Hay quien se refugia, en tiempo de desconsuelo, en museos, parques o teatros, y quien, cuando viaja, visita en primer lugar casas ilustres, puentes o cementerios en busca de algo de belleza y de paz. A la protagonista de Desubicados, primera novela de la argentina María Sonia Cristoff (Trelew, Argentina, 1965), en cambio, los teatros le producen urticaria, no frecuenta mucho los cines, y sólo encuentra en un zoológico la tranquilidad que unos vecinos demasiado fogosos le roban por las noches. Por eso, por culpa de unos indiscretos amantes, se queda dormida a su pesar en reuniones de trabajo, en autobuses, haciendo cola o mientras come
Es entonces cuando recuerda que, cuando hace tiempo necesitó amparo, descubrió el efecto sedante que en ella tenían los zoológicos para recuperar la paz. Y se da cuenta de que, escondida en un banco cerca de las jaulas de las fieras de un zoo bonaerense, puede descansar.
Mecida por los rugidos de las fieras, relajada ante sus juegos y movimientos tranquilos, encuentra remedio contra el insomnio, mientras intenta asumir que está definitivamente perdida y que necesita “ubicarse”, encontrar su lugar en el mundo de una vez y para siempre porque, como los animales allí encerrados, ella también carece de hogar.
Breve e intensa, irónica y deslumbrante, la novela de Cristoff sorprende por su capacidad de sugerir miradas insólitas sobre la realidad, rebosantes de intuiciones inesperadas.