Algunos personajes anodinos de la literatura se han alzado como héroes poéticos, enfrentados al mundo desde su ser minúsculo. Sólo un impulso, un movimiento del azar, un golpe inesperado hará que la vida de estos personajes tome un curso dramático. De esos terrenos resbaladizos surge Paul Hansen, el protagonista-narrador de la novela de Jean-Paul Dubois (Toulouse, 1950), ganadora del Premio Goncourt 2019. De la misma estirpe que Meursault, el personaje de El extranjero de Camus, Hansen, el protagonista de No todos los hombres habitan el mundo de la misma manera, mantiene una indestructibilidad interna, en medio de las catástrofes encadenadas de su vida. Dubois es un experimentado escritor, con un mundo propio y más de 20 novelas, muchas premiadas, en su haber. Un verdadero creador de protagonistas inolvidables, en apariencia anodinos. El Goncourt ha valorado, sin duda, la construcción magistral del retrato psicológico de Paul Hansen, con el que el público empatiza sin querer despedirse de él.
La historia empieza en mitad de los hechos. Hansen está en la celda de un presidio de Montreal. Le quedan algunos meses para cumplir una condena de dos años. Su compañero de habitáculo se llama Patrick Horton, es un ángel del infierno acusado de asesinar a un motorista soplón, lleva tatuado su amor por las motocicletas Harley-Davidson en el pecho y tiene pánico a las ratas. Cuando Hansen deambula por los corredores con Horton, “un hombre y medio”, los presos se apartan, dirá el narrador.
Tardaremos en saber por qué Paul Hansen, hijo de la propietaria de un cine de Toulouse y de un pastor metodista de origen danés, ha dado con sus huesos en una cárcel canadiense. El relato carcelario alternará con flash-backs de la adolescencia y juventud del narrador. A veces se explaya en detalles aparentemente insignificantes: la compra del coche familiar, las películas que programaba su madre en aquel cine libertario… Datos específicos, que lejos de suponer digresiones, conforman un todo sociológico, reflejando la atmósfera de una época.
Paul Hansen, el antihéroe de este libro, espera su desquite. Áspera y tierna, la novela de Dubois redime a su personaje y a nosotros con él
Ante nuestros ojos, la entremezclada intimidad de los dos compañeros de celda, el vehemente motorista y el flemático Hansen. Como contraste, la otra vida de Hansen, la que concierne a su esposa, una joven india canadiense e irlandesa que pilotaba hidroaviones sobre los lagos, la vida que le ataba al perro Nouk, y, sobre todo, la existencia vinculada al entorno laboral de Hansen. La novela progresa en meandros hacia el desvelamiento del delito que llevó al narrador a prisión. Dicho acontecimiento tuvo que ver con su trabajo como encargado y “hombre para todo” del Excelsior, un edificio de lujo en Montreal, con piscina, cuyos residentes, en muchos casos personas mayores, requerían constantemente de sus servicios. Las circunstancias que se dieron en el Excelsior y que han llevado a Hansen a prisión son tan ridículas como brutales, tan injustas como inevitables. En el fondo tranquilo de la piscina, también latía la violencia de la naturaleza humana. El empleado ejemplar tropezó con la sinrazón de las normas. Al final una deliciosa venganza.
Resulta notable la habilidad con la que Jean-Paul Dubois entremezcla la crueldad de los seres con la delicadeza, las malas jugadas de la vida con una especie de justicia poética, la desubicación de sus antihéroes con el profundo deseo de ser amados. Las distintas aventuras de los diferente personajes: los bellos vuelos canadienses de la esposa india, el cine de la madre, la desintegración del padre, la saga familiar de Dinamarca, el inesperado infantilismo del compañero de celda, se funden y engarzan en un hilo narrativo fresco, lleno de humanidad. No hay nada de artificioso en el estilo, la sencillez es la norma. El tono de la voz narradora, con su retranca y su relativismo, no evita en ningún momento la crítica hacia los abusadores de los más débiles. Áspera y tierna, la novela de Dubois redime a su héroe y a nosotros con él.