Con frecuencia, los libros de cuentos reúnen piezas dispersas bajo el título de una de ellas. Se trata por lo común de un modo de dar salida editorial a textos sueltos aparecidos en revistas o presentados en concursos y el volumen resultante carece de sentido unitario. Ninguno de los quince escritos independientes que Ernesto Calabuig (Madrid, 1966) recoge en Frágiles humanos se titula como el libro porque éste, al contrario, está concebido al modo de una panorámica sobre nuestra condición cuyo sentido se compendia en la cualidad subrayada por tan inapelable enunciado: la fragilidad humana.
Albacea –y en buena medida también propagandista– de dicha creencia, Calabuig dispone un variado repertorio de situaciones que la avalen mostrándola en vivo, mediante casos concretos y de riguroso emplazamiento espacial y temporal. Puede ser la de dos compañeros de clase el fatídico día de septiembre en que saben que tendrán que repetir curso; o la de dos vecinos y amigos separados por la contingencia de la actual pandemia; o la de un reencuentro a distancia que reverdece los caminos truncados de la existencia; o la de alguien impelido a imaginar la vida de un desconocido; o la de una persona mayor que evalúa los pasos que llevaron a un risueño cantante melódico a convertirse en adusto ingeniero especialista en fricción de materiales…
Solo destacaré un par de textos más especialmente significativos. Uno, “La reaparición de Stefan”, de amplio desarrollo anecdótico, una verdadera novela corta con fuerte carga argumental: un escritor recupera un viejo manuscrito del que salva nada más una parte donde relata los malentendidos de una resbaladiza historia de amor en la que se condensa el curso imprevisible de unas vidas. Otro, el más breve del volumen, el micro relato que lo cierra, que contiene bajo su alusivo título, “Frágil historia del mundo”, una única, y corta, línea: “Hubo… otros muchos… como nosotros”.
El fondo reflexivo y la pericia narrativa de Calabuig se saldan con una emotiva guía de la fragilidad humana
Ambos textos representan bien la actitud global de Calabuig. El primero es una demorada incursión en la memoria, algo compartido por la mayor parte de los relatos, leitmotiv por excelencia del libro. El recuerdo constituye una robusta vértebra de la vida en el sentir de Calabuig. La memoria se amasa con vivencias y emociones intensas y condiciona por completo nuestro destino. A la vez, se manifiesta como una cadena de pérdidas, fracasos o dolorosas renuncias. De ahí que un sentimiento elegíaco impregne el conjunto de cuentos. No porque haya grandes acontecimientos en el ayer, sino por la densidad de los estados de ánimo y por la fuerza con que palpitan. Puede tratarse de unas simples excursiones, o del impactante hecho de conocer al cantante Aute, o de evocar una boda, o de una vieja emoción que reverdece a edad avanzada cuando el protagonista acude en compañía femenina a un parque berlinés para contemplar el espectáculo de la luna roja.
El otro texto destacado nos aboca al valor intencional de Frágiles humanos, a su carácter reflexivo, casi filosófico, de alcance generalizador. No exagero al decir que estamos ante una auténtica obra de pensamiento, expresado con máxima sencillez y claridad, sin retorcimientos especulativos. A nuestro alcance pone el autor un conjunto de lecciones de vida en las que se vislumbra el misterio de la existencia.
Se afirma en un relato que “un escritor no es mucho más que una conciencia que, en los días de suerte, se dispara, se pone en marcha”. Justo el papel que asume el propio Ernesto Calabuig, gracias, sí, a días afortunados, pero más a un minucioso trabajo literario. En él tiene buena parte de responsabilidad su escritura, una prosa impecable, natural y libre de afectaciones retóricas. La otra buena parte se debe a una calculada flexibilidad formal que se aprecia en la convivencia de textos muy cortos y concentrados y de otros más largos, propiamente cuentos, alguno hasta de andadura novelesca. Todo ello, fondo reflexivo y pericia narrativa, se salda con una lúcida, senequista, emotiva, en general pesimista y nada complaciente guía de la fragilidad de los humanos.