Un barquito rojo, cincelado en el ábside de una iglesia por un navegante del siglo XIV, que viajó desde Noruega hasta Galicia, es la imagen que sirve de ilustración para Para el tiempo que reste, el último poemario que César Antonio Molina acaba de presentar. "Es una imagen que ha estado siempre cercana a mi vida", comparte. Como si de sus versos se trataran, “para vislumbrarla casi tienes que tocarla, porque esto es un vaciado, es difícil verlo si no vas tocando”.
Publicado por la Fundación José Manuel Lara, Para el tiempo que reste le sirve a su autor de balance de su propia trayectoria. “Mi poesía no es aburrida, es una poesía intelectual, relacionada con la filosofía y el pensamiento, y es cosmopolita. Es decir, comienza en un sitio, recorre multitud de lugares, de espacios y materias y llega a su destino. Yo creo que eso no es muy abundante en la literatura española, que no me voy a meter con ella, pero que más bien es aburrida, anticosmopolita y poco intelectual, con muchas excepciones”, analiza.
Con más de una treintena de libros publicados de ensayo, prosa y poesía, entre los que se encuentran títulos como La caza de los intelectuales, Las democracias suicidas, su poemario Las ruinas del mundo o la antología El rumor del tiempo, el que también fuera ministro de Cultura sopesa la situación de la lírica contemporánea. “La poesía española piensa que solo tiene un lenguaje que es el suyo y no conecta con el lenguaje internacional de la poesía –opina-. Nuestra falta de conexión, sobre todo en nuestra época, con ese lenguaje internacional es por esa especie de endogamia, que casi se extiende por toda nuestra vida, y que no es capaz de salir, romper y conectar con el resto de las literaturas”. Por eso, insta a hacer “ese esfuerzo de reconectar con el lenguaje internacional que alguien desconectó” y con el que gracias a la literatura latinoamericana “reconectamos un poco”, a través de los grandes nombres como "Octavio Paz, Blanca Varela o Borges", sostiene.
¿Cómo se explica un libro de poemas?
Ahora bien, ¿cómo se explica un libro de poemas?, se plantea el autor durante la presentación de Para el tiempo que reste. “Hay varias cosas que unen este libro, que han estado presentes siempre en mi literatura –señala-. Una parte biográfica, que es mínima, pero es el hilo conductor, y una parte intelectual a través de la lectura y de los libros. Por eso en mis libros hay una referencia a la literatura, a la botánica, a la naturaleza, al mundo del cine, al arte, a los viajes…”.
Desde sus inicios, cuando viajó a Madrid por primera vez en 1970, cuenta que su poesía “ha ido de abajo hacia arriba”. Heredero de Valente, Ángel Crespo o Antonio Gamoneda, en Para el tiempo que reste el poeta aborda además todas las maneras, y métricas, que conoce de componer poesía. “Picasso era capaz de pintar de todo y un poeta a cierta edad ya puede escribir según le dé la gana –explica-. Hay poemas que necesitan la blandura y la delgadez y hay otros más narrativos que necesitan más extensión”. Como en una sinfonía, comparte, “hay una parte tremenda, que arrastra y luego vienen los adagios, que son más tranquilos, más apaciguados. Consideré que ya podía manejar un libro donde se superpusieran ambos estilos”.
La vejez y la naturaleza
La edad, además, suma. Inmerso en una época de plenitud, de la que su libro es testigo, Molina hace una lectura positiva del paso de los años. “A la poesía todo le viene bien. Envejecer es una materia poética fundamental”. Una circunstancia que le permite “ver la vida ya un poco de vuelta de todo”, donde “ya no sorprenden las cosas” y “podemos afrontar ese tránsito con cierta seguridad”. Esto, arguye, es lo que te da la poesía. “Hay que aprovechar todo lo nuevo que te va a ofrecer el paso por esta edad”.
Y de fondo, el mundo. Defensor de la naturaleza en todos sus libros, el escritor nació, recuerda, “a cien metros del mar, cerca de la Torre de Hércules”. Playas, dunas, bosques o campos forman parte invevitablemente de su paisaje interior. “La naturaleza –advierte- puede vivir sin nosotros pero el ser humano jamás podrá vivir sin la naturaleza. Evadirnos de la responsabilidad que tenemos es peligroso y criminal”.
No en vano, el poeta se autodefine como un buscador de exteriores. “Lo que más me gusta, como cuando se rueda una película, es buscar los exteriores. Y eso es lo que hago”. Su escritura viene un poco de todas partes y de las notas que toma en su vida personal.