Si la literatura tiene como objetivo básico conmover ("perturbar, inquietar, alterar, mover fuertemente o con eficacia a alguien" según la definición del Diccionario de la Academia), las brujas (escrito así, con minúscula) de Celso Castro (La Coruña, 1962), cumple ampliamente con su cometido porque unas veces de forma sucesiva y otras de manera simultánea, tiene capacidad para impresionar, asombrar, estremecer, inquietar y perturbar al lector. Además, desde el principio es evidente que su autor tiene una voz literaria que no se asemeja a ninguna otra y que parece que ha hecho suya la consigna de Cela, quien, al tratar de explicar el éxito de La familia de Pascual Duarte, afirmaba que “cuando un ambiente está oliendo a algo, lo que hay que hacer, para que se fijen en uno, no es tratar de oler a lo mismo solo que más fuerte, sino, simplemente, tratar de cambiar de olor”. Porque esto es, en efecto, lo que hace Castro, oler a otra cosa. De ahí que resulte tan original.
Desde una perspectiva formal, nuestro autor hace un uso peculiar de los guiones, ha eliminado el punto de final de párrafo y ha suprimido las mayúsculas, recurso que, al parecer, proviene de su afición a la poesía. Desde el punto de vista del contenido, además, sus novelas indagan en la psicología compleja de jóvenes o adolescentes que viven instalados en cierto desequilibrio emocional y en una extraña o difícil relación familiar. A ello hay que añadir un alto nivel de intertextualidad, alusiones al mundo de la magia –tan vinculado con el imaginario gallego–, la introspección casi enfermiza de sus narradores y las referencias a espacios que se ubican en Galicia, especialmente, como en las brujas, a La Coruña.
La novela presenta a un narrador que habla desde una potentísima primera persona. Se trata de un muchacho hipersensible que se dirige a un interlocutor, de modo que lo que recibe el lector es un monólogo entreverado de referencias apelativas a un (hipotético y) desconocido receptor. Ese “yo” es un joven coruñés que trata de contarle al “tú” algunos hechos de su vida con el fin de explicárselos y quizá también de aclarárselos a sí mismo. Desde el principio sabemos que arrastra una historia desgarradora en la que hay espacio para una madre desnaturalizada, un padre ausente y un hermano suspicaz y provocador que se alía con la madre para ponerse en su contra. Sabemos también que este chico, nuestro innominado narrador, se enamora de lorena, de quien descubre que es su hermana de leche –a ambos los amamantó la madre de ella– y que las dos se dedican a realizar prácticas de magia; es decir, que son brujas (de ahí el título). Por si esto fuera poco, nuestro joven tiene visiones, una especie de epifanías desprovistas de sentido positivo que, curiosamente, también experimenta lorena.
El peculiar estilo, el todopoderoso "yo" narrador y la desgarradora historia hacen de 'las brujas' una novela original y atractiva que satisfará a los lectores más exigentes
En las brujas resulta fundamental la elección de la perspectiva narrativa, la presencia de un todopoderoso “yo” que dirige la interpretación del lector. Lo hace hasta que ese lector, que somos cada uno de nosotros, empieza a sospechar que tal vez (al principio es una conjetura y más tarde una certeza), el narrador no es fiable porque solo muestra su propia visión de la realidad mientras oculta (poco a poco intuimos por qué) la de los demás personajes. Así, la novela bucea en la psicología de todos ellos, especialmente en la del narrador, e indaga en aspectos oscuros y dolorosos de su forma de ser y de sus relaciones con los demás. Por eso analiza hasta el delirio la desafección en la infancia, los celos, la culpa, el remordimiento y el sentimiento de lástima hacia uno mismo; también la consecuencia de todo ello: el desequilibrio emocional.
Otro patrimonio de la novela es que abunda en referencias culturales en forma de alusiones literarias, mitológicas, bíblicas, filosóficas, psicológicas y musicales, algunas con claro componente metaficcional. Y que por debajo del conjunto transparece el mundo inquietante de Thomas Bernhard con sus laberintos obsesivos y turbadores. Todos estos ingredientes hacen de las brujas una novela original y atractiva que satisfará a los lectores más exigentes.