Después de dos años de parón pandémico tras los que solo el sector editorial parece haber salido reforzado, la cultura se enfrenta a una normalidad compleja. A los males endémicos (falta de presupuesto y ayudas, lagunas legislativas, competencia en un mercado global en el que no estamos bien situados…) se ha sumado esta inesperada crisis a la que hay que plantar cara ya y de manera urgente. Vienen meses de duro trabajo para recuperar el ritmo, si la Covid y sus múltiples oleadas lo permiten. Para ello hemos propuesto a diez personalidades de nuestra cultura que pongan negro sobre blanco los desafíos, las necesidades y las oportunidades de la creación española hoy.
Rafael Argullol, Manuel Borja-Villel, Teresa Catalán, Dora García, Manuel Gutiérrez Aragón, Joan Matabosch, Natalia Menéndez, José Luis Rebordinos, Alfredo Sanzol y Silvia Sesé se han puesto manos a la obra y con ellos elaboramos este cuaderno de deberes. Es prioritario esforzarse, escriben, para que la cultura no sea sierva del poder, ni cortoplacista, para que mire menos a lo comercial y más a los creadores, para que opere de un modo más lento y respetuoso. Que las dificultades no nos hagan olvidar las prioridades de nuestras instituciones, y recordárselas. Así como la importancia de la educación. Y, por supuesto, hay que situar a la cultura en el centro del debate político.
Recomendaciones para mí mismo
Rafael Argullol, narrador, poeta y ensayista
La cultura es la capacidad de vivir varias vidas en una y no puede confundirse con los diversos simulacros que se ofrecen en el escenario. Ahí van, pues, algunas recomendaciones para mí mismo.
Una. No renunciar a la sinceridad ni a tener una relación de autenticidad con el propio pensamiento. El coraje en la búsqueda de la verdad empieza con la negativa a mentirse como condición imprescindible para no mentir a los demás. En una época de fraude generalizado apostar por la propia verdad es un acto revolucionario.
Dos. No renunciar a la exploración del conocimiento. Mantener por tanto siempre la actitud de quien va en el viaje de ida, respetuoso con lo ya vivido pero atento a lo que pueda experimentar. Saber que lo clásico es contemporáneo y lo contemporáneo, cuando es excelente, puede ser clásico.
La cultura nunca puede deslizarse hacia la mansedumbre. Menos aún debe hacerse sierva del poder
Tres. No renunciar a la libertad crítica. La cultura nunca puede deslizarse hacia la mansedumbre o la acomodación. Menos aún debe hacerse sierva del poder. Lo inconformista y lo intempestivo forman parte de su esencia. Debe callar cuando se le arrastra a hablar y alzar la voz cuando se le exige silencio.
Cuatro. No renunciar a la compasión global con respecto a la existencia, ya no únicamente la nuestra, humana, sino la de todos los seres vivos. La cultura debe captar el dolor del mundo con la misma fuerza con que debe expresar el gozo de la vida. Y lo tiene que hacer con todos los medios a su alcance, sea a través de la máscara de la tragedia, sea a través de la de la comedia.
Cinco. No renunciar a una visión general sobre las cosas. El reconocimiento de lo que es ajeno es el mejor camino para el descubrimiento de lo propio. La cultura no debe quedar asfixiada en el localismo sino que debe liberarse de modo que la riqueza de lo particular se extienda a una perspectiva universal.
La normalidad era el problema
Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía
La Normalidad era el problema. En plena cuarentena, un grupo de artistas, educadores y activistas, organizados alrededor de la Red de Conceptualismos del Sur, el Instituto de la Imaginación Radical y la Fundación de los Comunes, señalaba con ese lema los problemas que se habían aguzado con la pandemia. Año y medio después la sensación es de ambivalencia. Las instituciones han tomado consciencia de la realidad de la barbarie colonial, de la sombría segregación motivada por cuestiones de raza, género o clase, y de los silencios de la historia oficial. Existe una mayor fraternidad entre agentes y centros de arte, que se conciben más como lugares de acogida que de mera representación. Somos parte de un ecosistema, que incluye también a otras especies. Sabemos que solo juntos podemos salir de una crisis que es endémica.
¿Continuaremos pensando que el turismo es el gran dinamizador social y olvidaremos las ayudas a los artistas?
