Nos encontramos con Fernando Savater (San Sebastián, 1947) en su casa de Madrid, una octava planta por la que entra a raudales la luz de la mañana y se derrama sobre la infinidad de libros, retratos de escritores y personajes de ficción que pueblan su salón. El filósofo y escritor, de 74 años, se encuentra bien de salud a pesar de que anda algo acatarrado por el frío intenso de los últimos días, y con el ánimo cambiante, “con nubosidad variable, como decía Carmen Martín Gaite”, nos dice. La última vez que habló con El Cultural fue con motivo de la publicación de La peor parte. Memorias de amor (Ariel, 2019), donde vertía su amargo duelo por la pérdida de su mujer, Sara Torres. Entonces nos decía que ya solo tenía “pasado, recuerdos y rutinas de supervivencia”. Ahora lo encontramos mejor, al menos en lo personal: “La verdad es que ahora atravieso una época bastante buena. En cambio en lo público, lo cierto es que me cuesta mantener cierto optimismo”.
Precisamente sus opiniones sobre la esfera pública —ya conocen sus temas habituales: política, nación, sociedad, educación, ética, cultura...— son la materia de su nuevo libro, Solo integral (Ariel), una colección de artículos (cien ya publicados y otros cien inéditos) de los últimos años que ha releído y anotado al pie, poniendo a prueba sus propias ideas. De ahí que haya tomado el título de esa extrema modalidad de escalada en la que uno se juega la vida en cada movimiento. Son textos que no llegan a las 300 palabras y en los que se ha guiado, más o menos, por la fórmula que daba Albert Camus sobre la columna de opinión cuando dirigía Combat: una idea, dos ejemplos, tres cuartillas.
P. ¿Han salido indemnes sus ideas de esa revisión?
R. No todas igualmente. Por una parte, me deja asombrado que en este país si escribes un artículo, sobre todo si es de política, sirve igual diez años después. Podrías mandarlo otra vez al periódico y te lo volverían a publicar creyendo que es de actualidad. En los detalles sí varían, y a veces me doy cuenta de que la nota un poco intimista que ponía en un artículo era ingenuidad, y en cambio las pesimistas se quedaron cortas. Por otra parte es curioso reflexionar sobre lo que uno dijo hace tres o cuatro años, que tampoco es tanto.
"En este país si escribes un artículo, sobre todo si es de política, sirve igual diez años después. Podrías mandarlo otra vez al periódico y te lo volverían a publicar creyendo que es de actualidad"
P. ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de la columna de opinión, de tener que limitarse a esas 300 palabras?
R. Con el tiempo me he dado cuenta de que lo más peligroso es que le dejen a un escribir cuanto quiera. Cuando empecé a escribir artículos me molestaba que me tuvieran que recortar el texto, pero luego me daba cuenta de que quedaban mejor. El reto de las 300 palabras es como hacer un soneto, me parece divertido, y además esa austeridad está bien para no ponerte a divagar e ir al grano.
P. En términos políticos, ¿se ha desplazado usted a la derecha en los últimos años o es la política la que ha cambiado?
R. Yo siempre tengo la esperanza de mejorar. Fíjate en la cantidad de libros que leo todos los días, hablo con gente, veo películas. Si siguiera pensando lo mismo que a los 18 años sería un caso perdido. Además las cosas cambian. Los conocimientos políticos son sobre algo histórico, cambiante. Cuando a Bertrand Russell le decían que había cambiado, él respondía: “Yo me he dedicado a dos cosas, la lógica matemática y la crónica política. En lógica matemática he variado muchísimo de criterio, y eso que es una disciplina que se refiere a algo eterno. Todo el mundo me ha felicitado por mi flexibilidad intelectual, y en cambio todos mis cambios en el terreno político, que trata de cosas mudables, todo el mundo los ha tachado de frivolidades”. Pues en mi caso es igual. Yo era antisistema cuando el sistema era una dictadura, y soy prosistema cuando el sistema es una democracia, lo cual no quiere decir que no tenga objeciones con respecto a cosas concretas. Yo me siento dentro del sistema democrático y contra los que están fuera de él o lo atacan. Los ataques al 78 y a la Constitución son ataques a mi ciudadanía, o sea, a mi desempeño como político, y eso normalmente lo llevo mal. Y luego creo que las cosas han cambiado. Es decir, una persona de izquierdas tiene muchas dificultades para reconocerse en la izquierda actual. Yo he estado en la cárcel con Marcelino Camacho y he conocido a Carrillo. No compartía sus ideas al 100 %, pero no tenían nada que ver con los mindundis que hay ahora. En resumen: yo he cambiado mucho, pero la izquierda ha cambiado mucho más.
