Vivimos en la era de internet y no siempre somos conscientes de lo que ello implica. La red de redes es un gran foro para el entretenimiento, la comunicación y la formación, pero también para la desinformación, el odio y la incitación a la violencia. El nuestro es un mundo que evoluciona a velocidad de vértigo y en el que aparecen continuamente términos que para muchos resultan desconocidos. ¿Cuántas personas saben qué significa hacker, tradwife, nipster, deepfake, doxing, trol, incel o meme? Aunque el corrector de Word subraya varios de ellos, casi todos estos términos aparecen en la Wikipedia española (salvo tradwife, una omisión que hay que corregir) pero para entender la amenaza que ocultan no hay guía mejor que La vida secreta de los extremistas, cuya autora, Julia Ebner, ha logrado infiltrarse en foros extremistas de difícil acceso.
Ebner, nacida en Viena en 1991, es miembro del Instituto para el Diálogo Estratégico de Londres, un centro de investigación cuyo objetivo es contrarrestar el extremismo. En su tiempo libre se ha dedicado a infiltrarse mediante identidades falsas (avatares si se prefiere un término más actual) en diversas comunidades extremistas de internet, dos de ellas islamistas pero la mayoría de extrema derecha. Esta última elección no es casual: los yihadistas han sido los extremistas que mejor han utilizado internet para sus siniestros fines, pero en los últimos años está creciendo la preocupación por la habilidad con la que el discurso del odio ultraderechista se difunde en la red, mientras que los extremistas de izquierda no parecen moverse con soltura en la guerra de memes. El último informe de Europol sobre terrorismo (Tesat) destaca que incluso movimientos ultraderechistas no violentos como el Movimiento Identitario (en el que también se infiltró Ebner) promueven el odio y pudieran inspirar atentados de lobos solitarios.
Para entender la amenaza que ocultan las redes no hay guía mejor que 'La vida secreta de los extremistas', cuya autora se ha infiltrado en foros exclusivos
El término extrema derecha, como tantos otros, resulta muy ambiguo. Las comunidades de internet en las que Ebner se ha infiltrado se sitúan en su mayoría en una zona gris, no son movimientos que promuevan abiertamente la violencia ni tampoco son partidos democráticos que compitan en elecciones. Su peligro estriba en que representan una pasarela que conduce de preocupaciones ampliamente compartidas por la derecha moderada hasta una radicalización potencialmente violenta. en que proporcionan respuestas a problemas reales, como el papel de la mujer en el mundo actual, la bajada de la natalidad, o la integración de los inmigrantes, pero se trata de respuestas que fomentan el repliegue identitario y el odio al otro.
Las tradwives, que defienden un rol femenino basado en la aceptación de la primacía masculina, pueden resultar atractivas para muchas mujeres que sienten la dificultad de conciliar su nuevo papel activo en la sociedad con su relación de pareja. De hecho, Ebner confiesa que el de las tradwives es el foro en que menos incómoda se ha sentido, pues su propuesta de un imposible retorno a una visión idealizada de los años cincuenta implica el peligro de rendirse a la misoginia. El antifeminismo es por otra parte un componente importante, como subraya el informe de Europol, de la ideología de la extrema derecha violenta.
El gran tema de esta extrema derecha es el supremacismo blanco, un término que últimamente los extremistas prefieren evitar, porque también en este ámbito se prefieren los eufemismos. Así es que un extremista lanzó una campaña de acoso contra Ebner, porque esta le había llamado supremacista blanco en un artículo de prensa. Algo que responde a una pauta habitual: el acoso sexista a las mujeres periodistas es muy común en internet. La batalla del lenguaje es esencial, pues ciertos términos dificultan que el mensaje llegue a más gente y también evitan la detección que puede llevar a la eliminación de cuentas en Facebook o Twitter. No se propone pues la expulsión de los inmigrantes, sino su repatriación, y no se es racista sino “etnopluralista”. Hay que evitar ser un “nazi viejo”, es decir alguien que se delata con sus referencias al pasado, como le advirtieron a Ebner cuando intentaba incorporarse a un grupo de internet. La estética de los skinheads está pasada de moda, es mejor ser un nipster, como dicen en Alemania, es decir un hípster nazi.
Ebner combina una ágil e inquietante narración de sus aventuras personales con identidad falsa con observaciones que invitan a la reflexión
Las teorías de la conspiración son tan importantes para los yihadistas como para la extrema derecha. Para esta última una referencia esencial es una escena de la película Matrix, aquella en que Neo toma una pastilla roja que le revela como ha vivido en una realidad virtual creada por robots que esclavizan a los humanos. Así es que una pastilla roja es todo aquello que permite a una persona y darse cuente de que vive, por ejemplo, bajo la tiranía del Gobierno de Ocupación Sionista y unirse a quienes lo combaten. La teoría de la conspiración más eficaz es la del gran reemplazo, que permite culpar a un poder oculto, posiblemente judío, de muchos rasgos del mundo actual que a algunos no les gustan. Se trata de un supuesto plan para reemplazar a la raza blanca por gentes de color, mediante tretas como el feminismo, que amenaza la natalidad de los blancos, y la inmigración.
Julia Ebner es capaz de combinar una ágil e inquietante narración de sus aventuras personales con identidad falsa, habitualmente virtuales, pero en ocasiones físicas, como cuando asistió sola a un festival de rock neonazi, con observaciones que invitan a la reflexión. Explica como todos los grupos en que se ha infiltrado tienen en común el propósito de encerrar a sus miembros en una burbuja social en la que el mundo exterior es percibido como hostil. En un foro yihadista, por ejemplo, una mujer afirma que cuanto más se acercaba al Islam verdadero, más se alejaba de su familia, de sus antiguas amistades y de la sociedad en general. Es una actitud que no conduce necesariamente a la radicalización violenta, pero la propicia.