Ya desde el comienzo, este libro muestra cómo internet y el avance tecnológico han propiciado el desarrollo de múltiples canales de comunicación que ofrecen una información con frecuencia sesgada o errónea. Las redes sociales conforman vías de doble sentido en las que somos tanto productores como consumidores de noticias. Este vaivén está caracterizado por las prisas y las emociones.
No sólo las redes son terreno abonado a la desinformación. WhatsApp es fuente de noticias para más de 1.500 millones de personas. Su utilización implica proximidad entre usuarios. Si un amigo envía una determinada información, es fácil que el receptor de la misma la admita como verdadera. Por si esto fuera poco, han surgido los bots, “programas informáticos automatizados diseñados para simular el comportamiento humano”, que además de producir publicidad son utilizados, entre otros fines, para la propaganda política. En 2017, Facebook tuvo que admitir que gran parte de los usuarios estadounidenses habían estado expuestos a la propaganda rusa a través de su plataforma. Aunque no tanto como ahora, la desinformación y la manipulación de la verdad han existido siempre.
Desde Platón y los sofistas ha sido una preocupación constante de la filosofía. De ahí que no pueda extrañar que en 2006 el brillante filósofo de la Universidad de Princeton Harry G. Frankfurt (1929) publicase On bullshit: sobre la manipulación de la verdad. Un breve libro que dio la vuelta al mundo, ampliación y refuerzo de un artículo de 1986. Con ambos trabajos acuñó un nuevo concepto: bullshit. Literalmente mierda de toro, para referirse a un modo de narrar la realidad que, sin caer en la mentira pura y dura, no guarda relación con la verdad porque es una forma de tergiversación o disimulo. En el mismo 2006 salió Sobre la verdad, un texto complementario al anterior y destinado a denunciar el poco aprecio por la verdad de la sociedad tecnológica.
Sobre estos cimientos, dos profesores norteamericanos de la Universidad de Washington, Carl T. Bergstrom (1971), biólogo, y Jevin D. West, estadístico, han montado Calling Bullshit (detectar el bullshit), un curso de enorme éxito académico en el que enseñan a identificar y refutar la desinformación y el bullshit que circula por las redes, medios de comunicación y entornos data driven (impulsados por datos). A la vista del interés despertado, los autores han tenido el acierto de plasmarlo en estas páginas.
La desinformación y la manipulación de la verdad han existido siempre. Este ensayo enseña al lector a detectar la información fraudulenta haciéndoles más libre
Desde su aparición en Estados Unidos este mismo año, se ha convertido en una referencia ineludible para todo interesado en no dejarse engañar por el bullshit y en denunciarlo, dado que “el bullshit contamina nuestro mundo, confunde y socava la capacidad para confiar en la información que nos llega”. Afirman: “creemos que la detección adecuada de bullshit es esencial para la supervivencia de la democracia liberal”. Parece evidente que esta contaminación contribuye a deteriorar el valor de las instituciones, la eficacia de la política y el conjunto de la confianza social.
Contra la charlatanería se inicia con la referencia a la obra de Frankfurt y al dibujo del papel del bullshit en la actualidad. El siguiente paso es el análisis de los malentendidos que producen bullshit. En primer lugar, se desmonta el viejo error de pensar que las correlaciones implican una relación de causa a efecto. La siguiente fuente de bullshit es el sesgo de selección de la observación, “aparece cuando los individuos que forman parte de la muestra de un estudio difieren de forma sistemática de los individuos de la población elegibles para el estudio”. La visualización de los datos a través de gráficos, sean de barras o en 3D, o el abuso del big data dan lugar a múltiples tergiversaciones. Del mismo modo, el “sesgo de confirmación” es a la postre un giro a la tribu y al bullshit.
Se cierra este volumen con una detallada guía práctica para detectar el bullshit y capacitar al lector incluso para denunciarlo. Aunque los autores se apoyan en algunos tecnicismos complejos, vale la pena el esfuerzo de digerirlos porque este es un libro reflexivo que alerta, refuerza al lector y le hace más libre.