El 14 de noviembre del 2013, en el Palau de la Música de Barcelona, se celebraba la entrega de premios Educaweb. Y fue invitado, en sustitución de un orador indispuesto, el autor del libro que reseñamos. Adolf Tobeña (Graus, 1950), catedrático de psiquiatría, tertuliano experimentado y autor de varios libros en la frontera entre la ciencia y las disciplinas sociales, es un intelectual inquieto que adora meterse en los charcos de lo políticamente incorrecto, y el tema de la educación puede serlo mucho. Sin duda hubieran preferido a otro investigador de primera fila pero más domesticado que el autor que escribiría La pasión secesionista.
Por este motivo, el presentador avisó sin preámbulos de que lo que iba a venir era el irremediable resultado de la improvisación y que pudiera ser que los contenidos de la conferencia se acomodaran poco o nada al pensamiento y valores propugnados por la organización, y posiblemente del público. Otro menos aplomado se hubiera marchado después de esa advertencia casi ofensiva. Pero entiendo que era demasiado tentadora aquella situación, con la concurrencia cautiva y con el corazón en un puño.
El libro, escrito en la forma amena y erudita de siempre, señala los hallazgos más sólidos sobre la carga genética y los engranajes neurocognitivos de la inteligencia y del carácter. Para el autor, eso debería convertir en más cautos a quienes creen en la influencia plenipotenciaria del periodo escolar. La inteligencia general es la clave y el peso de la carga heredada notorio. Que el alumnado puede ser enteramente moldeado por la escuela es una falacia perniciosa.
Tobeña sostiene en este ensayo ameno y erudito que el dogma de que el alumnado puede ser enteramente moldeado por la escuela es una falacia perniciosa.
La escuela puede contribuir a ampliar y solidificar la inteligencia cristalizada, pero aporta poco o quizás nada a la inteligencia fluida, que es la más relevante. En el temperamento también cuentan las predisposiciones: la fiabilidad comportamental, la aplicación y a prudencia fueron mejores predictores de logros profesionales (y de longevidad saludable) en todo el recorrido. Tobeña dedica varios párrafos a la figura del profesor competente e inspirador, cada vez más añorado. Porque las teorías psicopedagógicas que se han impuesto en estos últimos años están más basadas en la ideología que en el empirismo y la ciencia.
Talento desperdiciado no sólo se entrega a la crítica, también hace propuestas valiosas, basadas en el análisis científico de la educación en general. Hay un cuerpo de datos, robusto, para ir asentando la intervención escolar “en los conocimientos de las disciplinas que van desentrañando los procesos psicobiológicos que permiten la eclosión de los diferentes talentos y temperamentos”. Yendo a lo concreto, nos dice que prestemos atención a las técnicas que, aisladas de la influencia de la ideología pedagógica, han dado frutos palpables. Por ejemplo, el sistema de autoaprendizaje de las escuelas de idiomas, con su incidencia en la autonomía del alumno y el suministro de feed backs continuos por parte de los nuevos dispositivos técnicos.
'Talento desperdiciado' nos anima a prestar atención a los métodos educativos ajenos a la ideología pedagógica dominante
La burocracia pedagógica diría que esto es ir para atrás, pero hay un refrán que advierte de que “rectificar es de sabios”. Tobeña propone recuperar a señalización de los logros de cada cual, mediante el uso de gradaciones claras, prescindiendo de “los fastidiosos eufemismos que tanto han proliferado en las últimas décadas”. Es decir, evaluaciones homologables y con notas con la sencillez y claridad tradicionales. Lo mismo su llamamiento al orden y la disciplina en la escuela y otros centros formativos: estudios en laboratorio u observaciones sistemáticas indican que, si se prescinde del castigo eficiente ante la trampa, el engaño o la transgresión, se hunde la cooperación fructífera ente humanos, y causa el desastre en la escuela (seguimos siendo primates).
Con la misma rotundidad invita a alejar a los padres y madres de la escuela, pues suele redundar en una merma de la autoridad de los educadores en su condición de especialistas, y denuncia la extravagancia de otorgar protagonismo a los adolescentes y prepúberes en los debates políticos o económicos, confundiéndoles sobre su lugar en la sociedad y sobre la verdadera dificultad de los temas (ecología, etc.) que sin preparación denuncian. Sí, la conferencia transcurrió hasta su fin sin incidencias, y fue el germen de este opúsculo que por breve no deja de ser revolucionario y que tendrá, sin duda, un pronto desarrollo. Disfruten del entrante.