“El principio de un gran amor, y como les ocurre a casi todos los alcohólicos beber fue para mí un amor inmenso, se recuerda siempre más nítidamente que el final, porque es más hermoso”, afirma el escritor y periodista Daniel Schreiber (Mecklemburgo, 1977) al comienzo de este valiente y desgarrador ensayo en el que relata precisamente eso, una historia de amor: una dependencia y una ruptura del desmedido vínculo que durante años cultivó con el alcohol.
Con afirmaciones contundentes y descarnadas y dejando de lado el pudor para mostrar las más embarazosas y penosas experiencias, desde vómitos y desmayos hasta coqueteos con el suicidio, Schreiber pinta una diana en el problema al relatar cómo a la mayoría de sus amigos les pareció “exagerado que dejara de beber. Hasta mi médico de cabecera, viendo mis análisis, no lo consideró necesario”. Y es que, como afirma, “raras veces nos cuestionamos el papel que el alcohol desempeña en nuestra vida. Al contrario, cuanto más bebemos más natural nos parece seguir bebiendo. Todas las fases y todos los intentos por controlar la situación tienen algo en común: uno bebe”.
En su análisis de esta lacra social, ampliamente aceptada y que se cobra más vidas de las que pensamos, el periodista explica que seguimos asociando al alcohólico la clásica imagen de tipo que bebe en plena calle o al que vive vagando por clínicas de desintoxicación de recaída en recaída. Pero, como demuestra, en todos los ámbitos de la vida hay alcohólicos socialmente funcionales, gente que cría una familia, se sienta a nuestro lado en el metro y tiene éxito en su trabajo. “Pero en momentos de lucidez se da cuenta de que algo insondable se está descontrolando en sus vidas y bebe para contrarrestar esa certeza”, defiende Schreiber.
Sin embargo, una vez detectado e incluso asumido esto, empieza la lucha real, el día a día, el peregrinaje por asociaciones de alcohólicos anónimos, “insólitamente numerosas y más que necesarias”, y el cuestionamiento social, pues el exalcoholico, a ojos de Schreiber, despierta una suspicacia que no sufre, por ejemplo, el exfumador. ¿Cómo se supera la adicción? Tampoco el escritor tiene la respuesta, sólo su ejemplo. “La gente me pregunta con frecuencia cómo conseguí dejar de beber y la cuestión siempre me confunde, porque dejar la bebida nunca fue el problema. Cuando me preguntan cómo consigo no recaer sí que puedo responder diciendo que intento llevar una vida lo más feliz posible, tratando de encontrar la paz interior. Recordando que hay muchas cosas por las que estar agradecido”.