Centrada en la creación de su obra literaria, Isabel Bono (Málaga, 1964) rehúye polémicas y ruidos mediáticos. Hasta la fecha, le han editado una veintena de libros de versos. Combina la poesía con la narrativa. En 2017, obtuvo el Premio Café Gijón con Una casa en Bleturge (Siruela). Este año ha publicado su segunda novela, Diario del asco (Tusquets).
El nuevo conjunto de poemas de Isabel Bono, titulado Después, se abre con una cita de William Blake: “Ama sin ayuda de nada”. No es una elección casual, sino que las cinco palabras del artista británico concuerdan con el universo de la poeta española. Leemos un primer poema de amor: “ayer era verano / dentro de tu boca // afuera llovía”. Pero pronto se percibe un ansia de huida que es incompatible con la necesidad de seguir junto a un cuerpo amado. La autora observa el ejemplo de unos árboles estoicos y alude al nombre perdido en un tiempo oscuro. La pasión desemboca en dos versos claros: “dejemos que las cosas brillen / a nuestro alrededor”.
La brevedad de las composiciones y el uso de vocablos sencillos no disminuyen la destreza de Isabel Bono para transmitir pensamientos profundos. A veces su escritura concisa, sin letras mayúsculas ni puntuación, coincide formalmente con la de Alejandra Pizarnik. El aullido, la saliva, el amianto, la hierba, el liquen o las zarzas son los materiales con que nos comunica su desconcierto. Persisten el dolor de los objetos y la tierra seca. La monotonía es una noche inmóvil. La poeta define así nuestro error: “el miedo era esto // tener delante / el más hermoso de los bosques / y desviar la vista / hacia un árbol loco”.
Lo previsible y lo superfluo no tienen cabida en ninguna de las páginas de Isabel Bono. Su refinamiento envuelve los misterios. El lector hallará preguntas y sed, no convenciones: “el deseo es sólo agua que se instala en cada grieta / se congela cada noche / y abre en dos rocas durísimas”. La calidad de la poesía de Isabel Bono cuenta en Después con un complemento estético: la edición cuidada de su libro.