Poeta, crítico literario de El Cultural, maestro de varias generaciones de filólogos y editor, Joaquín Marco (Barcelona, 1935-2020) murió el pasado fin de semana a causa del cáncer de páncreas que padecía, con la discreción y elegancia con la que siempre vivió, sin estridencias, pero dejando tras de sí un asombroso legado casi secreto de pasión por la literatura.
Nacido en el barrio barcelonés del Raval, donde fue testigo del espanto de la guerra civil, su militancia antifranquista le llevó a la cárcel de Carabanchel en su juventud. A pesar de todo, en 1958 se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona, donde luego fue profesor y catedrático de Historia de la Literatura Española hasta su jubilación, y después, catedrático emérito.
Maestro de maestros (entre sus discípulos destacan Anna Caballé, Javier Cercas, Jordi Gracia), él mismo contó con la amistad y tutela de José Manuel Blecua, que dirigió su tesis doctoral, Los pliegos sueltos poéticos en el siglo XIX: introducción al estudio del pliego de cordel y de sus vertientes literarias (1750-1850). Era el resultado de una pasión nacida “de manera desordenada, casi azarosa", a una edad temprana, "en las aceras del Mercado de San Antonio, en las mañanas dominicales ". Una pasión que le marcó como poeta y como profesor. También como crítico literario. Y como editor.
Trabajó en Seix Barral, dirigió la Editorial Salvat y fundó Llibres de Sinera. A finales de los años 60 le encargaron una colección de clásicos españoles de cien títulos, destinado al gran público y para vender en quioscos, que no superaran las doscientas páginas. Nacía así la famosa colección RTVE, de pastas naranjas, de la que se llegaron a vender unos 300.000 ejemplares por libro. También dirigió la colección Ocnos, plataforma de renovación de la poesía en los años setenta y ochenta, en la que publicaron Leopoldo María Panero, Manuel Vázquez Montalbán, José Agustín Goytisolo, Juan-Gil Albert, Joan Margarit, Pere Gimferrer, junto a los poetas hispanoamericanos como Alejandra Pizarnik, Lezama Lima o Nicanor Parra. A él se deben, de hecho, los primeros intentos en Barcelona por estudiar la literatura latinoamericana y por divulgarla entre el público lector.
Amigo personal de Gabriel García Márquez y de Carmen Balcells, a menudo el crítico recordaba cómo, nada más conocerle en 1968, el futuro Nobel le preguntó si sería posible vender en Barcelona dos pieles de caimán que había traído de Colombia. Fruto de esa amistad, Marco conservó durante décadas la copia mecanografiada de Cien años de soledad, obsequio del escritor.
Si su labor como editor fue destacada, el Joaquín Marco crítico literario no se quedó atrás. Comenzó a colaborar en los años 60 con la entonces fundamental revista Destino, invitado por Josep Vergés, su director, para sustituir a Joan Fuster, y pronto su firma se convirtió en imprescindible en La Vanguardia, ABC o El periódico de Catalunya. También, durante más de veinte años, en las páginas de este Cultural.
Con todo, a pesar de su larga trayectoria como crítico literario, Joaquín Marco siempre se definió como poeta. Entre sus libros de poemas destacan Fiesta en la calle (1961), Abrir una ventana a veces no es sencillo (1965), Algunos crímenes y otros poemas (1971), Aire sin voz (1974), Esta noche (1978), El significado de nuestro presente (1983), El muro de Berlín (2003), Poesía secreta.1961-2004 (Bruguera, 2010) y Variaciones sobre un mismo paisaje (Visor, 2012).
Autor de una decena de ensayos, algunos tan importantes como Poesia popular política del segle XIX (1967); Literatura popular en España en los siglos XVIII y XIX : una aproximación a los pliegos de cordel (Taurus, 1977); Literatura hispanoamericana: del modernismo a nuestros días (Espasa-Calpe, 1987) y La llegada de los bárbaros. La recepción de la literatura hispanoamericana en España, 1960-1981 (Edhasa, 2004), escrito con Jordi Gracia.
En 2006 fue galardonado con la Cruz de Sant Jordi en reconocimiento al conjunto de su obra. Poco reconocimiento para un maestro ejemplar.