Cuando en 1981, el escritor de terror estadounidense Dean R. Koontz escribió Los ojos de la oscuridad nada le hacía pensar que su obra vaticinaría una de las grandes pandemias de la historia de la humanidad. “La llaman ‘Wuhan-400’ porque fue desarrollada en unos laboratorios de manipulación genética en las afueras de la ciudad de Wuhan y resultó la cepa viable número 400 de los microorganismos de factura humana que se crean en ese centro de investigación”, anotó.
La noticia se hizo viral a comienzos de 2020 hasta el punto de que su título llegó a revalorizarse. Koontz, por supuesto, no había sido el primero en imaginar un virus mortal, aunque sí había tenido el acierto de situarlo en Wuhan, el resto fue cosa del boca a boca y cierta necesidad de reinterpretar o buscar respuestas a la realidad. Pero, ¿puede la ficción predecir el futuro?
Mundos sin luz ni electricidad, sin palabras, sin libros y sin arte, sin memoria histórica dominados por la tiranía de la imagen o de la tecnología, amenazados, cómo no, por un virus, que centran la atención en el medio ambiente, la sostenibilidad, el lenguaje o la represión, así son los universos que nos plantean las novedades literarias recién publicadas o que están por llegar en las próximas semanas.
Si en septiembre de 2021, veíamos cómo para el escritor mexicano Emiliano Monge el mundo tal y como lo conocíamos cambiaba en Tejer la oscuridad, una distopía que reinventaba nuestros mitos y enfrentaba los conceptos de individuo y colectividad, varios fueron las novedades del último suspiro del año que nos alertaron de que nada volvería a ser como creíamos.
El peligro de un mundo sin palabras
“No sé por qué los libros hablan de un mundo diferente, y por qué algunos de los animales son extraños. No sé por qué las personas en los libros hablan entre sí todo el tiempo y salen y tienen amigos y novios, y en cambio mamá y Dwynwen y yo solo nos vemos entre nosotros”, escribe uno de los dos narradores de El libro Azul de Nebo (Seix Barral), de la escritora galesa Manon Steffan Ros. Para él, que apenas tenía 6 años cuando el mundo cambió tal y como lo conocía, la distopía somos en realidad nosotros. Supervivientes al Fin, tal y como conocen a la catástrofe que asoló el pequeño pueblo de Nebo en Gales, él y su madre sobreviven a través de su diario en un mundo “sin mucha vida alrededor, sin gente, ni radio, ni Facebook”.
Aislados en una casa en una ladera, sin electricidad ni tecnología moderna, Steffan Ros nos plantea además cómo sería ese mundo sin luz —al que amenaza la sombra real del gran apagón—, donde sus protagonistas deberán desarrollar nuevos recursos y nuevas habilidades para sobrevivir en medio de una extraña, a veces amenazante, naturaleza. Escrita en galés, esta novela, que ha acaparado los premios más prestigiosos del país británico, nos hace replantearnos nuestros modos de vida en favor de un mundo más sostenible y la importancia del lenguaje, la escritura en sí misma, como soporte de nuestra realidad y nuestra identidad.
El idioma, de hecho, formará una parte importante en estos mundos que vienen. “Las palabras vivían entre nosotros y se las llevaron. Así lo decidieron. Enmudecerlas. Someterlas. Encarcelarlas. No sabemos cuándo sucedió. Solo sabemos que sucedió. Que el don se convirtió en condena. Y que llegó la época del silencio”, escribe Ricardo Menéndez Salmón en su última novela, Horda (Seix Barral), una parábola sobre una sociedad policial marcada por la censura de las palabras y la tiranía de las imágenes. En ella, el escritor nos plantea un futuro sin palabras, una existencia muda y sorda donde el lenguaje se ha vaciado de sentido y los estímulos visuales han copado su espacio. ¿Podríamos sobrevivir solo con imágenes?, se plantea no sin cierta ironía hacia el mundo presente. ¿Podemos?