Aun así, sorprende comprobar la tendencia del sistema a caer en los mismos errores. ¿Será, por ejemplo, necesario volver al espectáculo de las grandes conmemoraciones en lugar de potenciar una política de trabajo en red y de proximidad? ¿Continuaremos pensando que el turismo es el gran dinamizador social y nos olvidaremos de las necesarias ayudas a los artistas e investigadores? ¿Seguiremos insistiendo en el producto a corto plazo y no en el proceso?
Para el pensador italiano Franco “Bifo” Berardi la poesía es irreducible a la lógica de los algoritmos y a las fake news. Si estos últimos buscan coartar nuestras libertades y capacidad de decisión, el hecho artístico nos interpela, responde a una pregunta con otra pregunta, configurando situaciones de resiliencia y agencia, que siempre son en común. Por ello, preocupa comprobar cómo se han acentuado las guerras culturales y el arte se ha convertido en un territorio en disputa. Quizás nuestro reto consistirá en afianzar la autonomía y libertad real de los ámbitos de creación, que incluye fortalecer sus recursos. De lo contrario, ese mundo solidario y plural se antoja irrealizable.
Cultivar la civilidad
Natalia Menéndez, directora del Teatro Español y las Naves del Español
Si desde el corazón pudiéramos despertar la conciencia de que un mundo mejor se abriese ante nosotros, convirtiéndonos en seres civilizados, capaces de ayudarnos, de empatizar, de dialogar nuestras diferencias, de apreciarlas, desde el respeto y la dignidad para así llegar a nuestra luz profunda. Si los dirigentes propusieran medidas alejándose de peleas ciegas y disputas hirientes, con una mirada clara hacia una estética no violenta, abiertos a una educación en humanidades, agilizando la burocracia del día a día, incentivando las artes en la educación y propusieran formas de cultivar la civilidad como un bien preciado, valorando la cultura como una necesidad social de primer orden. Si creásemos un pacto en la sanidad, en la educación y la cultura en donde la suma fuese real e integradora. Si se diesen estas propuestas, entonces, creo que podremos vivir en un espacio rico en valores, donde la bonhomía camine a sus anchas para embellecernos.
Somos herederos mestizos, es un privilegio apreciar las diferentes culturas. Valoremos esa riqueza
Busquemos la escucha de las voces del territorio, el diálogo con nosotros mismos, explorando la reconciliación y el acuerdo. Pactemos con la naturaleza ahora, sin demora. Así podremos desafiar las inclemencias o las oscuridades con la mezcla de sonidos y formas, desde aventuras estéticas y éticas que creen alianzas, fusionando el pasado y el presente. Somos herederos mestizos; es nuestro privilegio apreciar las diferentes culturas. Valoremos esa riqueza, sin borrar ni suprimir aquellas que están llegando a nuestro encuentro. Necesitamos llenarnos con la luz del plenilunio y la del sol, empaparnos de sus rayos; somos capaces de ello si de verdad apreciamos la naturaleza y dejamos atrás las mezquindades, los bandos enemigos, la crueldad, los desequilibrios insolidarios y excluyentes o las carreras que solo conducen al vacío. Despertemos el amor que hay en nosotros, alimentémoslo con la ternura, el afecto y la simpatía. Lo debemos intentar, nos debemos comprometer a este abrazo con esperanza.
Desgravaciones y Ley del Mecenazgo
José Luis Rebordinos, director del Festival Internacional de Cine de San Sebastián
Inmersos en la actual pandemia, hay cierta tendencia a pensar que el futuro de la cultura va a venir determinado por la evolución del virus. Sin embargo, y aunque la pandemia nos obligue a cambiar hábitos y maneras, gran parte de los retos reales a los que se enfrenta realmente la cultura son estructurales.
Si hablamos de cine, se atribuye a la pandemia el abandono por parte de los espectadores de las salas en favor de las plataformas. Sin embargo, la crisis del sector de la exhibición es mucho más compleja y los cambios que se están produciendo estaban ya germinando con las nuevas tecnologías, que permiten ver con una gran calidad cualquier producto audiovisual en diferentes soportes. Algunos de los retos más importantes a los que se enfrenta la cultura tienen que ver con su financiación.
Hace falta que los gobernantes abandonen su cortoplacismo y consideren a la cultura como un bien social, algo que ayuda a la cohesión y al desarrollo de las sociedades y de los individuos. Sin olvidar que la cultura es un motor económico muy importante.
