“Como decía don Benito, creo que la novela debe ser imagen de la vida y para que sea creíble, debe ser completa, debe tener amor, humor, intriga, emoción...”. Así veía la escritura, y nuestro paso por el mundo, Almudena Grandes (Madrid, 196o), una de las autoras más importantes de la literatura en español, que ha fallecido esta tarde a los 61 años. Hace escasamente un mes la escritora anunciaba a través de su columna en El País que le habían diagnosticado un cáncer. “Revisión rutinaria, tumor maligno, buen pronóstico y a pelear”, decía. Sin embargo, la triste noticia ha ocurrido esta tarde en su casa de la madrileña calle Barceló tras más de un año de lucha contra la enfermedad.
Licenciada en Geografía e Historia en la Universidad Complutense de Madrid, antes de saltar al mundo de la literatura Grandes trabajó durante varios años en la industria editorial, donde desarrolló diversas tareas, principalmente redacción de textos por encargo, algunos de ellos para enciclopedias. Vinculada desde joven con la gran pantalla, según cuenta la Academia de Cine, la escritora coqueteó con la interpretación, siendo su papel más destacado en la cinta A contratiempo, junto a Óscar Ladoire.
Combativa, valiente y torrencial, como escritora se dio a conocer en 1989 con Las edades de Lulú, un rompedor debut, ganador del XI Premio La Sonrisa Vertical y adaptada al cine por Bigas Luna, que radiografía la sociedad y la política de los años 80 a través de revolucionar el erotismo patrio. A este debut le siguieron Te llamaré Viernes (1991) y Malena es un nombre de tango (1994), igual que la primera, un viaje de autodescubrimiento, que también fue llevada al cine, ahora por por Gerardo Herrero, con Ariadna Gil como protagonista. Desde entonces el aplauso de los lectores y de la crítica no ha dejado de acompañarla.
En las últimas décadas, Grandes ha mostrado una querencia natural por la narrativa decimonónica, y una innata capacidad para contar historias que ha cultivado sin tapujos, cada vez, incluso, con más énfasis, a despecho de la concepción modernista de la novela. Su obra narrativa, que siempre ha publicado con Tusquets, se ha ampliado con los años alcanzando gran éxito con obras como Atlas de geografía humana (1998), Los aires difíciles (2002), Castillos de cartón (2004), Estaciones de paso (2005), El corazón helado (2007) y Los besos en el pan (2015), una novela acerada y reivindicativa sobre los estragos de la crisis, que la escritora prefirió llamar "guerra encubierta de los especuladores contra la democracia" y que afirmaba que "hemos perdido".
Recontar la otra cara de la Historia
Pero sin duda, su gran proyecto narrativo fue el eco de los Episodios Nacionales de su admirado Galdós, que definiría en El Cultural como "artefactos narrativos vigentes durante un siglo y medio, que no sólo resumen la historia de España, sino que fabrican el concepto de memoria que tenemos hoy. Toda una tradición". Fue en 2010 cuando comenzaría su exitosa serie Episodios de una guerra interminable con Inés y la alegría, primera incursión en los duros años centrales de nuestro siglo XX, que le granjeó varios premios como el de la Crítica de Madrid, el Sor Juana Inés de la Cruz de la FIL de Guadalajara o el Premio Elena Poniatowska.
El segundo título de esta aventura, El lector de Julio Verne (2012) y el tercero, Las tres bodas de Manolita (2014), condensan perfectamente una de las claves de la serie: honrar a los sacrificados guerrilleros. "Me gusta pensar que mis novelas iluminan la deuda que tenemos con la resistencia antifranquista del interior, que existió y fue muy valiente". En Los pacientes del doctor García (2017), galardonada con el Premio Liber 2018 y con el Premio Nacional de Narrativa del mismo año, la escritora contaba una historia de impostores y espías centrada en la red Stauffer, que auxilió desde Madrid a más de 800 criminales de guerra nazis a eludir la justicia. "Gracias a la red Stauffer, carniceros como el coronel Skorzeny o el dictador croata Ante Pavelic eludieron impunemente los tribunales internacionales", afirmaba la escritora.
