VientosSaint-John Perse

Traducción de Enrique Moreno Castillo. Linteo. Orense, 2020. 216 páginas. 15,5 €

Su nombre de pila era Marie-René Auguste Alexis Leger. Descendiente de abogados y propietarios de plantaciones de café y caña de azúcar en las Antillas francesas, Saint-John Perse (Pointe-à-Pitre, 1887 - Hyères, 1975) vivió durante cinco años en Pekín. Ejercía de secretario del Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia. Lo vemos fotografiado detrás de Hitler y Mussolini en los Acuerdos de Múnich (1938). Lo acusaron de quemar archivos diplomáticos. Destituido, se opuso al régimen de Vichy y lo despojaron de la nacionalidad francesa. Se refugió en Londres. Después de negarse a colaborar con el general De Gaulle, se exilió en Estados Unidos. Escritor solitario, a menudo sus libros de poemas se titulan con una sola palabra (Elogios, Anábasis, Exilio, Vientos, Amargos, Crónica, Poesía, Pájaros). En 1960 obtuvo el Premio Nobel de Literatura.

Vientos fue editado en 1946. La primera versión española del libro se publica en Colombia en 1960. El poeta Enrique Moreno Castillo traduce y prologa esta nueva edición. Las veintitrés páginas de su prefacio nos informan sobre cómo concibe Saint-John Perse su literatura. Sin desatender a la musicalidad, el escritor se expresa con versículos y exhibe su gusto por las palabras inhabituales. Los cuatro apartados de la obra se dividen en cantos. La sección inicial describe grandes vientos que irrumpen en los caminos, rastrean púrpura y marfil, levantan harapos y losas. Según el autor, unas fuerzas indefinidas logran que prosperen “el saltamontes verde del sofisma; las virulencias del espíritu en las inmediaciones de las salinas y el frescor del erotismo a la entrada de los bosques”.

La claridad no es uno de los placeres encerrados en la poesía de Saint-John Perse. Su belleza verbal sube de un fondo que cuesta descifrar. Su hermetismo está creado con arrecifes, prismas, sol negro, caballerías errantes, pozos de arsénico y gusanos de ónice. El lector se abre camino entre materiales intrincados o abandona el empeño de desentrañar claves. O se embriaga con la brillantez de la superficie. Las metáforas, una gran riqueza léxica y el tono profético determinan el estilo. El enigma es tan potente como los vientos descritos. Jinetes itinerantes cruzan desfiladeros; reflexionan en gradas de piedra o en círculos de montañas. El poeta, que busca “los yacimientos del futuro”, elogia a las mujeres y ve a los hombres asediados por la divinidad. Aglutina a censores y visionarios, a “tránsfugas de la felicidad”, a silbadores de blues, a navegantes nocturnos, a quienes escrutan las arrugas de la tierra. De repente, las imágenes vigorosas de Saint-John Perse dan paso a una certeza amarga: “Y otra vez las cápsulas de la nada en nuestra boca de hombres vivos”.

¿Cuál es el significado del conjunto? Sólo Perse domina el hilo rojo que une símbolos, civilizaciones antiguas y modernas, conquistas, fábulas, mitologías, paisajes y el grito agudo de un dios que ha perdido la mayúscula de su primera letra. Para orientarnos, la ayuda de Enrique Moreno Castillo resulta primordial. Su estudio contribuye a dilucidar pasajes oscuros, nos guía poniendo la lupa en cada parte de la obra.

Existen en la obra algunas islas de nitidez expresiva. Saint-John Perse lanza sus diatribas contra los altares y los tristes libros. Nos comunica su acritud con alusiones al “polvo del saber”. El deseo aparece, se camufla, regresa, insiste con furia. Con frecuencia se celebra el esfuerzo humano por alcanzar algún tipo de plenitud: “Hombres de fortuna que llevaban a un país nuevo sus ojos fértiles como ríos”. La edición bilingüe de Vientos contiene otra clase de nitidez: la maestría con que el poeta usa la lengua francesa. 

La traducción de Enrique Moreno Castillo es meritoria. Supera admirablemente las abundantes dificultades de esta obra singular. Como el resto de los libros de la colección dirigida por Antonio Colinas, Vientos ha sido editado con gran esmero.

… Con todos los hombres de dulzura, con todos

los hombres de paciencia en los talleres del error,

[…]

el Matemático en busca de una salida al fondo de

sus galerías de espejos, y el Algebrista en el nudo de

sus caballos de frisia, los enderezadores de

desviaciones celestes, los ópticos en sótanos y

filósofos pulidores de lentes,

todos los hombres de abismo y de espacio abierto,

y los ciegos que tocan grandes órganos, y los pilotos

de gran velocidad, los grandes Ascetas espinosos en

su erizo de luz,

y el Contemplador nocturno, al extremo del hilo,

como la araña cestera.