Los gobernantes tienen que abandonar su cortoplacismo y considerar la cultura como un bien social
Siempre va a ser necesaria una importante inversión pública, para poder contar con un desarrollo saneado y vigoroso de la cultura. Además, haría falta una Ley de Mecenazgo y unas desgravaciones fiscales que hicieran la inversión en cultura interesante para el sector privado. Pero también hay algunos retos nuevos a los que se enfrenta el sector cultural, comunes a todos los sectores. Desde ya, los agentes culturales tendrán que tener en cuenta la perspectiva de género para intentar paliar las desigualdades; tendrán que diseñar y producir sus actividades de una manera sostenible; y, más pronto que tarde, no podrán obviar el aspecto racial. El sector cultural no solo no puede mantenerse al margen de los grandes debates que se dan en nuestra sociedad, sino que tiene que formar parte activa de los mismos.
Un espejo del mundo
Dora García, artista y Premio Nacional de Artes Plásticas
Los retos de la cultura en 2022 son inseparables del contexto en el que se desarrolla. Si lamentamos sexismo, racismo, clasismo y precariado es porque la cultura ocurre en un mundo sexista, racista, clasista y precario; y no podrá mejorar si no lo cambiamos. Hay aquí un hiper-reto: la crisis climática. Para combatirla es necesario un mundo socialmente justo, feminista, ecologista y con la importancia por lo común que aparece en la palabra comun-ista.
Durante demasiado tiempo el mundo del arte se consideró por encima de responsabilidades, refugiado en el mito del excepcionalismo del artista. Yo misma soy producto de un modelo neoliberal del arte donde, como medida de tu éxito, se espera que vueles en viajes transcontinentales con incidencia cero en la cultura del país que visitas (o en el que rebotas), donde lo diferente se transforma en exótico y se “tolera” lo cuir, mientras se mantienen inamovibles cánones de calidad heredados de un patriarcado blanco y colonialista. Es imperativo cambiar esta dinámica que mide el éxito por huella de carbono y en el que el artista es un ser excepcional. Y, en contra esa idea de éxito, trabajar de un modo más lento, más consciente y respetuoso, sobre todo en relación con aquellos a los que va dirigido nuestro trabajo.
Es imperativo cambiar esta dinámica del mundo del arte que mide el éxito por huella de carbono
Debemos formar parte de esa comunidad, ser uno más, pasar del modelo artista-visitante al modelo artista-residente. Contra el clasismo/ sexismo del “artista excepcional”: renta básica universal. Solo teniendo –todos– garantizada la existencia material podremos hablar de igualdad de oportunidades, de desarrollo de las potencialidades creativas, además de otras muchas cosas, como dignidad y libertad.
Postnota: Los NFTs van en la dirección equivocada. No solo parten de un modelo reaccionario de arte, también hacen creer al precariado artístico que pueden “alcanzar el éxito”. ¿Quiénes se benefician? Los mismos de siempre. ¿A quién se perjudica? A todos los demás.
Recuperar la ambición
Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real
El mayor desafío para el sector cultural va a ser, sin duda, encontrar la manera de recuperar una cierta “normalidad” después del trauma que está suponiendo esta pandemia. Como si esa “normalidad”, dado lo mucho que en la coyuntura actual tiene de heroico mantener abiertas las puertas de los teatros, los museos o las bibliotecas, fuera en sí misma el mayor de los objetivos deseables. Como si el objetivo hubiera dejado de ser la defensa de la máxima calidad en la programación, la máxima difusión, la accesibilidad a franjas de edad y sociales diversas, la diversidad, la proyección internacional y la promoción del talento joven.
El riesgo es que la complejidad de la situación nos invite a olvidarnos de las prioridades de nuestras instituciones
El riesgo es que la complejidad de la situación nos invite a olvidarnos de las prioridades de nuestras instituciones. En el caso del Teatro Real, defender la ópera como una extraordinaria forma de arte que nos permite contemplar fuera de nosotros nuestra experiencia común, sea a través del repertorio pretérito, del rigurosamente contemporáneo o de las recuperaciones patrimoniales. Tiene sentido volver a plantear un texto o una partitura del pasado porque la obra expresa algo que nos afecta, lo que somos y lo que sentimos. Y lo hace con una nueva complejidad que nos permite recordarlo y, sobre todo, redescubrirlo. Esto es lo extraordinario del placer artístico, y por eso la experiencia de la cultura puede contribuir a que seamos mejores ciudadanos, más empáticos, más receptivos. Por eso necesitamos teatros, museos, bibliotecas, cines y plataformas audiovisuales.