"Mis novelas son ajustes de cuentas con el presente, no con el pasado", afirmaba la escritora en una entrevista con motivo de este libro. "Desde que empecé a escribir, mi motivo principal fue descubrir que España vive encima de un increíble humilladero, y que hay hazañas de luchadores republicanos que la gente no conoce. Me dirijo al lector presente, que no sabe qué pasó porque muchos héroes no han dejado rastro en la historia oficial", reflexionaba.
Un legado póstumo
Como adelantó en otra charla con El Cultural, en la que cargó duramente contra una democracia que considera "fundada en el aire, sin raíces, y portadora una fragilidad congénita" debido a su origen "en un Estado dictatorial", la quinta entrega del colosal proyecto de Grandes vio la luz en 2020 bajo el título de La madre de Frankenstein. En este volumen la acción se centra en un manicomio de mujeres, como metáfora de la situación del país, para reconstruir la historia de un médico regresado del exilio y de la célebre parricida, Aurora Rodríguez Carballeira, cuya vida le acompaña desde que se convirtió en escritora.
De hecho, en una entrevista sobre la novela Grandes bromeaba con que la figura de Aurora llegó a su vida el mismo año en el que publicó Las edades de Lulú, es decir, en 1989. “Yo hacía lo que hacen todos los escritores primerizos que es ir a las librerías a ver cómo estaba mi libro y a ser posible a colocarlo encima de los libros de los demás”, contaba. En una de aquellas visitas descubrió El manuscrito encontrado en Ciempozuelos, de Guillermo Rendueles, que contaba la historia clínica de aquella mujer.
Este quinto episodio no será finalmente el definitivo y la serie no quedará inconclusa, pues el siguiente título, Mariano en el Bidasoa, está ya entregado y listo para ser publicado póstumamente. Así lo explicaba ella misma: "está bien hacer cosas que tengan un principio y un final, no tiene sentido alargar algo indefinidamente. Desde el principio dije que iban a ser seis y que iban a acabar en el 64. Lo del 64 no es un capricho. Es un año en el que el régimen celebra los 25 años de paz pero además yo creo que la verdadera transición empieza justo en esa época. A mediados de los 60 es cuando los españoles descubren que hay otra vida y que hay otro mundo, que se puede vivir de otra manera".
Luchar por España
Como decíamos, en este empeño galdosiano, la escritora reconoce su deuda con el autor de los Episodios Nacionales, al que asegura deberle "casi todo. Cuando me planteé escribir la serie, utilicé como modelo sus episodios, como hizo también Max Aub en El laberinto español", reconocía Grandes. "Me gustaba la idea de reivindicar esa tradición porque además asumí la estructura de la serie de Galdós y su elección esencial de narrar las historias desde abajo, que es lo que diferencia estas novelas de las históricas, protagonizadas siempre por los grandes personajes. Aquí predomina la mirada hacia el pasado del pueblo, de los sin nombre...".
Esa es otra seña clave en la escritora, el compromiso político y cívico de dar voz a los sin voz, tanto del presente como de la historia, que acusa de no ser imparcial. "Ser enemigos de la memoria es una especialidad española. Hay quien dice que mirar al mirar al pasado no sirve más que para abrir heridas e impedirnos avanzar, pero en mi opinión sirve para todo lo contrario", ha disentido. "La memoria es un capital del presente y del futuro, porque si no sabemos de dónde venimos no podremos saber nunca quienes queremos ser y qué no queremos ser".
Sensible siempre a las luchas sociales y gran crítica de la clase política, la escritora sostenía que en España "tenemos una sociedad civil que está muy por encima de los partidos políticos. Este siempre ha sido un país de pobres, incluso en los tiempos de Felipe II, cuando todo el oro de América pasaba de largo de camino a Flandes; pero siempre se heredaba, junto con la pobreza, una cultura de la dignidad que hemos perdido. Hace cuarenta años nos convertimos en un país de horteras obsesionados por cambiar de modelo de coche al mismo tiempo que el vecino", lamentaba Grandes hace unos años. Su legado literario es una muestra de que puede ser diferente.