Una realidad sin memoria dominada por robots
Por su parte, entre las novedades que nos esperan para este 2022, redescubriremos a Walter Tevis, autor popularizado en los últimos tiempos por la adaptación de su libro a la serie de ficción Gambito de dama, que llegará a las librerías con su obra de ciencia ficción Sinsonte. Conocido también por El hombre que cayó a la Tierra, libro que en 1976 Nicolas Roeg llevó al cine con David Bowie y que pronto será adaptado también en serie, tendremos que viajar más hacia el pasado para recuperar esta novedad que Impedimenta rescatará a principios de abril de este año. Y es que, publicada por primera vez en 1980, en esta obra Tevis fantaseaba con un mundo futuro, dentro de cien años, sombrío y distópico en el que los robots trabajan y el ser humano languidece, arrullado por la dicha electrónica y la felicidad narcótica. Muy a lo Fahrenheit 451, o en la misma sintonía de Horda, el escritor nos enfrenta aquí a un mundo sin libros y sin arte.
A la palabra también se aferra el escritor y disidente político chino, Ma Jian en su última novela El sueño chino, una sátira distópica de la represión, la supresión de la Historia y la amnesia impuesta por el Estado de su país que Literatura Random House publicará en febrero. ¿Qué pasaría si el gobierno desarrollara una tecnología capaz de registrar los sueños de sus ciudadanos y sustituirlos por otros?, se cuestiona. Protagonizada por Ma Daode, un corrupto y lujurioso funcionario, la novela cuenta cómo justo cuando está a punto de presentar un innovador implante cerebral que reemplazará los recuerdos traumáticos con un sueño colectivo de supremacía nacional, su cordura comienza a desmoronarse.
“La obligación del escritor es sondear en la oscuridad y, por encima de todo, contar la verdad –comparte Ma Jian-. He escrito El sueño chino movido por la rabia contra las falsas utopías que han esclavizado e infantilizado China desde 1949 y para recordar el período más brutal de su historia reciente —la fase de «lucha violenta» de la Revolución Cultural— ante un régimen que insiste en ocultarlo. El libro está lleno de absurdidades, tanto inventadas como reales”, advierte este escritor que desde su primer libro, una meditación sobre el Tíbet titulada Saca la lengua, hace treinta años ha estado censurado por el gobierno chino y que actualmente vive exiliado en Londres. “Pero yo continúo con lo mío, «escribir, escribir, escribir», como el padre del protagonista de El sueño chino. Continúo refugiándome en la belleza del chino y lo empleo para desenterrar recuerdos de la amnesia impuesta por el Estado”, remarca. Su distopía personal es su propia realidad.
Más virus, nuevas-viejas amenazas
Y de la China actual hasta 2086. Santiago Amigorena viajará en el tiempo al futuro para recrear Mis últimas palabras, que publicará Literatura Random House en marzo, en la que un virus ha terminado con el planeta y los dos últimos supervivientes contemplan las ruinas de la humanidad. Un mundo en extinción donde las guerras y el hambre han desaparecido. ¿Hacía falta una gran destrucción para que alguien se emocione de nuevo ante una puesta de sol? ¿Hará falta que desaparezca el hombre para ser conscientes de lo que llegó a ser?, se cuestiona el escritor con esta reflexión sobre las consecuencias de nuestros actos y sobre el medio ambiente —bajo cuya alerta también nos ponía la galesa Steffan Ros—.
Y si lo que queremos es entender el presente, publicado originalmente en 2016, la editorial Satori recupera ahora la novela de Tomohiro Maekawa, El sol, una historia de ciencia ficción que presenta una sociedad dividida en dos después de sufrir una trágica pandemia. Ambientada a principios del siglo XXI, con ecos evidentes de nuestro presente pandémico, esta historia reinventa además el mito del vampiro en un contexto distópico: una fuerte epidemia provocada por el bioterrorismo que consigue dividir al mundo en dos comunidades, los seres de la noche, eternamente jóvenes, y los supervivientes a la enfermedad, vulnerables al virus y hacinados en guetos.
Solo el tiempo dirá si alguno de estos libros se transformará en profético o, esperemos, quedarán todos más bien solo en un ejercicio de alerta y evasión literaria. Mientras tanto, disfruten del presente.