El desafío va a ser que la implantación de estrategias enérgicas para volver a colocar a las instituciones culturales a su velocidad de crucero no derive en meros propósitos autistas. Necesitamos volver a tener nuestras instituciones a pleno rendimiento, pero también necesitamos recuperar su ambición y su voluntad de ser relevantes por algo más que el heroico gesto de haber logrado resistir los embates de una coyuntura que ha puesto a prueba su capacidad de supervivencia.
La música somos todos
Teresa Catalán, compositora y Premio Nacional de Música
En el siglo XIX ya fueron conscientes del papel que podía desempeñar la música como vehículo transmisor de ideas, porque sabían que era un centro generador de impulso y conocimiento. Las contingencias del siglo XX cambiaron el contexto, pero no modificaron el fondo del asunto, es decir, la música mantuvo su poder, aunque transformó su forma de manifestación.
Ahora bien, tras los significativos cambios sociales de este convulso siglo XXI, ya podemos confirmar que la música, a pesar de haberse convertido en una compañía inevitable –que crea modelo convertida en una constante machacona servida por los adelantos tecnológicos–, no ha continuado el patrón heredado. Y es así, porque hoy no podemos soslayar la importancia de que en este nuevo paisaje haya aparecido una derivación lamentable: el poder de la música como vehículo cultural, como idea de progreso, ha sido sustituido pasando a ser una herramienta para el entretenimiento.
La música ha pasado de ser considerada vehículo cultural a una herramienta para el entretenimiento
Así se conforma el nuevo escenario que ha alterado las oportunidades, las necesidades y los desafíos, en definitiva, una metamorfosis de fondo que no tiene síntomas de que se quiera cambiar. Y hay agravantes, porque a esa sociedad ensimismada en fulgores, likes y oropeles, no le importa que los cambios nos gobiernen en vez de ser nosotros quienes gobernemos, de la misma forma que no nos escandaliza que los fines más interesados, fútiles y pueriles, sustituyan propuestas intelectualmente solventes por modelos de una inconsistencia insoportable.
Hasta aquí la queja, pero, ¿hay solución? Puede que sí, si promovemos políticas culturales a la altura de una sociedad avanzada, que empezando por las aulas (ahí está el germen del remedio) reclame el derecho a la cultura que le corresponde. La salud es una prioridad, la economía una necesidad, y la cultura el único ingrediente que nos salva y nos dignifica como civilización. A ver si llegamos a tiempo, porque esto depende de cada uno de nosotros, es decir, la música y sus consecuencias somos todos.
En el centro del debate
Alfredo Sanzol, director del CDN y Premio Nacional de Literatura Dramática
Escribo estas palabras bajo la influencia del duro golpe que ha supuesto la sexta ola para el normal funcionamiento de las artes escénicas. El índice de contagios entre los equipos artísticos y técnicos nos ha obligado a suspender funciones, ensayos y a retrasar estrenos. Así que comenzamos el año con el intenso deseo de que se inicie un cambio en la curva de contagios. También iniciamos el 2022 con un profundo agradecimiento al público, que ha sabido entender las graves molestias que ha sufrido.
El virus está afectando especialmente a las artes escénicas porque un solo infectado dentro de un reparto determina de manera esencial los ensayos o las representaciones, que normalmente tienen que parar dañando a un gran número de profesionales. Señalo esta circunstancia para llamar la atención sobre el hecho de que pocas actividades económicas se paran a cero por tener sólo un infectado dentro de una organización.
Las expresiones artísticas y culturales son esenciales ante la incertidumbre que se ha instalado en nuestro día a día
La cultura va a seguir siendo durante este año una pieza clave dentro del normal funcionamiento de la sociedad, para ser resilientes con el estrés que produce la pandemia. La incertidumbre y el miedo que de manera normal se han instalado en nuestro día a día tienen que ser atendidos de todas las maneras posibles, y sobre todo, no deben ser negados, y esto es algo para lo que son esenciales las expresiones artísticas y culturales de todo tipo. La fragilidad se hace más fuerte cuando no toma una forma exterior a nosotros mismos. Dar forma a lo que no se puede nombrar es el primer paso para crear nuevas posibilidades en la realidad. Tradicionalmente, desde el sector cultural hacemos una reclamación sobre la necesidad de más recursos. Esta reclamación se produce porque la cultura aún no ha tenido en la reciente historia española un momento de centralidad en el debate político.