"La izquierda se ha apoyado en los partidos más anticonstitucionales, más antiespañoles, en aquellos de los que debería haber desconfiado"
P. ¿En qué cree que falla más la izquierda de hoy?
R. Lo primero, en el hecho de haberse entregado a esta polifonía de identidades que en vez de buscar lo universal busca las minorías más extravagantes y más fuera de la lógica de la biología. Dar la razón a los más chiflados, que es un poco lo que está haciendo la izquierda en este momento, me parece preocupante. Y luego, por supuesto, que en el ejercicio político se haya apoyado fundamentalmente en los partidos más anticonstitucionales, más antiespañoles, en aquellos de los que deberían haber desconfiado. Nosotros deberíamos haber buscado en la izquierda remedio contra Bildu, contra ERC, y en vez de eso hemos encontrado aliados.
P. ¿Y a la derecha cómo la ve?
R. La derecha está muy desnortada, tiene muy comida la moral con la idea de que hay que ser de derechas, pero tanto como los de la izquierda admitan. O sea, hay que ser de derechas como dice la SER y El País, y no salirse de eso para no ser una derecha demasiado asilvestrada y te regañen. Y luego creo que falta coherencia y liderazgo. Ha habido figuras muy coherentes e intelectualmente muy potentes como Cayetana Álvarez de Toledo, que verdaderamente representaba a una derecha liberal, moderna y potente frente a la izquierda. Pero en lugar de apoyarla se la aleja. Incluso la victoria de Díaz Ayuso es sospechosa a los ojos del partido. A veces la derecha cuando gana se piensa que es un error.
"La derecha está muy desnortada, tiene muy comida la moral con la idea de que hay que ser de derechas, pero tanto como los de la izquierda admitan"
P. Dice que prefiere a Santiago Abascal antes que a Pablo Iglesias. ¿Por qué?
R. A Santi Abascal lo conozco desde que era muy jovencito, he estado con él en las manifestaciones y luchas que ha habido en el País Vasco, sé las cosas por las que ha pasado, las amenazas, las agresiones y es un hombre cabal. Hemos estado juntos en cosas muy peligrosas e importantes, mientras el señor Pablo Iglesias estaba en una herriko taberna con los de Batasuna y diciéndoles lo acertada que estaba ETA en sus análisis sobre la Transición española. Como te podrás imaginar, no comparto muchas cosas que piensa Santi. He discutido con él en persona y en público muchas veces y no voy a votar a su partido, pero admito que es una persona que lo que busca es el bien de España. Se equivocará, pero tiene mi respeto, cosa que desde luego no tiene el señor Pablo Iglesias.
P. Entonces, si Vox llegara al poder, ¿no sería una catástrofe?
R. No, el fin del mundo ha pasado ya muchas veces, como decía Víctor Hugo. Yo espero que si algún día ganan, sea porque estén aliados con grupos más moderados, me parecería malo que ganara cualquier extremismo en la política española, porque bastantes extremismos estamos teniendo ya. Yo prefiero un partido centrista, moderado, que defienda las cosas pero escuche a los demás. Si Vox un día gana espero que recapacite y se adapte a estos parámetros.
P. Mientras tanto, el centro político parece que no termina de cuajar bien en España.
R. Chico, no soy sospechoso de no haberlo intentado. Lo primero de lo que hay que darse cuenta en una democracia moderna es que la derecha y la izquierda son imprescindibles. Que quieran eliminarse mutuamente es un error garrafal. La derecha y la izquierda son aspectos que enfocan las bases de nuestra democracia, que es por un lado liberal y por otro lado socialdemócrata y va a seguir siéndolo. Creo que el centro es el que más se da cuenta de la importancia de que haya una derecha y de que haya una izquierda. Creo que es lo que hicimos en UPyD, me sigue pareciendo la mejor opción política que se les ha dado a los españoles en los últimos años, Ciudadanos creo que en buena parte de su trayectoria también lo fue y me encantaría que volviera a haber otro partido de centro. Creo que hay un espacio para eso porque los demás lo han abandonado.
"Lo primero de lo que hay que darse cuenta en una democracia moderna es que la derecha y la izquierda son imprescindibles. Que quieran eliminarse mutuamente es un error garrafal"
P. Se acaba de retirar de la vida política Angela Merkel. ¿Cree que necesitamos más políticos de ese perfil, moderados, sin estridencias, incluso aburridos?
R. Ahora estamos, sobre todo en España, en una sentimentalización política. Gregorio Luri tiene un libro que está muy bien y que tiene un título incluso mejor, La mermelada sentimental. Todos los políticos tienen que ser glamurosos, cálidos, cursis. Merkel es una señora que ni en lo físico ni en lo expresivo encaja con eso pero a mí me parece que ha sido una gran política y una persona cabal que estaba a lo que había que estar.
