En esta ágil y musculada biografía de Antonio de Nebrija (Lebrija, 1444 - Alcalá de Henares, 1522), José Antonio Millán (1954) resucita a uno de los personajes que más han influido en la configuración de la idea de España y de la Hispanidad, no en vano, la lengua castellana –o española, según desde donde se mire– es hoy la que es, con más de quinientos millones de hablantes, gracias, en primer lugar, a Antonio Martínez de Cala, nombre que este sabio latinizó usando el del lugar de su nacimiento, Lebrija.
Millán sostiene, y creo que la historia le da la razón, que en la época en la que Nebrija escribe su Gramática de la Lengua Castellana, no existía lo que luego ha venido en llamarse “Imperio español”. Entonces, ni siquiera la idea de España como nación se entendía de un modo uniforme, del modo en que comenzó a hacerse a partir del XIX. En el prólogo de su Gramática, Nebrija le dice a la Reina Isabel, a la que va dirigida la obra, cómo la lengua es compañera del Imperio. Pero nuestro autor sostiene que Nebrija se refería no tanto al imperio por posesiones territoriales sino a imperium como auctoritas, pues en 1492 en Hispania había varios reinos y prevalecía una idea más medieval que renacentista del gobierno de las monarquías.
Esto viene a cuenta porque, tras el triunfo del franquismo en la guerra civil, se utilizó la figura de Nebrija, un reformador al estilo de Erasmo, un defensor de la diversidad cultural, un hombre del Renacimiento, en suma, como si fuera uno de ellos, uno de aquellos que pretendieron recuperar la idea imperial de España. Nos recuerda el autor de este ameno retrato, que ya en 1942 se publicó una biografía de Nebrija en la Editora Nacional en la que se pretendía enlazar al nebrisense con las ideas fascistas en boga. Poco antes, en 1941 la Editora Nacional había editado en dos volúmenes una Poesía Heroica del Imperio con prólogos de Luis Felipe Vivanco y de Luis Rosales. En el del primer volumen, Vivanco decía: “Digna compañera del Imperio, como años atrás pedía Nebrija, nuestra poesía de la edad de oro [...] levantó a expresión lírica todos aquellos temas humanos que [...] la situaban, espiritualmente, en la Historia”.
Millán demuestra en su ágil biografía que la vida de Nebrija no tuvo desperdicio e incluso no dudó en enfrentarse a la Inquisición
Esta amena biografía está, además, cargada de anécdotas que ayudan a comprender la personalidad de los individuos. El lector verá la minuciosidad de Nebrija en el cuidado del significado de las palabras, del orden alfabético de las letras –tan parecido al actual– así como sus enseñanzas para la construcción de esas letras, palabras y sílabas: “de las letras se componen las sílabas, como de a, n, an. De las sílabas se compone la palabra, como de an, to, nio, Antonio. De las palabras se compone la oración, como Antonio escrive el libro”. También tenía un método para sus educandos de Salamanca. “Enseño la gramática al niño. Leo Virgilio a discípulo”. Buen método.
Nebrija, como señala su biógrafo, estaba obsesionado con la recuperación del latín, barbarizado y maltratado hasta el punto de hacerlo casi irreconocible en el siglo XV. Sostenía que sin el conocimiento de esa lengua era casi imposible leer la mayoría de los libros científicos de la época. A ese fin compuso lo que puede considerarse el primer diccionario de palabras y afines, así como su traducción latina, que es lo que fue su Dictionarium ex Hispaniensi in Latinum sermonem, más conocido como “Vocabulario Español-Latino”.
Paión por la vida
La vida de este hombre no tuvo desperdicio e incluso no dudó en enfrentarse a la recién nacida Inquisición. Pretendía enmendar términos mal utilizados en la Vulgata de San Jerónimo. Un ejemplo es suficiente para mostrarnos lo que ocurría. Nebrija quiso –sin éxito– que se corrigiera en la Biblia Políglota Complutense que estaba componiéndose en la Universidad de Alcalá bajo el patrocinio del cardenal Cisneros, palabras como tabitha o talitha, escritas de modo distinto en los evangelios de Lucas o de Marcos, en esa edición bíblica del siglo IV.
Con razón Nebrija coligió que debía de tratarse de un error, pues el significado era distinto ya que en un caso significa “mujer” y en el otro “gacela”, en el pasaje sobre la resurrección de la hija de Jairo: “Tabitha cumi”, o sea “Muchacha, a ti te digo, levántate”, aunque tabhita con “b” en arameo significa “gacela”. Y como no se fiaba de esas traducciones fue a las fuentes hebreas. Mas la Inquisición se le echó encima sosteniendo que modificar la Vulgata era poco menos que enmendar al Espíritu Santo. Y ni el propio Cisneros se atrevió a modificar la Vulgata en la Políglota por él auspiciada. Qué importante es el buen uso de las palabras, nos viene a decir Nebrija y nos recuerda Millán.
Nebrija supo saborear la vida. Nació y vivió con comodidad y murió anciano, con más de setenta años. Se casó y tuvo nueve hijos. Trabajo sin descanso en lo que constituía su pasión: las letras y la ciencia. Tuvo grandes protectores: Juan de Zúñiga, primero, y el cardenal Cisneros, después, le apoyaron sin reservas. Cisneros era, además, su amigo, hasta el punto de recomendarle a la mujer de Nebrija que le apartase el vino por las mañanas, y ordenando al Rector de Alcalá “que lo tratase muy bien, y que enseñara lo que él quisiese, y si no quisiese leer que no leyese; y que esto no lo mandaba dar por que trabajase, sino por pagarle lo que le debía España”. No se podía pedir más. Jorge TrÍas sagnier