El trabajo de los ojos
La novela de Mercedes Halfon, concebida de forma subjetiva, resulta curiosa, original y sorprendente y se lee de un tirón
21 octubre, 2019 01:59Una de las características más significativas de la narrativa actual es el hibridismo –la mezcla de géneros–, que supone, además, la mixtura de lo ficcional y lo real. Para esta especie de obra contemporánea, atrás quedan las normas aristotélicas que separaban la historia de la literatura en virtud de la naturaleza de lo contado. La historia, como dijo el filósofo, refiere los hechos que han sucedido y la literatura los que podrían suceder, es decir, mundos posibles creados a imagen y semejanza de los reales.
Vinculado con ello, también es frecuente –y estamos ya en una segunda particularidad– la presencia de lo que con cierta pompa se ha llamado “autoficción”, que no es otra cosa que introducir al autor como personaje de la obra, tal como sucede, por poner un ejemplo conocido y reciente, en Ordesa de Manuel Vilas. Además, otra peculiaridad de la literatura de hoy es la brevedad, porque en un mundo dominado por la prisa se aprecian los textos cortos y fragmentados.
El trabajo de los ojos, de Mercedes Halfon (Buenos Aires, 1980), cumple con las tres especificidades señaladas. En la obra hay una mezcla de narración y ensayo; su autora habla de sí misma desde el yo, convirtiéndose en personaje del texto; y está compuesta por tan solo noventa y nueve páginas distribuidas en cuarenta y siete capítulos muy breves. En relación con el género, la misma autora hace una afirmación con la que sin duda pretende eliminar la opción de una crítica censora: “hay tantos géneros posibles, todos diferentes, como personas, como todas las personas que hay”.
Esta novela, concebida de forma subjetiva, resulta curiosa, original y sorprendente. Se lee de un tirón
El libro, concebido de forma tan subjetiva, resulta curioso, original y sorprendente. En él no se recoge una historia con principio, medio y fin, pero todos sus capítulos comparten un elemento común porque tratan sobre los ojos o sobre la mirada. Aquí se escribe de afecciones oculares como el astigmatismo, la miopía, la blefaritis o el estrabismo, todas según las vive la narradora-personaje. Y están tratadas con cierta ironía y desde una óptica deliberadamente ingenua y traviesa. Por eso, en el lenguaje –habitualmente con tintes poéticos– abundan las comparaciones que relacionan elementos muy alejados conceptualmente. El tratamiento de la blefaritis, por ejemplo, consiste en aplicarse un gel en los ojos que la deja “mirando a través de una nube densa. Como si me hubiesen recetado un estado de melancolía”.
En el texto se reflexiona sobre las dificultades de la visión y su efecto en las personas que las padecen, pero también encontramos episodios mínimos de la vida de la protagonista como sus relaciones familiares o los problemas que le plantea la maternidad; y se medita sobre detalles del devenir cotidiano que pasan inadvertidos para la mayoría. El trabajo de los ojos recoge, en fin, epifanías, meditaciones, hallazgos poéticos, brotes de humor, introspección e intertextualidades. Y se lee de un tirón y con agrado.