Gloria Steinem nació en Toledo (Ohio) en 1934. La carretera fue desde niña su hogar. Su nomadismo no fue excepción sino forma de vida desde el principio. Las lecturas en el coche paterno, las gasolineras y los cafés, los campings, los moteles, los cines y los descansos para tomar un helado fueron parte fundamental de su infancia. Su padre consideraba que el viaje era en sí mismo una forma de educación, así que no fue a la escuela hasta que sus padres se separaron: Gloria tenía diez años y se mudó con su madre a una casita, cerca de Massachusetts, donde su hermana estaba finalizando sus estudios universitarios.

Poco después su madre, aquejada de depresiones y considerada “la loca del barrio” por sus vecinos, fue internada en un hospital psiquiátrico. La futura activista tenía 17 años cuando se mudó a Washington D.C. a vivir con su hermana: allí cursaría su último año de instituto. Años más tarde, su padre moría solo en un accidente de tráfico con 64 años y 130 kilos de peso. Por esa época, la madre había salido del psiquiátrico y vivía en el hogar que su hija mayor había fundado tras haberse casado. Pero Gloria, que había heredado de su padre la carretera y el horizonte, rompió su compromiso amoroso “con un hombre bueno, pero que no era para mí” porque necesitaba explorar vidas y geografías en solitario.

Así que, en 1956, tras graduarse en el Smith College de Massachusetts, se trasladó a Londres, donde le practicarían un aborto, y de ahí voló hasta India, con una beca. Sus compañeras de la Universidad de Nueva Delhi le enseñaron a llevar saris y la animaron a subirse a uno de esos trenes exclusivamente femeninos. Allí dentro aprendió que preguntar y escuchar las vivencias personales de las mujeres pobres, explotadas y sin voz es un gesto político de primer orden porque, como afirma en su más que estupenda autobiografía Mi vida en la carretera (Alpha Decay, 2015), esas analfabetas “sabían perfectamente cuándo sus cuerpos se resentían por haber sufrido demasiados embarazos y partos”. India le descubrió que los círculos de discusión, esos espacios testimoniales y de escucha tenían el poder inmenso de despertar conciencias y construir consenso.

Raza, casta, cuerpo de mujer: de la comprensión de esas prisiones nació su vocación de activar un feminismo inclusivo

Cuando en 1963 cubrió como periodista freelance la marcha de Washington por los derechos civiles que Martin Luther King Jr. lideraba, la llama del feminismo prendió en ella definitivamente: ¿por qué en la tribuna de intervenciones no estaba, por ejemplo, Dorothy Height, directora del Consejo Nacional de Mujeres negras? Raza, casta, cuerpo de mujer: de la honda comprensión de esas prisiones nacía su vocación de activar un feminismo independiente e inclusivo, convencida como estaba de que los sistemas de casta basados en el sexo, la raza y la clase social son interdependientes y solo pueden erradicarse conjuntamente.

En 1969 publicó en la revista New York una columna dedicada a explorar los motivos políticos de la culpa que sentía por haber abortado; la columna, titulada “Después del poder negro, la liberación de la mujer”, le dio una visibilidad inesperada y empezaron a solicitar su asistencia como conferenciante grupos interesados en conocer qué cosa era eso de “la liberación de la mujer”. Y ella, aterrorizada por la idea de hablar en público, pidió ayuda a su amiga Dorothy Pitman, oradora audaz y fundadora del Centro de Cuidado Diurno multirracial en el West Side.

Resultó que las charlas fueron todo un éxito y decidieron asociarse con la intención de llegar a un público más amplio. Y así arrancaba su verdadera vida en la carretera, un feminismo nómada con el que se patearon campus, sindicatos, organizaciones por los derechos de asistencia social, colectivos de gay, de lesbianas, asociaciones de mujeres indígenas y de mujeres hispanas y, en fin, espacios del extrarradio, sistemáticamente rechazados por las corrientes principales del feminismo de la época.

La voz de Steinem sigue alzada para recordarnos que el feminismo consiste en la idea radical de que “todos los humanos somos iguales”

Solo más tarde vendrían las conferencias para la Asociación de Mujeres de Negocios o las campañas a favor de los demócratas Barak Obama y Hillary Clinton, casi siempre rodeadas de polémica. La idea de que no había que resignarse con tener un empleo ni un pedazo del pastel, sino que había que aspirar “a preparar un pastel completamente nuevo” caló muy hondo en el corazón de las mujeres; tanto, que Gloria Steinem empezó a recibir ataques cruentos y se la acusó de ser escuchada solo por su físico. No le ayudó el hecho de que en 1963 se hubiera infiltrado como conejita Playboy para denunciar en un reportaje las condiciones de explotación y precariedad que vivían las mujeres en la mansión de Hugh Hefner. Las descalificaciones, basadas en su cuerpo de “niña mona” operaron como políticas sexistas destinadas a desactivar su idea radical de realizar cambios desde dentro del sistema; no había duda: se había convertido en pieza clave de la segunda ola del feminismo.

Sin duda, el antes y el después en la biografía de Steinem fue la Conferencia Nacional de la Mujer, que tuvo lugar en Houston en 1977: un evento del que casi nadie tuvo noticia hasta que en 2020 HBO estrenara Mrs. América, serie que, con mayor o menor acierto, quiso dar cuenta de cómo transcurrieron aquellas jornadas. Pero para comprender mejor el alcance, recomiendo leer Mi vida en la carretera. En Houston se habló de libertad reproductiva, de los derechos LGTBI, de la explotación de las empleadas domésticas, de talleres de costura clandestinos, de derechos indígenas, de hispanas deportadas y separadas de sus hijos, de discriminación racial y, en fin, de todas esas cuestiones que siguen azuzando hoy las luchas feministas.

Su autobiografía pormenoriza la durísima campaña de oposición a la que la Conferencia tuvo que enfrentarse: lobbies antiabortistas, facciones del KKKlan, asociaciones de mujeres conservadoras que anunciaban el fin de la familia y del hogar. Con todo, el encuentro supuso “el atisbo de un modo de vida en el que se aspiraba al círculo y no a la jerarquía”. Fundadora en 1971 de la revista feminista y liberal Ms. y Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2021, la voz de Gloria Steinem sigue alzada para recordarnos que el feminismo consiste en la idea radical de que “todos los humanos somos iguales”.

@BegoaMndez3