P. ¿Por qué dice que la autodeterminación de género es “un delito de lesa estupidez”?
R. Imagínate que yo te dijera que he decidido que voy a tener 25 años porque esto de tener 74 es un coñazo. Llamarías a un psiquiatra. Y sin embargo en una cosa como el sexo se toma así. Puede haber algunos casos de disforia de género, pero también hay terneros con dos cabezas y nadie dice que un ternero puede tener una o dos cabezas. Esto es lo mismo. El sexo es algo que depende de la biología y luego tiene unos aspectos culturales en los que ahí ya sí cabe el disfraz, el juego erótico, etc. Pero eso no quiere decir que alguien pueda decir que tiene el sexo que le dé la gana. Eso es un disparate, sobre todo decírselo a un niño cuando está en un momento de formación. Todavía una persona madura ve los dos lados de las cosas. Pero decir eso a un niño es un atropello educativo absoluto.
P. Pero una cosa es el sexo biológico y otra la identidad de género.
R. Sí, pero la identidad de género se basa en el sexo biológico, la idea de género es un adorno que le ponemos al sexo biológico. Hombre, es verdad que si tú quieres hacer una declaración de amor acudes a un poeta lírico y no a un profesor de ginecología, pero por otra parte sabes que los poetas líricos se basan en algo que estudian los profesores de ginecología. No recomiendo que se acabe con la poesía lírica y solo nos dediquemos a la ginecología, pero tengamos en cuenta que no habría lírica si no existiera también esa base fisiológica que estudian los ginecólogos.
P. Dice que los veteranos radicales “merecerían ser fusilados”, aunque luego rebaja la pena a “cien azotes bien dados y el ridículo en la plaza pública”. ¿Decir algo así, aunque sea con ironía, no le convierte a usted también en un veterano radical?
R. Es probable que sí, precisamente como creo que he ayudado a equivocarse a mucha gente también intento ahora arreglarlo y enmendar un poco, me gustaría que alguno de los que se han equivocado por mi culpa ahora acertasen por mi culpa. Es verdad que el radicalismo excesivo es siempre una simplificación, porque ves solo con un ojo lo que deberías ver con dos. Que hayas sido radical con 20 o 30 años, vale, pero que con 60 o 70 lo sigas siendo y que empujes a los chicos a hacer barbaridades que tú ya no puedes hacer me parece siniestro. Los viejos que empujan al radicalismo a los jóvenes me parecen siniestros.
P. ¿Cree que las redes sociales tienen algo de positivo?
R. Claro que sí, el balance de internet es enormemente positivo y se ha visto además durante esta pandemia, pero lo que pasa es que, como todo lo que es potente, tiene peligros. Evidentemente. La difusión de ideas peligrosas es más fácil. Tú imagínate a Goebbels con la televisión actual, con Netflix, etc. Sería muy peligroso porque era Goebbels, en cambio si se lo pones en las manos a alguien progresista, en el sentido positivo del término, probablemente es muy útil.
P. ¿Es un terreno abonado para la demagogia?
R. Recuerdo que cuando empezó todo esto le dije a Umberto Eco que yo creía que había más estúpidos que nunca y me dijo que no, pero que ahora todos los estúpidos tienen un medio de expresión. Antes te cruzabas por la calle con un estúpido y no sabías que lo era, ahora se te mete en casa a través de las redes.
P. ¿En la columna es aceptable la demagogia como ingrediente para provocar?
R. Es peligroso, porque en una extensión tan reducida la tentación de la simplificación es casi necesario porque no puedes explicar todos los aspectos, por eso creo que la ironía, el humor, el distanciamiento, le quita crueldad a la columna y hace que no sea la expresión de una orden, sino algo irónico que despierte la complicidad del lector. Hay que saber hacerlo, es más difícil escribir poco que escribir mucho.
P. Para defender la tauromaquia dice que Hitler también era animalista. ¿Eso no es demagogia?
R. Bueno, es que como hay gente que te dice que hay que ser vegano. Eso no prejuzga nada, Uno puede ser vegano y ser Hitler. No me diga desde esa arrogancia moral que a mí me gusta la sangre y a usted las verduras. Hay gente a la que le gustaban las verduras e hizo derramar mucha sangre. El argumento de que Hitler fuera animalista no es contra el animalismo sino contra la superioridad moral.
