íntimos y que hay preguntas (“Incógnita”, “Me gustas cuando callas”) que es mejor no contestar jamás. Algunos cuentos encierran un chiste o un golpe de ingenio surrealista (“U.C.I”, “Sublimación”, “Gente buena”, “Reencuentro”, Existencia incómoda”) y otros resultan aterradores (“Todo lo que no he escrito”, “Premonición”, “Sueño”, “Atrapado”, “Destino”) pero todos invitan a una segunda lectura para disfrutar de un autor que va creciendo mientras rompe las costuras de la realidad.