Lenin, el sangriento padre del terror comunista
Incisivo y polémico, este ensayo de Stephan Courtois desmitifica a Lenin, claro precursor de una violencia que la historia atribuye sólo a Stalin
1 junio, 2021 09:11Era el 9 de enero de 1918 y hacía pocas semanas que los bolcheviques habían conquistado el poder cuando su líder Vladimir Ilich Uliánov, más conocido como Lenin, escribió unas notas personales en las que reflejó su preocupación por que la violencia obrera contra la burguesía no era suficientemente enérgica. No había que tener piedad contra los ricos, los maleantes, los parásitos y los granujas, toda esa escoria de la humanidad que era el legado del capitalismo: había que liberar la tierra rusa de todos esos insectos nocivos. Esas feroces reflexiones de un fanático eran palabras del gran líder de la revolución comunista y por ello han sido cuidadosamente conservadas y se pueden leer en el volumen 26 de sus obras completas en francés, de donde las toma el historiador Stéphane Courtois (Dreux,1947).
Militante maoísta en su juventud, Courtois ha contribuido como pocos a dar a conocer el lado oscuro del comunismo, que en la España de hoy muchos prefieren ignorar. Alcanzó la fama en 1997 como primer autor de una obra colectiva que tuvo un enorme eco en Francia y fuera de ella: El libro negro del comunismo, ensayo que contiene sobre todo un excelente trabajo de Nicholas Werth sobre el terror bajo Lenin y Stalin.
Sucede sin embargo que, si bien los crímenes de Stalin han sido ampliamente reconocidos, mucha gente bienintencionada sigue pensando que Lenin era distinto, que la degeneración brutal de la Rusia soviética sólo se produjo con su sucesor. Courtois lo atribuye en primer lugar a la hábil maniobra de Jrushchov en 1956, quien al tiempo que denunció los crímenes de Stalin los presentó como una aberración respecto a la triunfal marcha hacia el comunismo, de la que sólo aquel era culpable, y exoneró al fundador Lenin y a quienes, como él mismo, habían participado en la represión estalinista.
Así es que, aún hoy, el cadáver embalsamado de Lenin sigue expuesto en su mausoleo del Kremlin, donde gobierna otro Vladimir, Putin. Tanto en Rusia como en China se ha renunciado a la utopía igualitaria comunista, pero el tributo a la memoria de Lenin y Mao sigue siendo un factor de legitimidad para sus herederos.
Incisivo y polémico, este ensayo desmitifica a Lenin, claro precursor de una violencia que la historia atribuye sólo a Stalin
El lector español que desee conocer la verdadera historia de Lenin tiene donde elegir. El año pasado se publicó una excelente biografía escrita por Victor Sebestyen y editada aquí por Ático de los Libros. Ambos son estudios muy competentes, el de Sebestyen es más extenso, más documentado y sosegado en su estilo, el de Courtois más breve, más incisivo y más polémico. No ofrece grandes novedades, pero permite comprender el nacimiento y desarrollo del fanatismo de Lenin y de su extraordinaria confianza en sí mismo.
Unamuno escribió una vez que los ateos bolcheviques tenían fe y que gracias a esa fe podían, como antaño los católicos y los jacobinos, hacer historia universal. El primer profeta de esa fe fue Marx, pero no en balde se denominó marxismo-leninismo a la doctrina oficial de la Unión Soviética. A pesar de su obsesión escolástica por las citas textuales de Marx y Engels, Lenin transformó su doctrina y lo hizo bebiendo en fuentes específicamente rusas. Como destaca Courtois, Lenin transformó unas ideas procedentes de Europa occidental en un credo profundamente ruso, marcado por la intolerancia, la inflexibilidad y la crueldad.
En cierto sentido, para Lenin el auténtico profeta fue su hermano mayor Alexandr, ahorcado por su participación en un complot para asesinar al zar cuando Vladimir acababa de cumplir 17 años. Los Uliánov eran una familia acomodada, el padre era un honesto y competente funcionario, fiel al zar, la infancia de Vladimir fue feliz y su inteligencia y laboriosidad hizo de él un brillante estudiante. La ejecución de Alexandr, lo cambió todo. Vladimir leyó con apasionamiento los libros de su hermano y quedó impresionado sobre todo por una novela hoy ilegible, ¿Qué hacer? de Nikolái Chernyshevski, que ofrecía un modelo de entrega fanática a la causa revolucionaria. Ese fue su modelo para toda la vida.