Una conversación pendienteJuan Manuel Santos e Ingrid BetancourtPlaneta. Barcelona, 2021. 544 páginas. 20 €. Ebook: 10,99 €El camino que abrimos

María Emma Mejía

Debate. Barcelona, 2021. 240 páginas. 18 €. Ebook: 7,99 €

El 18 de agosto de 1989 moría asesinado en Soacha, al lado de Bogotá, Luis Carlos Galán, probablemente a manos del narcotráfico. Sin duda alguna Galán era el político más promisorio de Colombia en ese momento. O, al menos, quien podía insuflar grandes dosis de esperanza a un importante número de sus connacionales. Aquellos eran años de hierro, marcados por la violencia, no solo de las numerosas guerrillas que operaban entonces en el país, sino también de unos cárteles de la droga exacerbados, que tenían en Pablo Escobar a su capo más sanguinario. No se olvide que uno de sus principales objetivos era doblegar al Estado colombiano para poder desarrollar sus atrabiliarios proyectos.

Precisamente, los dos libros aquí comentados, las memorias de María Emma Mejía y el diálogo entre Ingrid Betancourt y Juan Manuel Santos tienen muchos puntos en común, comenzando por la forma en que los protagonistas vivieron esos procesos y cómo marcaron sus trayectorias futuras. En ellos se encuentran muchos lugares de encuentro, con personajes, acontecimientos, proyectos y propuestas que pueden saltar perfectamente de unas páginas a otras. En este sentido, la valoración positiva de Galán y el dolor y la frustración provocada por su muerte muestra claramente uno de estos cruces de caminos.

En los dos libros, aunque con intensidades diferentes en cada uno de ellos, se aborda buena parte de los problemas colombianos de las cuatro últimas décadas, y en su interior se plasman algunas de las vivencias de nuestros tres protagonistas en la vida política de su país. Los tres tienen un origen político próximo al liberalismo colombiano, aunque Mejía provenga de una familia de extracción conservadora. Es más, todos han tenido trayectorias públicas destacadas y extensos currículums.

Santos fue presidente, premio Nobel de la Paz por su liderazgo en las negociaciones de La Habana con las FARC, y previamente ministro de Defensa. Betancourt fue diputada nacional y candidata a presidenta, aunque su figura alcanzó fama internacional al ser liberada por el ejército colombiano tras un prolongado secuestro por las FARC, durante la Operación Jaque, de la cual Santos fue uno de sus mayores protagonistas. Finalmente Mejía fue ministra de Educación y Asuntos Exteriores, secretaría general de Unasur y embajadora de su país en Madrid.

Trufados de recuerdos personales estos dos libros abordan buena parte de los problemas colombianos y de los desafíos del país

Con semejantes recorridos es normal que los caminos de nuestros tres protagonistas se hayan cruzado en numerosas ocasiones, tal como queda reflejado en los diálogos entre Santos y Betancourt. Sin embargo, si se leen en paralelo ambos libros también es posible detectar vínculos comunes (afinidades, amistades, experiencias) entre todos ellos. Durante sus años de formación en Londres, estudiando para ser cineasta y trabajando en la BBC, María Emma Mejía coincidió con un joven Juan Manuel Santos que por entonces era representante de la Federación Nacional de Cafeteros ante la Organización Internacional del Café. Por su parte, Santos y Betancourt se conocieron en Lima en 1991, en una reunión del Grupo Andino y al año siguiente la segunda comenzó a trabajar en el Ministerio de Comercio Exterior como asesora del joven ministro Santos.

Juan Carlos Torres, recordando a Plutarco, habla de vidas paralelas al poner de relieve las biografías de Santos y Betancourt, un concepto que con alguna matización podría hacerse extensiva también a Mejía. Si bien ella es nativa de Medellín y los otros dos son bogotanos, la participación pública de los tres hace que de un modo u otro compartan vivencias en torno a hechos tan dramáticos y trascendentales como la guerra contra el narcotráfico y el papel de los “extraditables”, el asesinato de Galán, la Constitución de 1991, la elección presidencial de Ernesto Samper y el proceso 8.000 que lo vinculaba con la financiación de su campaña electoral por el narcotráfico, la presidencia de Andrés Pastrana y el fallido intento de negociar la paz con las FARC en el Caguán, Álvaro Uribe, su política de seguridad democrática, su relación con los paramilitares, para concluir con el más reciente proceso de paz liderado por Santos, sin olvidar la desleal oposición de Pastrana y Uribe.

Obviamente, no todas son coincidencias, ni siquiera entre Santos y Betancourt. Uno de los temas donde la discrepancia es mayor, porque las experiencias vitales también lo fueron, tiene que ver con la valoración de la presidencia de Samper. Mientras Mejía fue ministra de Educación y Exteriores durante su administración, y según apunta su sentido del deber le impidió abandonar la nave en un momento tan complicado para la estabilidad institucional de su país, tanto Santos como Betancourt fueron implacables denunciantes de lo que estaba ocurriendo y de cómo la corrupción se había instalado en lo más alto de la política nacional.

Este recorrido por la historia reciente de Colombia, trufado de recuerdos personales, permite entender mejor los grandes desafíos que afronta, y afrontó en su día, este gran país sudamericano. Y cómo, desde la perspectiva de sus sectores dirigentes, porque no debemos olvidar la extracción social de nuestros protagonistas, estos se pudieron abordar. Eso sí, en los tres casos, con un profundo compromiso personal y político ante los retos que les tocó vivir.

@CarlosMalamud