Gilles Lipovetsky (Millou, Francia, 1944), filósofo, sociólogo, profesor en la universidad de Grenoble y Miembro del Consejo de Análisis de la Sociedad, está toda esta semana en Madrid invitado por el Instituto de Empresa, Universidad que desde hace unos meses está integrando las Humanidades en el campo de los negocios.
Esta vez, el filósofo invitado por el Instituto de Empresa, es una referencia en el mundo cultural desde que en 1983 publicase su famoso ensayo La era del vacío en el que se cuestionaba sobre el cambio de rumbo de nuestra sociedad actual. Según Lipovetsky, una de las terribles consecuencias de este momento que llama de hipermodernidad es que, todos y cada uno de nosotros, manipulados por la sociedad de consumo, globalizada y capitalista, somos ya presa del individualismo. ¿Dónde encontrar marcas de identidad cuando la cultura se desmorona, desaparece ante nuestra inactividad, como un dibujo en la arena?
Sobre el individualismo ha centrado su charla el pensador que siempre ha sostenido que el posmodernismo no existió a través de una clase magistral titulada El reino del individualismo hipermoderno, que entronca con varios de sus más sonados títulos como Los tiempos hipermodernos (2007), La felicidad paradójica (2007), La pantalla global (2009), La cultura-mundo (2010) o El Occidente globalizado (2014). "El ser humano se ve arrastrado por una sociedad que ha perdido sus valores ante una prepotencia del individuo que llega al extremo del narcisismo", asegura Lipovetsky, que llama a esto "la segunda revolución individualista”.
En sus últimos ensayos, como La estetización del mundo (2015) o De la ligereza (2016), Lipovetsky pone en causa el concepto de posmodernidad convertida en hipermodernidad que se presenta bajo el signo del exceso, tanto en la economía, como en la cultura, en el arte o el deporte, un problema universal que ha cambiado la vida de las personas. A lo largo de su conferencia el profesor se ha basado en seis puntos para demostrar esta transformación, partiendo todos ellos de una imagen mitológica. El primero, el culto al hedonismo, que no es otro que el deseo de sentir placer a través de la sociedad de consumo que ha transformado nuestra forma de vivir, nuestros valores y nuestra cultura. “La sociedad cristiana concebía el placer como el pecado. Hoy en día, cualquier cosa nos invita a disfrutar de esta vida prevaleciendo una cultura epicúrea".
Lipovetsky ha articulado su segundo postulado en el culto al cuerpo, que se manifiesta tanto a través de la comida como del deporte, y en la preocupación por la salud que nos conduce a adelantarnos a las enfermedades. En este último signo, el filósofo ve una clara dominación de los deportes individuales, que no buscan ni la competencia ni el sentido de equipo sino las sensaciones. Proliferan los spas, los masajes o la cirugía estética. “Este neoindividualismo es una nueva forma de narcisismo, ya que el propio cuerpo se convierte en el objeto más preciado”. En todo ello, Lipovetsky ve una paradoja ya que "nuestras normas se oponen. Podemos disfrutar pero a la vez estamos bombardeados por avisos de salud. Que no se coma carne, que se haga deporte, etc. Así, el individuo se vuelve ansioso”.
Lo que le conduce al tercer punto de su charla es el culto de lo psicológico, que considera "una supervalorización del pensamiento individual. La educación de los niños, por ejemplo, cultiva la expresión cuando antes se les mandaba callar. Se va en contra de una educación basada en los principios, y los padres tienen ahora nuevos miedos, nuevas ansias, al impedir o educar de forma estricta a sus hijos por miedo a que estos dejen de quererlos", explica Lipovetsky. "El individuo desea expresarse y ser escuchado. Antes existía la religión para contestar a las preguntas, pero ahora la búsqueda de sentido lleva así a la humanidad a refugiarse en las terapias alternativas y psicológicas que proliferan", sostiene.
El cuarto culto es el de la conexión, sostiene el filósofo, que que advierte la extraña paradoja resultante de que en la sociedad actual "el individuo necesita la aprobación. Por un lado somos una generación que cultiva la autonomía, pero por el contrario no podemos vivir sin la mirada del otro. Mientras más progresa el individualismo, menos nos soportamos solos". Esto conlleva, explica, "la debacle de las grandes ideologías políticas, muchas de ellas desarrolladas durante los siglos XIX y XX. La gente se encuentra hoy en día sin confianza en sus líderes, sin creer en sus promesas".
Acercándose al final de su confernecia, Lipovetsky se ha explayado sobre el culto a la autonomía individual y, para ello, se ha remontado al siglo XVIII que vio nacer y prosperar la ideas de libertad e igualdad, aunque sin llegar a ponerlas realmente en práctica. Según el escritor es en ese momento cuando nace el individualismo actual. "El establecimiento de estos principios de igualdad y libertad fueron únicos en toda la historia de la Humanidad y han despertado en nosotros ese deseo de ser los actores de nuestras vidas", ha afirmado. Sin emabrgo, Lipovetsky ha criticado a aquellos que se lamentan de que cualquier tiempo pasado fue mejor, pues "no estoy en contra de la revolución tecnológica y de las transformaciones del individuo, más bien al contrario".
Para concluir, el filósofo se ha referido también al problema del cambio climático y ha reconocido que todo apunta a que en veinte años seremos tantos seres humanos en la Tierra que habrá que inventar nuevas formas de alimentarnos. Frente a este grave problema de sosteniblidad, Lipovetsky apela a nuestra inteligencia, ya que "aunque lo intentemos, es poco probable que el ser humano actúe de forma moral. Creo en la inteligencia humana y en encontrar nuevas formas de lidiar con las pasiones. ¿Inventando otras pasiones, como decía Espinosa? Pues quizá. Solo la inteligencia humana traerá las soluciones. No la moral”.