Imposible

Erri de Luca

Traducción de Calos Gumpert. Seix Barral. Barcelona, 2020. 160 páginas. 16 €. Ebook: 7,99 €

Una montaña puede ser un lugar tan solitario como una celda de aislamiento. Ambos escenarios colocan al hombre frente a sí mismo, exigiéndole un ejercicio de introspección. Erri de Luca (Nápoles, 1950) aborda en Imposible los conflictos provocados por los Años de Plomo, cuando el mundo vivía sacudido por la irrupción de guerrillas que pretendían llevar a cabo una revolución, liquidando el capitalismo y los valores de la burguesía. Un viejo terrorista que ha cumplido una larga condena se topa en la cornisa de una montaña con un amigo y camarada que delató a sus compañeros. El traidor, que había sido su mejor amigo, muere tras caer al vacío. Un juez interroga al presunto culpable, convencido de que no ha sido un accidente, sino un asesinato.

De Luca combina el diálogo y la comunicación epistolar, componiendo una intensa novela breve con un hondo lirismo y gran calado filosófico. Albañil, camionero, autodidacta en varios idiomas, el escritor napolitano participó en el Mayo del 68 y, más tarde, intervino en la guerra de los Balcanes como conductor de vehículos con ayuda humanitaria. Es, por lo tanto, un escritor comprometido que rehúye las atalayas de marfil. Y no habla de oídas. Nos cuenta lo que ha vivido, pero sin aleccionar al lector. No comete la torpeza de imponer un punto de vista, barriendo hacia su perspectiva ideológica. Se limita a narrar, exponiendo los argumentos de cada parte y, muchas veces, se desvía de sus propias convicciones, colocándose en la piel de sus antagonistas.

En Imposible, hay dos voces: el juez y el terrorista. O si se prefiere, el activista y el brazo ejecutor de la ley. El juez cree en la justicia, la equidad y el individuo. El activista en la igualdad, la fraternidad y la comunidad. Sus careos son algo más que interrogatorios. Dos visiones del mundo contrastan su interpretación del hombre y la historia, alegando razones sólidas y nada pueriles. El capitalismo explota a los trabajadores, imponiéndoles jornadas extenuantes y pésimamente retribuidas. Los revolucionarios emplean la violencia para crear un mundo donde el individuo quedará sometido a lo colectivo.

De Luca imprime vida al debate teórico mostrando el lado humano de los personajes. El viejo militante escribe cartas a su compañera, hablándole de la vejez. En la cárcel, tener cierta edad es una ventaja, pues en los últimos tramos de la existencia se vive de recuerdos y no de expectativas. Ya no se hacen proyectos. Solo se evoca.

'Imposible' es una intensa novela breve que mediante el diálogo y la comunicación epistolar construye con hondo lirismo reflexiones de gran calado filosófico sobre el poder del Estado

El juez es un hombre libre y joven, pero parece más desdichado. No sabemos si tiene familia o si está enamorado. Poco a poco, comienza a sentirse fascinado por el hombre al que juzga. No excusa su pasado violento ni su supuesto asesinato, pero le sorprende su firmeza en una época donde las convicciones se desmoronan. El mundo actual se ha acostumbrado a vivir sin certezas y casi sin valores. Ese hecho es un muro de contención contra el fanatismo, pero deja al ser humano desarmado, alimentando una angustiosa sensación de vacío.

Erri de Luca es un maestro de las emociones. Los personajes de Imposible no son estereotipos, sino seres sumamente creíbles que reflexionan sobre el papel del Estado, ese Leviatán que ampara y devora al hombre. El militante cree en la revolución; el juez, en el respeto a la ley. Los dos son sinceros. Ninguno esconde una impostura. El terrorista no duda; el magistrado, sí. Personalmente, siempre prefiero a los hombres que dudan.

De Luca no es un fanático, pero se nota su nostalgia de un tiempo donde aún era posible hablar de utopías y soñar con un mundo sin desigualdades. Imposible es una novela que puede transformarse sin apenas esfuerzo en una pieza teatral. Posee esa tensión filosófica y existencial de las obras de Camus, donde el ser humano busca respuestas. De Luca no las proporciona, pero mantiene abiertos los interrogantes, evidenciando nuestra condición de animales metafísicos, incapaces de transitar por la vida sin hallar un sentido a las cosas. En una montaña o en una celda, el hombre mira hacia dentro y se plantea el dilema de Pascal. Quizás merece la pena arriesgarlo todo, apostando por lo imposible, pues lo posible ya sabemos que desemboca en el vacío y la oscuridad.