Me atrevería a suponer que cuando Masha Gessen (Moscú, 1967) empezó a trabajar en Sobrevivir a la autocracia, el sentido del título era más figurado que literal. En el artículo de noviembre de 2016 que dio origen al libro, Gessen ofrecía una serie de reglas numeradas para "salvaguardar la propia cordura y el respeto por uno mismo" en una época de turbulencia política. La supervivencia física no era precisamente lo más difícil. Como muestra un país como la Hungría de Viktor Orbán, la corrupción y la opresión blanda pueden ser el caldo de cultivo de la autocracia: no digas lo que piensas; si te limitas a mirar el circo, a lo mejor vas tirando.
"En la era de Trump, la mayoría de los estadounidenses no están sometidos al terror del Estado, como los súbditos de un régimen totalitario", afirma Gessen en su último libro. Sin embargo, los últimos meses han demostrado lo que puede pasar cuando el desprecio de un presidente por el conocimiento experto choca con la necesidad urgente de este: "Podíamos haber imaginado, pero no previsto, que una pandemia haría de su ignorancia arrogante algo letal".
Gessen nació en la Unión Soviética y emigró a Estados Unidos siendo adolescente. En 1991 volvió a Rusia para trabajar como periodista y documentar "la muerte de una democracia rusa que, en realidad, nunca llegó a ser tal". En 2013 regresó a Estados Unidos, donde acabó convirtiéndose en redactora del New Yorker y, dicho sea de paso, una de los críticas más severas de Vladimir Putin y su despiadada consolidación del poder. En su condición de progenitora homosexual, Gessen se había enfrentado a un régimen ruso que amenazaba con quitar los hijos a las familias del mismo sexo. Cuando habla de autocracia, Gessen sabe lo que dice.
En Sobrevivir a la autocracia, la autora insinúa que Estados Unidos estaba muy poco preparado para un personaje como Donald Trump. No porque Trump apareciera de buenas a primeras; si acaso, el actual presidente sacó partido de un sistema político maduro para un demagogo, tumefacto por el dinero y la concentración de poderes en el ejecutivo. Sin embargo, demasiados estadounidenses han conservado la terca esperanza de que las instituciones de las que tanto se jactan podrían salvarlos. Los políticos del establishment, como Obama, exhortaban a sus compatriotas a actuar desde “la presunción de buena fe”. Ni siquiera los periodistas más veteranos, asegura la autora, lograban asimilar lo inimaginable. "Ningún personaje político poderoso se había propuesto destruir el sistema político estadounidense… hasta que Trump ganó las primarias republicanas", afirma Gessen. "Probablemente haya sido el primer candidato de un gran partido que no se presentaba a presidente, sino a autócrata".
En este ensayo Gessen insinúa que Estados Unidos estaba muy poco preparado para un personaje como Trump, cuya ignorancia ha pasado de arrogante a letal
Gessen no forma parte de la típica multitud agrupada en torno a la etiqueta #Resist y obsesionada con el Informe Mueller. Si acaso, lo que dice la autora es que "la insoportablemente lenta, seductoramente compleja y deliciosamente sucia historia de la injerencia rusa en las elecciones de 2016" actuó como otra distracción más de los innegables hechos en cuestión. Para cuando el letrado especial informó a la ciudadanía de que el presidente había ordenado a un abogado de la Casa Blanca que mintiese, "el presidente llevaba dos años y medio mintiendo a diario a la opinión pública", remacha Gessen.
Las palabras “mentira”, “mentir” y “mentiroso” aparecen abundantemente en el libro, lo mismo que “sentido” y “sin sentido”. El estilo de la autora, metódico y directo, se sirve de las observaciones mordaces más que de la hipérbole barroca. El uso elástico del lenguaje, afirma, ha sido un problema a ambos lados de la línea que divide la política estadounidense, pero se necesitaría un apego fanático a la equidistancia para no notar que un partido es el infractor más flagrante y atroz. Puede que los adversarios de Trump sientan un cariño desmesurado por palabras como “golpe” y “traición”, opina Gessen, pero eso no es nada comparado con la manipulación que hace el presidente del significado y la sintaxis básica en lo que la autora denomina sus “amontonamientos de palabras”.
En opinión de Gessen los periodistas debería informar sobre el trumpismo "no como una noticia, sino como un sistema"
Para combatir la palabrería, Gessen aconseja dar sentido, deliberadamente y con precisión, incluyendo la recuperación de las palabras “política” y “político”, que han llegado a denotar grandilocuencia vacía y maniobras astutas cuando deberían evocar algo más fundamental: “El proyecto vital de afrontar la convivencia en una ciudad, un estado o un país; de trabajar por encima de las diferencias; de actuar colectivamente”. El político hipócrita de rigor indigna a la gente al predicar una cosa y hacer otra. Comparémoslo con alguien poco común y carente de hipocresía como Trump, quien, para empezar, ni siquiera se molesta en predicar nada elevado. Por lo menos el ideal hipócrita “cumple la función de reiterar los valores a los que se aspira”, en palabras de Gessen.
La autora censura con dureza a los medios de comunicación por recurrir al “tono neutral” que “normaliza la prosa de los periódicos” y ayuda a que la audiencia “asimile lo inasimilable”. En su opinión, lo que los periodistas deberían hacer sería informar sobre el “trumpismo no como una noticia, sino como un sistema”.
Sobrevivir a la autocracia se enfrenta al mismo problema que la mayoría de los libros contrarios a Trump: cómo concluir de una manera que encuentre el equilibrio justo entre realismo y esperanza. Según su autora, con la política actual llegamos a suponer "que Trump nos haría el favor de anunciar el punto de no retorno con un gesto amplio e inequívoco". Pero los aspirantes a autócratas no declaran que ha llegado la hora de la autocracia; antes bien, recurren a su crudo repertorio incitando al fanatismo, haciendo campaña por “la ley y el orden” y sometiendo a los emigrantes a una crueldad gratuita. No hay nada misterioso en ello. Deberíamos dejar de buscar un enigma que no existe, aconseja Gessen, y prestar más atención al mundo tal como es.
© New York Times Book Review
Traducción: News Clips