Dos etiquetas enmarcan el espacio narrativo al que se adscribe esta novela: thriller psicológico y domestic noir. La primera alude a la intriga derivada de un conflicto interno que va tejiendo el enfrentamiento mental entre los personajes que mueven la acción. La segunda se refiere a un subgénero en el que la trama se forja en el ámbito doméstico y la protagonista es una mujer, culpable o inocente, junto (o frente) a un hombre, no mera víctima o acompañante secundario.
Pues bien, este es el marco que acoge El deseo de los accidentes, quinta novela de Rafael Caunedo (Madrid, 1966), y en todas destaca la marca de un estilo ágil y ameno capaz de armar una historia dando especial relevancia a la narración del proceso emocional de los personajes.
Estilo que parece dominar aquí, a juzgar por la equilibrada tensión entre ambiente, personajes, argumento, intriga y situaciones que la propician. Estos elementos despliegan con original disposición un argumento que podría resultar delirante y, sin embargo, resulta convincente. Quizá el acierto está en el narrador, que parece distante y eficaz manejando cada pieza del relato, el ritmo… No es menos digna de mención su estructura: una serie ininterrumpida de secuencias introducidas por una frase que representa el tono o el estado de ánimo que encontraremos.
Cruce entre 'thriller' y 'domestic noir', la trama sitúa al lector ante miserias humanas y dilemas morales
Y, por último, los personajes y el caso que les ocupa. El caso es el de una joven pareja que lleva tiempo anclada en la distancia. El bebé que acaban de tener podría haber cambiado algo, pero no es así. Ella es Blanca, pertenece a un grupo operativo de la Unidad de Intervención Policial de Madrid. Él es Alberto, un profesor de instituto que practica la discreción como filosofía de vida. Vive volcado en una novela y se involucrará en una aventura de la que ella llegará a tener noticia sin que él lo sepa.
El asunto, además de contar con la trastienda de esta pareja, y de un interesante elenco de personajes, pondrá en jaque al lector al situarle frente a miserias humanas y dilemas morales que van surgiendo con inesperados giros de la acción. Arranca ésta el primer día que Blanca vuelve al trabajo tras su baja maternal. No está en su mejor momento, pero tiene arrestos. Esa jornada toca salvaguardar la seguridad en un partido de la Champions. La cuestión es que “la cosa se empieza a poner fea”, ella dispara una pelota de goma… y el impacto desploma a una joven provocando que acabe perdiendo un ojo.
A partir de ahí comienzan los daños colaterales y el azar dispondrá el resto. Así, el argumento que subyuga nuestra atención resulta ser una versión de variados intereses de la realidad actual, además del deterioro y caída de una pareja. La narración concluye de sabia manera: pone fin a la novela, pero no a las historias que en ella se cuentan.