Perez-de-Villar

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Letras

La traducción y sus enemigos

En este ensayo, Pérez de villar desenmascara enemigos del traductor como la precariedad, la invisibilidad, la falta de respeto propio y ajeno o las prisas

22 marzo, 2020 21:52

Los enemigos del traductorAmelia Pérez de Villar

Fórcola. Madrid, 2020. 208 páginas. 16,50 €

Traductora vocacional (quiso serlo antes incluso de cumplir los diez años), Amelia Pérez de Villar (Madrid, 1964) pasa revista en este volumen –que compila artículos publicados en su blog De libros y de hojas y en la revista El Trujamán– a los peores enemigos del traductor, entre los que desenmascara la invisibilidad, la falta de respeto propia y ajena, las prisas excesivas o la precaridad del sector. Y lo hace con tanta rotundidad y rigor como amenidad y contundentes ejemplos. Así, al defender su trabajo frente a quienes recurren al traductor de algunos buscadores de internet como sustituto de los profesionales, recuerda, por ejemplo, la complejidad de Henry James.

Cuando tuvo que verter al castellano Novelistas, sabía que el escritor neoyorquino siempre utilizaba la última acepción de cualquier palabra, a menudo la más inusual. Durante semanas tuvo un párrafo del libro subrayado en rosa porque desconfiaba de su sentido. Y al final descubrió que la clave estaba en la palabra aparentemente más inocente y obvia de todas, “moment”, que podía significar, en inglés, “importancia”. “Supere eso, señor
Google”, remata burlona.

Pérez de Villar desenmascara enemigos del traductor como la precariedad, la invisibilidad, la falta de respeto propio y ajeno o las prisas

Convencida de que para un editor responsable “contar con un buen profesional es una inversión y una garantía de calidad”, a Pérez de Villar le duele que en muchas reseñas no aparezca siquiera mencionado el nombre de quien hace que el castellano de determinado autor “suene” tan bien. Le ofende la inestabilidad del sector, la inseguridad en los contratos, los honorarios vergonzosos, “el número de horas que pasamos al teclado”, sin vacaciones ni horarios, o la imposibilidad de ejercer su oficio de manera exclusiva.

Y, sobre todo, le entristece que, tras tantos años de lucha y trabajo, jóvenes recién salidos de las facultades de Filología acepten encargos de última hora con plazos de entrega imposibles y traduzcan trozos de obras a cambio de tarifas de vergüenza. “Formamos parte de un sistema que hace agua” y en el que, en general, pocos respetan un trabajo que ella defiende con pasión, mientras se reeditan versiones que novelistas de prestigio como Borges o Martín Gaite publicaron de los clásicos, a veces con errores de consideración.