Asalto a la gramática
Manuel Gutiérrez Aragón, cineasta, escritor, académico y Premio Nacional de Cine
Parece que algunos de los acontecimientos culturales más relevantes de los últimos decenios –porque no podemos hacer consideraciones de estos temas solo en estos días, como fiesta de fin de año– tienen tanto de conquista, de amplitud y de reto como de dispersión banalizada y, a veces, descontrolada. Cualquier cosa que hagamos puede adquirir dimensiones planetarias. El decir se escapa del control del que lo dice. Las palabras parecen tener vida propia. El lenguaje, las palabras, están de moda. En ciertos ámbitos, pretenden suplantar a las cosas mismas. Forzar el lenguaje, contravenir su uso, sustituye a una revolución frustrada. Es uno de los retos de nuestro tiempo. Ya se hizo en un momento fulgurante de la Revolución Francesa.
El decir se escapa del control del que lo dice. Las palabras parecen tener vida propia. Están de moda
Ahora nos llega el desafío babélico del “elles” y “todes”. No prosperará, pero quedará la posibilidad del asalto a la gramática como si se tratara de una Bastilla de palabras. Un tema importante que atraviesa nuestros últimos años, y que ha llegado para quedarse, es el de la descriminalización de la diferencia opcional y personal en la relación erótica y afectiva. Y ahí tenemos otra vez la presencia decisiva de la lengua: ante el término contundente de “sexo” se prefiere el uso del término “género”, más cercano a una gramática flexible que a la rigidez de la ciencia biológica. Si me detengo en la consideración del lenguaje es porque está en la base de casi todo. Y estos meses se ha visto severamente zarandeado. El desarrollo progresivo y firme de la Inteligencia Artificial está asociado también al lenguaje. La IA marcará nuestros próximos años como ahora lo hace internet. Está vinculada a la precisión, pero también a la velocidad. Los que hemos practicado el pensamiento de las cosas sobre todo repensándolas, estamos bastante inquietos. Nos gusta el dar muchas vueltas, el ir y venir. El futuro parece un lugar sin arrepentimiento.
Compromiso con la sostenibilidad
Silvia Sesé, directora editorial de Anagrama
Hay optimismo en el mundo editorial por los buenos resultados y la resistencia del libro tras estos años de pandemia. Aun con la prudencia necesaria, cuando pensamos en los nuevos proyectos y en cómo afrontar los problemas de nuestro sector, estamos contagiados de ese optimismo y de la imaginación con la que se ha reaccionado a las dificultades de estos meses.
La crisis de los suministros de papel y cartón nos va a comprometer aún más con la sostenibilidad de la producción y con la consecuente reflexión en torno a márgenes, precios y ediciones en distintos mercados de Latinoamérica. Pero ese concepto, el de la sostenibilidad, lo debemos extender a todas las áreas. En primer lugar, el buen funcionamiento del fondo editorial durante estos meses permite pensar en intervenciones imaginativas contribuyan a la sostenibilidad del catálogo, que ayuden a proporcionar más estabilidad a autores, traductores, libreros, y que consoliden un equilibrio más saludable entre novedad y fondo. El desarrollo de nuevos formatos como el audio, el podcast y otros anima a imaginar más posibilidades de que una obra llegue a nuevos lectores y a aumentar la permanencia de la obra. Es muy sugestivo que el catálogo se construya y organice a favor de lo sostenible y contra el fast publishing.
La buena tendencia del sector tiene que reflejarse en transformaciones significativas que aviven su atractivo
La segunda dimensión de esta política editorial reside en hacer más sostenible el día a día de cuantos trabajamos en el sector racionalizando procesos, reajustando funciones, analizando mejor nuestros propios datos, cuidando y rentabilizando el esfuerzo de los autores. Hemos aprendido a usar la tecnología para estar muy cerca de los lectores y promocionar nuestros libros y seguiremos explorando y adaptando innovaciones que ayudarán a multiplicar esos esfuerzos.
La buena tendencia tiene que ser un momento para transformaciones significativas que aviven el atractivo de nuestro oficio. Nunca hemos estado mejor situados para ello.