P. ¿Ha encontrado algún argumento definitivo que exonere de culpa a los taurinos?
R. Es que la ética es una perspectiva que nunca zanja las cosas, la legalidad sí lo hace. Pero en la tauromaquia o en el aborto. A mí me parece completamente normal que una persona tenga dudas morales con respecto a abortar o no, me parece que es propio de una persona con sensibilidad moral, lo que pasa es que no hay que confundir eso con la ley. La ley zanja un problema: si quiere ir a los toros va y si no, no va, pero los toros están dentro de la ley. Eso no quita para que cada día cuando vayas a los toros te plantees si es decente o no, ahí hay una amplia argumentación, y yo en aquel librito de la Tauroética intenté hablar de esas cosas. Pero lo que no se puede confundir, y aquí en España se confunde mucho, es que cuando una cosa está permitida por la ley es buena moralmente, cosa que no es. Por ejemplo en el terreno financiero hay cosas que están perfectamente permitidas por la ley que a mí me parecen moralmente inaceptables. La moral continúa mucho más allá de donde termina la ley,
"La filosofía es, en el sentido personal, lo que la democracia es en el sentido colectivo: una forma de romper con tradiciones legendarias y buscar caminos propios"
P. Volviendo a la actualidad política, ¿hay algún político que le ilusione o que al menos merezca su confianza? Antes ha mencionado a Cayetana Álvarez de Toledo [cuyo libro tiene además encima de la mesa].
R. Hombre, ilusiones políticas ya… [le cuesta contener la carcajada]. Me parece, por ejemplo, que Isabel Díaz Ayuso tiene mucho encanto personal, que también es un elemento político, además de que se ha desempeñado bastante bien y por eso se ha ganado el apoyo de la gente. Cuando Casado dijo el otro día que el PP es una orquesta sin solistas, pues si no hay solistas nadie va a ir a escuchar a una orquesta. La gente quiere efectivamente que haya un un equipo, que haya un plan… y que esté Churchill. En cuanto a Cayetana creo que es demasiado inteligente para ser política, se sale del campo de la política. También tengo simpatía por Macron, que, con todas las cosas que se le puedan decir, creo que ha tenido un atisbo de política diferente, más centrada. De todas formas no veo grandes personalidades, en otras épocas era más fácil encontrar figuras destacables.
P. De los temas que afectan al mundo en general, destaca el cambio climático. ¿Le preocupa especialmente?
R. No. Me parece que es un tema que hay que plantearse, pero no soy apocalíptico. Recuerdo las reuniones del Club de Roma, que fueron hace 20 años y según sus previsiones deberíamos estar ya todos muertos y enterrados. Sí, creo que debemos reducir la contaminación de los mares y tal, es un peligro serio. Pero no más que el problema de los desplazamientos de los pobres, el problema de la migración, que siempre lo ha habido, lo que ocurre es que hoy en todas partes del mundo hay conciencia de dónde se vive bien. Una persona que está viviendo unas condiciones infames ve en la televisión dónde se vive de una manera que le parece celestial, por eso es inevitable ese trasiego constante de personas. Lo que debemos hacer es acabar con la miseria en el mundo, debería lucharse contra ella como si fuera un delito.
P. ¿Cree que la pandemia nos ha hecho mejores, como tanto se decía al principio?
R. No hemos cambiado nada. Cuando yo tenía diez años hubo la gripe asiática. Fue una epidemia importante, con más de un millón de muertos en el mundo, y ya casi nadie se acuerda de ella.
P. ¿Qué opina del trato que están recibiendo la filosofía y la ética en la enseñanza obligatoria?
R. La filosofía nació en el mismo lugar y la misma época que la democracia, de alguna forma la filosofía es en el sentido personal lo que la democracia es en el sentido colectivo: una forma de romper con tradiciones legendarias y buscar caminos propios. Por eso me parece peligroso que la educación esté cada vez más enfocada solamente al provecho inmediato, buscando las cosas rentables, que siempre lo son en un momento determinado, porque los microchips son muy útiles hoy, pero a lo mejor dentro de cien años no sirven para nada. Hay que formar personas que tengan una proyección más allá del minuto presente. Por otra parte, no comparto ese argumento tonto de que la filosofía enseña a pensar. Es evidente que no, porque todos los filósofos que hemos tenido en la esfera política han sido peores que los demás. Precisamente la gente que piensa suele dedicarse a la filosofía, pero no es lo mismo.
P. Vive rodeado de libros, ¿qué lee últimamente?
R. A mi edad releo mucho por una razón muy sencilla: las personas a las que siempre nos ha gustado leer hemos leído casi siempre los libros a edades inadecuadas. Cuando lees Madame Bovary cuando tienes 14 años, te enteras del argumento pero no captas su profundidad. Ahora intento recuperar los textos que más me gustaron en mi juventud y buscarles otros aspectos. Hay libros sobre los que vuelvo constantemente, como Moby Dick. En cambio me cuesta cada vez más entrar en las últimas novedades. Cuando me hablan del novelista del momento, yo digo que me parece muy bien, pero que todavía tengo que entender al anterior.