Nélida Piñon (Río de Janeiro, 1937) es la escritora brasileña más reconocida fuera de su país aunque, como ha manifestado en más de una ocasión, su verdadera patria es la escritura y, sobre todo, las dos lenguas en las que se expresa casi con la misma brillantez: el portugués, que recoge sonidos de infancia, y el español, que aprendió en Cotobade (Pontevedra) donde pasó una temporada que la marcaría para siempre. Piñon es autora de una amplia producción literaria de carácter ficcional, pero últimamente ha sobresalido en el ensayo de corte memorialístico, género en el que ha publicado títulos como Aprendiz de Homero (2008), La épica del corazón (2017) o Una furtiva lágrima (2019).
Nos encontramos, sin duda, ante una de las creadoras más eminentes del actual panorama literario, una mujer valiente que presidió la Academia Brasileira de Letras y que recibió el Premio Príncipe de Asturias. Pero por encima de todo se trata de una escritora de raza que, a pesar de los rigores del tiempo, tiene fuerza suficiente para exhibir músculo con un nuevo trabajo de título especialmente hermoso.
En Un día llegaré a Sagres, Piñon recupera la literatura de ficción y se atreve con un protagonista masculino al que presta su potente voz en primera persona. Mateus es un personaje desclasado, un paria que ni siquiera gozó del amor de una madre. Fue su abuelo, Vicente, quien se ocupó de él y le dio el afecto necesario para que se desarrollara con cierto equilibrio.
Hay en la obra algunos contenidos genuinos de la autora como la memoria, la escritura o la familia
Corre el siglo XIX y desde muy joven el muchacho sueña con abandonar su aldea natal en el norte de Portugal, pero solo emprende la aventura cuando muere Vicente y nada le retiene en el poblado. Mateus se encamina hacia el sur. Su anhelo es llegar a Sagres, lugar en el que desemboca tras haber hecho escala en Lisboa. El suyo es un viaje de iniciación y, al mismo tiempo, un recorrido por la historia de Portugal, su pobreza y su anhelo de esplendor. También revela la nobleza y el arrojo de un pueblo en la época de los conquistadores.
Al dejar atrás el espacio conocido, Mateus huye de su origen bastardo, de una madre desnaturalizada y de su infinita pobreza, pero sobre todo, pretende escapar de sí mismo y de los fantasmas que atenazan a los hombres. En cierto modo, pues, la novela se traduce en un ajuste de cuentas con el pasado, con un tiempo ingrato, con una vida larga que a menudo se revela atroz, hasta que se cierra el círculo y surge un espacio para el perdón y el afecto.
El texto está formado por capítulos breves que reflejan diversos momentos de la existencia de Mateus. En unos domina una profunda espiritualidad y en otros una carnalidad explícita ante la que no tiembla la pluma de la autora. Hay en la obra, además, un aroma de muerte y de vejez indiscutibles, y la presencia de algunos contenidos genuinos de Piñon como la memoria, la escritura o la familia, aderezados con el devenir de un país al que profesa una estimación que las palabras trasparecen. A ello hay que añadir las referencias intertextuales, especialmente literarias (Camões), que revelan la enorme potencialidad de la narración.