La violencia, y el consiguiente terror, tiene plurales maneras de narrarse. La más común, por su fuerza comunicativa, adopta forma realista. Así lo hace, en el cine, la excelente película de Costa Gravas Missing, cuya anécdota mucho tiene que ver con la novela de Raúl Zurita (Santiago de Chile, 1950) Sobre la noche el cielo y al final el mar. Una perspectiva antagónica manejó Coppola al darle dimensión alucinatoria a la guerra de Vietnam en Apocalypse Now.
El arranque y buena parte del relato de Zurita se inscribe dentro de un código visionario. Un padre marcha sin rumbo llevando consigo en una bolsa la cabeza decapitada de su hijo, de nombre Raúl Zurita, con la que establece un diálogo acongojante. La errática y fantasmal peregrinación, hilo que sirve como esporádico nexo de la dispersa historia general, propicia un tumultuoso ejercicio de rememoración donde afloran datos numerosos de la vida real del propio autor. Y aquí, en los rescates autobiográficos veraces, aunque siempre cuestionados por la incierta memoria, se sustituye el tono alucinatorio por la crónica documental. De modo que Zurita conjuga en un solo texto lo onírico y lo verdadero, y agrega un aliento lírico ya sugerido por el título y explícito en diversos pasajes.
Consecuencia de este enfoque, la novela posee una notable dimensión de reportaje tanto personal como colectivo de un dramático periodo de la historia chilena. En lo privado, que abarca también lo familiar, Zurita repesca, como ha hecho ya en otras obras, hechos singulares suyos. Aparecen el autocastigo que le llevó a lesionar su rostro con amoniaco o las disensiones con sus varias mujeres. Particular relieve concede a la bohemia artística que dio lugar al CADA (Colectivo de Acciones de Arte) y a detallar la materialización de varios aparatosos montajes, alguno subversivo y muy peligroso (cubrir todo Chile con la leyenda NO+ que la gente completaba a su gusto: muerte, sangre, opresión, etcétera).
Este relato-poema de Zurita es pura libertad creativa que repudia las convenciones novelescas tradicionales
El espíritu transgresor de estas acciones, de radicalismo vanguardista, de rupturismo absoluto con las prácticas del arte burgués, se enmarca, en buena medida, en la represión pinochetista de la disidencia. Este es el otro gran motivo del libro, con detalle verista de asesinatos, violencias y brutalidad militar, más algún apunte suelto de la complicidad con la dictadura de gentes de clase acomodada. El testimonio y la denuncia resultan todo lo impactantes y revulsivos que cabe esperar de la prosa por momentos felizmente encabritada de Zurita.
La ideación artística de Sobre la noche… responde a los principios del “modernismo” narrativo. Hay en ella un repudio de las convenciones novelescas tradicionales, el relato se fractura y da saltos, la voz del ubicuo narrador se modula como un coro de impresiones, la sintaxis se fractura o encabalga y hace acto de presencia la pura e ingeniosa experimentalidad con propósitos expresivos (tres secuencias reemplazan la palabra por varias páginas con las líneas tintadas de negro, sustituto visual de la comunicación imposible).
Hoy (casi) todo el mundo comparte que no puede novelarse como en el siglo XIX. Este relato-poema de Zurita muestra lo fecundo de la narración sin férulas formales para expresar la rebeldía frente a lo establecido, en la política o en la cultura, y para celebrar la libertad con un texto todo él pura libertad creativa.